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General: DESPÉS de la ráfaga,el SILENCIO
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 13/01/2011 16:25
Después de la ráfaga, el silencio 
Christina Green
 Christina Green  
 
Por Gina Montaner | Miami
Christina Green ya no tendrá oportunidad de evocar, como Aureliano Buendía cuando su padre lo llevó a conocer el hielo en Macondo, el día en que los vecinos la llevaron a un mitin político a la vuelta de su casa, en la árida ciudad de Tucson.
 
Debía de ser una chiquilla muy especial cuando, entusiasmada, se acercó a escuchar a la congresista demócrata Gabrielle Giffords en un evento comunitario. A pesar de su corta edad, Christina, que a los nueve años despuntaba como líder, quería aprender cómo eran los mecanismos del gobierno.
 
Pero ya no escribirá una redacción acerca de un luminoso día que se eclipsó bajo una inesperada lluvia de disparos. La muchachita cayó abatida junto a otras víctimas sin alcanzar a comprender porqué Giffords se desplomaba ensangrentada; murió sin saber que la democracia tiene insondables agujeros negros por los que se cuelan las balas con la velocidad de misiles invisibles.
 
En un estado como Arizona, donde portar armas de fuego en los lugares públicos es usual y oponerse a ellas le puede costar la carrera a un político, habría sido más instructivo que esta pequeña hubiese visto la última película de Ethan y Joel Coen.
 
Una película que hay que ver
Por primera vez en su trayectoria cinematográfica, los simbióticos hermanos han estrenado una cinta apta para menores que se desarrolla como un cuento para niños. Se trata de una nueva versión muy particular de Valor de Ley, el western que en 1969 le valió un Oscar a John Wayne.
 
Y en la novela que escribiera Charles Portis, Mattie Ross, una precoz mocosa, se mezcla con vaqueros curtidos para vengar la muerte de su padre. Con un rifle a la espalda y acompañada del sheriff Rooster Cogburn, la valerosa Mattie tiene claro que en el Oeste las cuentas pendientes se saldan a tiros.
 
Mucho habría aprendido Christina Greene de la desnuda crudeza que destila esta historia antes de sucumbir entre la muchedumbre de una localidad en la que, irónicamente, no por la falta de leyes sino como consecuencia de éstas, la gente va armada hasta los dientes; y no con una Colt que podría acabar con la vida de una o dos personas, sino con potentes Glocks 19, cuyos cartuchos infinitos sonaron como tracas diabólicas en la transparente mañana a manos de un enajenado que, proféticamente, había crecido en Soledad Avenue.
 
Todos defensores de las armas
A Christina, cuya vibrante personalidad parecía tener mucho en común con la resuelta Mattie, nadie le explicó que no sólo el delirante asesino iba armado. La propia Giffords, temerosa de las amenazas de muerte que había recibido tras apoyar la Reforma de la sanidad pública, también era dueña de una Glock.
 
Incluso el respetado juez que cayó fulminado era un firme defensor del derecho a la tenencia de revólveres semiautomáticos. Pero, como solía ocurrir en los westerns que veíamos en los cines de barrio, en los duelos al sol hay uno que saca la pistola antes y más rápido.
 
Jared Loughner, con las voces de la esquizofrenia zumbando en su cabeza y alegre al gatillo de un arma que obtuvo como quien va a comprar el pan, fue el más veloz de los pistoleros en una tierra anclada en el anacrónico síndrome de los clásicos de John Ford.
 
¿Acaso nadie le mostró a la niña de Tucson los datos del Informe Brady? Más estadounidenses han muerto por heridas de bala desde 1979-1997 (651.697) que los que han caído en combate en todas las guerras desde 1775 (650.858)? Mattie Ross vivió para contarlo. Cristina Greene, en cambio, el pasado sábado sólo escuchó el silencio después de la ráfaga.


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