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De: cubanet201 (Mensaje original) |
Enviado: 22/02/2011 16:59 |
"Helicópteros y mercenarios disparan contra la gente" Testigos relatan a EL PAÍS la campaña de terror de Gadafi contra la población civil.
El aeropuerto de Bengasi, destruido tras los choques entre manifestantes y el Ejército libio
La represión continúa en Trípoli
EL PAÍS | Madrid
El régimen de Muamar el Gadafi continúa, por segundo día consecutivo, con su campaña de terror contra la población civil. Después de que ayer los militares atacaran varios objetivos en la capital libia con cazabombarderos y helicópteros, el régimen ha recurrido hoy a mercenarios fuertemente armados que patrullan las calles de Trípoli para dar caza a los opositores. Un ciudadano español que reside en Trípoli ha asegurado a este periódico que "los helicópteros están sobrevolando la ciudad disparando contra la gente. Mercenarios en coches patrullan la ciudad y disparan también". Este testigo, que ha preferido guardar el anonimato por razones de seguridad, ha asegurado que "salir a la calle es complicado" y que la situación en los aeropuertos es caótica. "Más de 3.000 turcos esperan a las puertas del aeropuerto para coger un vuelo y dejar el país". Abandonar el país africano se ha convertido en una misión imposible. "En las fronteras está comenzado el pillaje y si intentas salir por los pasos fronterizos de Túnez o Egipto te quitan el dinero, el móvil y tus pertenencias". El acceso a Internet en Trípoli también se ha convertido en una odisea. "No sé lo que me durará la conexion ya que nos la cortan cada dos por tres", se ha quejado este español.
Las comunicaciones con el país son muy difíciles, como confirman miembros de la comunidad libia en Madrid, que contactan a duras penas con sus familiares y amigos. Muchos ciudadanos, cuentan, que tienen tarjetas SIM tunecinas o egipcias y se acercan a las fronteras con estos países para poder llamar al exterior. Khaled Shari, cofundador de la Casa Libia en España, con sede en Bilbao, consiguió hablar a las dos de la madrugada con su hermano, que vive en Zliten, a 150 kilómetros de Trípoli. "La situación es muy alarmante. Hay cadáveres por la calle, y todo lo que se dice es poco" explica. En Trípoli la gente tiene pánico, asegura, porque hay grupos de mercenarios africanos -según cuenta, traídos en vuelos fletados desde distintos países africanos, y contratados por 2.000 dólares al día- que "disparan indiscriminadamente a todo lo que se mueva". Otro libio residente en España, Sufian Fahm, cuenta que las noticias que les llegan de Trípoli describen una "masacre total". "Están matando a todo lo que se mueva, y la gente está cayendo como moscas".
"Siento miedo"
Amira, una joven libia que aguanta como puede el castigo del Ejército, ha confesado, en conversación telefónica, "sentir miedo". "Pero soy libia. Nací en este país y moriré en él", ha proclamado a continuación. "No nos atrevemos a salir de casa. A través de las ventanas vemos disparar a los soldados continuamente y se oyen gritos", dice. Amira, que es profesora en una guardería en Trípoli, tiene una hermana que reside en Madrid, y ella también está aportando su granito de arena para propiciar el cambio en Libia. "Protesta delante de la Embajada de Libia en España con otros residentes libios en España", declara orgullosa. La Casa Libia ha organizado una concentración en apoyo a los pueblos de Libia y de Bahréin en la Plaza Sant Jaume de Barcelona el jueves a las 20:00 horas. La convocatoria está corriendo como la pólvora en Facebook. Al igual que el otro joven español, Amira confiesa que tiene serios problemas para comunicarse con el exterior. "La línea telefónica se corta cuando menos lo esperas e Internet se cae con frecuencia".
