A sus 65 años, Nelson Campanioni descarta ser un soñador pero trabaja sin parar en un ambicioso plan de siembra de vegetales en fincas, patios y hasta azoteas, en ciudades y sus alrededores de toda Cuba, pese a las trabas burocráticas, la falta de insumos y la sequía.
"Una revolución agroecológica", dice este guajiro, secretario ejecutivo del Programa de Agricultura Urbana y Suburbana, al estimar el plan estratégico en la reforma agrícola con que el gobernante Raúl Castro pretende superar la deprimida producción de alimentos.
A 30 km al sur de La Habana, en un centro de investigaciones agrícola de Santiago de las Vegas, Campanioni explica que se busca garantizar a cada cubano 300 gramos diarios de vegetales y 60 de frutas, usando tracción animal, sin abonos minerales ni pesticidas químicos.
Todo un reto en un país de 11,2 millones de habitantes, que gasta 1.500 millones de dólares anuales en importar el 80% de sus alimentos y tiene un 50% de tierras sin cultivar, algo insostenible según el mandatario.
El plan, que comenzó a gestarse en 1997 con la visita de Raúl Castro a una huerta de alto rendimiento, recibió fuerte impulso cuando en 2008, tras asumir formalmente el gobierno en relevo de su hermano Fidel, empezó a dar tierras ociosas en usufructo, que hasta ahora suman 1,18 millones de hectáreas.
"Hace tres años funcionaban unas 50.000 fincas, ahora son unas 100.000" en 156 de los 169 municipios de Cuba, 28.000 de las cuales operan en las tierras dadas en usufructo, y para 2015 se espera llegar a 140.000, explicó Campanioni. Entre bloques de edificios de la era soviética, en el populoso barrio de Alamar, este de La Habana, canteros rebosantes de lechuga, remolacha, cebolla y rábano, se erigen como uno de las huertas más exitosas del proyecto, gestionado por una cooperativa. Con 11 hectáreas, entrega anualmente 400 toneladas de vegetales y frutas para unos 100.000 habitantes del este de La Habana, y cosecha hasta 26 variedades de productos -récord difícil en Cuba- según el agrónomo Miguel Salcines, a cargo del "Organopónico de Alamar".
La granja tiene 170 empleados. "Lo que gano me alcanza bien para mantener a mi familia", afirmó a AFP Héctor Espina, de 67 años.
No obstante, a pesar de contar con más tierras, el programa produce un millón de toneladas de vegetales -menos del 10% de la meta- similar a lo obtenido hace tres años debido a los destrozos de tres ciclones en 2008.
Además está el impacto de la sequía, y del embargo de Washington y escollos como los que impiden vender la cosecha fuera de Alamar, alega Salcines.
"Se necesita un sistema de comercialización más dinámico", reclamó Salcines, quien espera que el VI Congreso del Partido Comunista (PCC, único), que debe avalar dentro de unos diez días las reformas de Raúl Castro, aborde el problema.
Aunque el gobierno mejoró el pago a agricultores y autorizó la venta de aperos en una nueva red de tiendas estatales, no están subsidiados y aún faltan muchos insumos.
Campanioni es consciente de que no se puede transformar la agricultura "de un día a otro", pero defiende la viabilidad del plan con la misma pasión que la revolución de Fidel Castro, a la cual agradece que "un guajirito de monte adentro" haya sacado el doctorado en Ciencias Agrícolas en la ex Unión Soviética.
El plan rendirá frutos, dice, porque explota "el potencial productivo que existe en cada lugar", permite al agricultor sembrar lo que quiera y ganar según produce.
"Dirán que soy un soñador", pero "van a ser más de 100.000 productores aportando. ¿Hasta dónde vamos a llegar? Muy lejos", dice resuelto.