por Gina Montaner
La revista Time anota los diez tiranos que, encabezados por el egipcio Hosni Mubarak, se tambalean en el poder. Entre ellos no están Fidel y Raúl Castro. Una conversación con un amigo recién llegado de Cuba coincide con esta valoración: "¿Tú crees que las imágenes de cientos de miles de manifestantes en el Cairo pueden prender en la imaginación de los cubanos?".
"Me sorprendería mucho", fue su respuesta a mi pregunta. "No olvides que muchos en la isla están a la espera de una visa para entrar en Estados Unidos y aunque el grado de frustración es grande, se resignan con las remesas que sus familiares les envían desde el exterior. Apuesto a que allí no se enciende la mecha que recorre el mundo árabe", añadió con gran dosis de escepticismo.
En efecto. Con el paso de los días, en Egipto un gobierno militar que ha perdurado tres décadas se desmorona aceleradamente, arrastrado por el impulso de los tunecinos, que han mandado al exilio a Ben Ali, otro viejo dinosaurio. Entretanto, salvo las detenciones de un puñado de disidentes como Guillermo Fariñas y las Damas de Blanco, en la isla no se han registrado movimientos levantiscos en contra de los hermanos Castro quienes, tras más de medio siglo mandando, hacen palidecer a los sátrapas de Oriente Próximo.
El estoicismo que se respira en el país a pesar de la falta de expectativas de una juventud que, como ocurre en Egipto, no encuentra salidas profesionales, contrasta con los destellos aislados de figuras como la bloguera Yoanni Sánchez. Desde sus Twitters, Yoanni no ha dejado de enviar S.O.S. al exterior: "Por favor, manténganme al tanto por sms de lo que ocurra con Mubarak en Egipto. Muchos cubanos estamos muy pendientes". Sus mensajes pueden interpretarse como una conjura que podría materializarse en un clamor popular.
Sin embargo, a la par que Fariñas es arrastrado por esbirros en Santa Clara y Yoanni se asoma al mundo en los vericuetos de las redes sociales, el régimen manipula a su conveniencia lo que está sucediendo en el norte de África. Con la desvergüenza habitual, la noche del martes en La Mesa Redonda, programa de la televisión estatal al servicio de Fidel Castro, se señalaron los desmanes de Mubarak. Tanta es la desfachatez del Comandante, que en su última reflexión ha afirmado, como un juez severo, que "su suerte está echada".
A estas alturas poco le importa a Castro el futuro de un colega caído en desgracia. De lo que se trata es de atacar a Estados Unidos y debilitar cualquier alianza con Israel. A fin de cuentas, ni él ni su hermano Raúl han hecho mucho hincapié en el derrocamiento del tunecino Ben Ali, amigo y aliado que todos los años los felicitaba en el aniversario de la revolución cubana.
Me temo que ni los Twitters de Yoanni ni la valentía de Fariñas pueden, por ahora, provocar el hervor de una imparable revuelta. Para que esto sucediera, sus compatriotas tendrían que contar con los resquicios que se les escapan a los sistemas autoritarios como el que hasta ahora lideraba Mubarak. Los cubanos viven bajo una dictadura totalitaria más cercana a Corea del Norte y Burma, donde tampoco, y razones no les faltan, se han contagiado del arrojo del pueblo egipcio.
Está claro: bajo una tiranía la gente se lanza a la calle cuando puede y no cuando lo desea. Los hermanos Castro lo saben y por eso no les tiembla el pulso. Pero a todo el mundo le llega su hora. Ya lo advirtió cantando la grandísima y recordada Celia Cruz.