Un ingeniero libio contactado por EL PAÍS a través de telefonía por internet ha contado que la ciudad a primera hora de la mañana estaba tranquila y que se podía ver a gente buscando pan y gasolina. Este residente en Trípoli ha explicado que muchas de las barricadas han sido levantadas para impedir el paso de los vehículos del Ejército con armamento pesado. Una de las plazas del centro ha sido escenario de una manifestación de partidarios de Gadafi que han ondeado banderas verdes y han adornado sus coches con fotografías del líder líbio. Algunos iban armados y han efectuado disparos al aire con la intención de amedrentar a la gente para que vuelva a sus casas, según este testimonio.
Salem Gnan, un portavoz del Frente Nacional para la Salvación de Libia, ha explicado al británico The Guardian que ha contactado con su cuñado en Trípoli esta mañana y le ha hablado de "cadáveres tirados en las calles". "Hay informaciones de que el principal hospital de la ciudad ha sido bombarderado y todo aquel que está en la calle, especialmente si forman grupos de tres o cuatro personas, es disparado por los soldados", explica Gnan. "El régimen hace todo lo que puede para mantenerse en el poder y la gente se está empezando a desesperar. Necesitan comida y agua".
Otro ciudadano libio ha recorrido en coche algunos barrios de la capital libia y ha relatado lo que ha visto en un foro de expatriados en Internet. Según este testimonio, el acceso a la Plaza Verde, en el centro de la ciudad, está bloqueado por el Ejército. Algunos edificios siguen en llamas y se han levantado barricadas con neumáticos en varias calles. Todavía se ven por algunos rincones retratos a medio quemar de Gadafi y pintadas contra el líder libio. Las gasolineras registran largas colas de gente en busca de combustible. La mayoría de comercios están cerrados y los pocos que están abiertos están desabastecidos de productos de primera necesidad como harina, arroz, tomate, pasta o leche.
El aeropuerto de Bengasi, destruido
La situación también es extremadamente complicada en el este de Libia. El aeropuerto de Bengasi, bastión de la resistencia al régimen de Gadafi, ha amanecido este martes con sus pistas de aterrizaje completamente destruidas e inutilizadas, según ha relatado el ministro egipcio de Exteriores Ahmed Aboul Gheit. Esta noticia, que no ha podido ser confirmada por ninguna otra fuente, es una prueba más de que el régimen de Gadafi ha perdido el control de esa zona del país, y ciudades como Bengasi , Musratha, Tobruk y Sirte han sido liberadas por los manifestantes después de varios días de duros enfrentamientos que han terminado con la estampida de los militares. No obstante, la situación en esa ciudad y en la capital Trípoli sigue siendo muy confusa a estas horas, debido al cerrojazo informativo que ha impuesto el régimen tras someter a su población a un castigo áreo sin precedentes en la historia reciente de este país árabe.
Elisenda López, una catalana que reside en Lugo y que está casada con un británico, explica que su marido está atrapado en Bengasi. "Anoche fue la última vez que hablé con él. Estaba atrincherado con unos italianos en el hotel Al-Hurra", cuenta la pareja de David Livingstone. La embajada británica ya advirtió el sábado de "la extrema peligrosidad de viajar por carretera". Ya que el aeropuerto está destruido, la única opción para ser evacuado es coger un ferry a Malta o arriesgarse a emprender una ruta por carretera hasta la frontera con Egipto.
Ben Wedeman, uno de los pocos periodistas occidentales que ha logrado entrar en Libia, confirma las informaciones sobre la situación en Bengasi. Allí, según este reportero estadounidense de CNN, la oposición ha empezado a organizarse en "comités populares" para paliar la ausencia de autoridad y restablecer el orden después de expulsar al Ejército de la zona. Grupos de civiles sin uniforme y armados con pistolas y fusiles se han desplegado en las calles de las poblaciones del este de Libia mientras los líderes de la oposición se han hecho con el control de la mayoría de la región.
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«En cuanto sales a la calle te disparan» Los testimonios de la población atrapada en Libia
hablan de una violencia salvaje e indiscriminada
Opositores a Gadafi alzan una bandera libia en la parte alta de un edificio quemado
El ex presidente cubano Fidel Castro y el gobernante nicaragüense, Daniel Ortega, se solidarizaron hoy con el líder libio, Muamar el Gadafi, en su hora más difícil desde 1969, mientras desde otros países latinoamericanos se instaba a un cese de la violencia en Libia e incluso a una intervención de la ONU.
L. DE VEGA / ENVIADO ESPECIAL A El CAIRO
Son voces llegadas desde un infierno poblado sólo por el caos y la violencia. Los testimonios de la población atrapada por la represión salvaje desatada por la dictadura hablan de una existencia cotidiana en la que se juegan la vida en cada instante. En cuanto intentan salir de la calle. «Nos disparan solo por caminar por la calle», relata desde la ciudad de Al Bayda, Marai al-Mahri, un libio que perdió a un hermano en estos días de violencia. «Nos están bombardeando con aviones. Nos están matando con tanques. Es algo que nunca podríamos haber imaginado. Lo único que podemos hacer ahora es no rendirnos, no darnos por vencidos», según recoge la agencia Reuters.
Aunque, como la mayoría de los libios entrevistados, Al Bayda no se deja intimidar, ni cree que se pueda retroceder en el pulso mantenido frente a la dictadura. «No hay vuelta atrás. De todas formas todos tenemos que morir. Nos guste o no. Es algo que ningún ser humano podría haber imaginado. Nos estamos quedando sin comida y sin medicinas».
También desde la ciudad de Al Bayda, Sadam, un estudiante de 21 años describe imágenes de brutal represión. «La policía abrió fuego contra nosotros. Mi amigo Jaled fue el primer mártir en caer». Al tiempo que insiste en que la violencia ejercida contra la población fue obra en especial de agentes especiales y mercenarios: «Lo que nos chocó fue haber visto a mercenarios de Chad, de Túnez, de Egipto que hablaban francés y nos atacaban».
La violencia indiscriminada está creando un odio contra el régimen que parece irreversible. Baste con escuchar las palabras de Mohamed Jalaly, de 40 años: «Juro por Dios que Sharon (el ex primer ministro israelí) es preferible a Gadafi. Solo en la calle en la que vivo murieron cinco personas».
«Jóvenes armados» La situación es especialmente delicada para casi el millón y medio de inmigrantes egipcios que trabajan en Libia. Muchos de ellos intentan escapar del país, pero en el camino se encuentran con gentes armadas y saqueadores que siembran el pánico en la actual situación de caos. «Había matones por todas partes que te encañonaban con sus armas en cualquier momento», cuenta Mohamed Baboumi, de 37 años, que había viajado durante 3 días en los que se había encontrado a cada momento a gente armada con intenciones de desvalijarles. «Nos robaban el dinero. Nos lo robaban todo. Y luego nos disparaban. No teníamos ni un momento de tranquilidad. Era imposible. Los matones disparaban, aunque fuese al aire a cada instante.
Otro ciudadano egipcio que intentaba pasar de Bengasi a su país, contaba cómo «en cuanto sales de la ciudad sólo encuentras bandas y jóvenes armados. Las carreteras que rodean a Bengasi son muy, muy peligrosas». Esta ciudad ha sido tomada por la revolución, pero a un altísimo precio de cientos de vidas.
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El régimen libio se resquebraja
Gadafi promueve un clima de guerra civil en las calles para sofocar la revuelta y mostrar fuerza pese a la cascada de dimisiones en el Ejército y el Gobierno.
Las ciudades del este celebran su liberación
Manifestantes y soldados lanzan consignas contra Gadafi en Tobruk
La revuelta libia mantiene el vigor pese a las amenazas pronunciadas ayer por Muamar el Gadafi, el dictador que dirige el país desde hace 42 años. Este miércoles ha quedado patente que el régimen ha perdido el control en el este del país, donde han logrado entrar periodistas a través de la frontera con Egipto. El Gobierno libio, a través del viceministro de Exteriores, ha respondido con nuevas amenazas, señalando que una de las regiones del este del país está bajo control de Al Qaeda y que los reporteros internacionales que han entrado en el país cruzando la frontera se les considera "fuera de la ley" y "colaboradores de Al Qaeda". El régimen, como hizo ayer Gadafi en su discurso, sigue vinculando las revueltas con supuestos elementos terroristas para intentar legitimar así el desmedido uso de la fuerza con el que ha reprimido la protesta.
En Bengasi, la segunda ciudad del país y principal bastión de la protesta, los manifestantes han tomado por completo el poder, según han podido comprobar reporteros de Reuters. Miles de personas ocupan las calles de esta localidad, situada 1.200 kilómetros al este de la capital, Trípoli, y festejan el fin del poder de Gadafi. Este, sin embargo, todavía manda. Y no está dispuesto a ceder así como así, según ha ilustrado está tarde un curioso hecho ocurrido en los alrededores de Bengasi. El diario Quryna -perteneciente a un grupo mediático propiedad de un hijo de Gadafi- informa que un avión militar se ha estrellado a las afueras de Bengasi, sin causar víctimas. El motivo: el piloto y el copiloto del aparato, un Sukoi 22, han saltado en paracaídas para evitar cumplir la orden de bombardear la ciudad.
Pero en Bengasi, con más de un millón de habitantes, la herida de la reciente represión aún está abierta. Un médico francés que ha logrado salir de Libia ha declarado a France Presse que el primer día de revueltas, el 15 febrero, contó en el hospital hasta 75 víctimas mortales. La cifra, según su relato, no dejó de crecer día tras día y, en las jornadas más duras, alcanzó el medio millar. "Creo que en total puede haber más de 2.000 muertos", ha asegurado Gérard Buffet, que a trabajado como médico en la segunda ciudad Libia el último año y medio. La Fwederación Internacional de Derechos Humanos, que agrupa a más de un centenar de organizaciones, ha constatado ya al menos 640 muertos en la zona. De estos, 130 son militares ejecutados por sus militares por negarse a cumplir órdenes.
En la parte oriental de Libia, Bengasi no es una excepción. Testigos y periodistas que han logrado entrar en el país a través de la frontera terrestre por Egipto confirman que la segunda ciudad más importante del este, Musaid, está también en manos de los manifestantes. Y la ciudad de Tobruk, un puerto estratégico en el distrito más próximo a Egipto, es desde ayer rebelde a Gadafi. Los militares decidieron apoyar las protestas y hoy, por primera vez, se han podido ver imágenes en directo de una manifestación anti-Gadafi porque han entrado televisiones internacionales. En el vecino distrito de Derba, la situación puede suponerse la misma, ya que el viceministro de Exteriores libio, Jaled Kaim, ha asegurado que Al Qaeda ha formado allí un emirato islámico. Así lo ha expresado en una reunión con embajadores europeos, detallando además que detrás del movimiento hay un antiguo preso de Guantánamo. En la misma reunión, también ha insistido en que los periodistas que han entrado a Libia desde Egipto serán considerados "colaboradores de Al Qaeda".
Más allá del grado de realidad o fantasía en el análisis de la situación, la insistencia del régimen en vincular cualquier forma de protesta con el terrorismo denota que piensa seguir usando toda la fuerza para acallar las críticas.
También queda claro que el régimen libio se ha resquebrajado ya, pese al durísimo discurso que ayer pronunció Gadafi. Cada hora se alarga la lista de militares, embajadores y altos funcionarios libios que dimiten, encabezados por el destinado en Washington, Ali Aujali, que sigue los pasos de los miembros de la representación libia en la ONU (salvo el titular). Los diplomáticos en Francia y ante la Unesco expresaron su respaldo "al pueblo en esta revuelta contra la máquina de la opresión", si bien no renunciaron. Sí lo hicieron los embajadores libios en Bangladesh e India. Las legaciones en Malasia y Australia emitieron comunicados de condena de la represión.
A última hora de ayer, hasta el ministro del Interior libio y camarada de Gadafi desde los tiempos de la revolución de 1969, Abdulá Yunis, anunció su dimisión y su adhesión a la denominada Revolución del 17 de Febrero, que reclama la salida del dictador. El ministro pidió al Ejército que se sume a los manifestantes y respalde sus demandas "legítimas".
Gadafi promete morir matando
Muamar el Gadafi se aferra rabioso al poder. "Nunca me iré, moriré como un mártir", espetó ayer el dictador en un discurso interminable (75 minutos) en su primera intervención pública en directo desde que, el 15 de febrero, estalló la revuelta en Bengasi, a unos 1.000 kilómetros al este de Trípoli, y que el dictador ya tiene a las puertas de su palacio. Gadafi, de 68 años, instó a los libios a que "le amen" y a hacer frente a "las ratas que siembran los disturbios" en el país. E insistió, colérico: "Si yo fuera presidente os tiraría mi dimisión a la cara, pero yo soy el líder de la revolución, cogeré mi fusil, permaneceré en Libia y derramaré hasta la última gota de mi sangre".
Lleva 41 años, 5 meses y 22 días al frente de Libia y aún se agarra a ese título de "líder de la revolución" que no figura en el protocolo del Estado, pero que, en realidad, le otorga todo el poder. Por eso anunció ayer que "no se retirará como hicieron otros presidentes" árabes, porque él es "el líder de la revolución" y para seguir siéndolo "está dispuesto a purgar casa por casa". Sus palabras, desconectadas de la realidad, recuerdan aquellas pronunciadas por los presidentes tunecino, Zine el Abidine Ben Ali, y egipcio, Hosni Mubarak, días antes de abandonar el poder.
Vestido con una túnica marrón, Gadafi apareció ante las cámaras en un marco cargado de símbolos. Llevaba en una mano su Libro Verde, publicado en los setenta con algunas de sus reflexiones "revolucionarias". A sus espaldas estaba la que fue su residencia, que la aviación norteamericana bombardeó en 1986. Nunca la reconstruyó.
Gadafi advirtió que las personas que se paseen armadas "son susceptibles de ser condenadas a muerte". Anticipando la virulencia de lo que podría ser la próxima ola de represión invitó a los libios "a sacar a los niños de las calles". "Vuestros hijos morirían sin motivo, mientras que los de los líderes del movimiento están bien escondidos en Europa y en Estados Unidos".
A diferencia de los otros jefes de Estado destronados, en su discurso Gadafi apenas hizo concesiones y sí profirió múltiples amenazas contra su pueblo. Reiteró hasta la saciedad que no dimitirá. "No tengo poder", afirmó contra toda evidencia. "El poder está en manos de los comités del pueblo". "¿Queréis que Libia sea como Somalia?", preguntó aludiendo al país más caótico del mundo. Y se contestó a sí mismo anunciando una represión similar a la de la plaza de Tiananmen, en Pekín, que en 1989 costó la vida a cientos de manifestantes. El líder también denostó a sus adversarios. Los jóvenes de Bengasi que convocaron en Facebook el Día de la Ira fueron "engañados", sostuvo. "Son unos jóvenes de 16 a 17 años que se drogan, se emborrachan, y que están manipulados por los agentes de los servicios secretos extranjeros".
Su único gesto apaciguador consistió en anunciar una vaga descentralización del poder, cuyas líneas maestras, precisó, serán explicadas por su hijo, Saif el Islam. Las palabras de Gadafi fueron acogidas con la misma ira que las del hijo, en su discurso televisado del domingo. En Bengasi la imagen del líder, en directo en la televisión, fue proyectada sobre la pared sin ventanas de un edificio, y una multitud la seguía mientras le tiraba piedras, según varios vídeos en Youtube.
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Porque la ONU no condena de una vez por todas al terrorista genocida de Gadhafi?. |
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