Ciudad sedienta
Marta Santos La Habana
Una mala señal. Los prados de la Plaza de la Revolución están secos. No llueve. Un camión cisterna los riega, pero no reverdecen. Las futuras guerras por el agua vaticinadas para el mundo ya tienen lugar, a escala vecinal, en ciertos barrios de La Habana. Cubren una gama de posibilidades. Desde conatos de reyertas a machetazos a combates empapelados en algún juzgado civil.
En La Lisa, al oeste capitalino, dos familias se enzarzaron en una pelea con armas blancas porque una de ellas selló el acceso hidráulico a la otra mediante una acometida clandestina.
"La sangre no llegó al río, pero estuvieron a punto de matarse por una llave de paso", relató un testigo.
No es la primera vez, ni será la última que las broncas vecinales tengan al agua como detonante en una ciudad de más de dos millones de habitantes y un sistema de abasto en estado de decrepitud tecnológica, que no se ha modernizado en décadas, sino sólo zurcido con parches mediante una segmentación de soluciones en el corto plazo.
La empresa Aguas de La Habana, de capital mixto con España, da muestras de incapacidad operacional para imponer una reversión de la crisis.
"Hay que ahorrar", masculló recientemente ante la prensa televisada uno de los directivos españoles. El tono era lastimero.
Hace un par de meses, un boquete en una de las conductoras inundó un tramo de la Vía Blanca, justo en las narices de las oficinas centrales de la empresa. "Esto es puro cinismo", comentó un transeúnte que tuvo que vadear el impetuoso río sobre asfalto para llegar a su casa en El Cerro.
Estadísticas del despilfarro
Hablando en enero pasado en una reunión de balance, la vicepresidenta del INRH, Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, Aymée Aguirre, dijo que Cuba está imposibilitada de utilizar unos 1.300 millones de metros cúbicos de agua en 92 presas por la no terminación o el mal estado de muchos de los sistemas de riego.
Fuentes del INRH aseguran que la capital enfrenta hoy la "situación más crítica del último medio siglo", por las bajas precipitaciones y la fractura de las redes hidráulicas.
La Habana despilfarra el 70 por ciento del agua que bombea por salideros en sus redes, pues las tres cuartas partes de sus casi 2.200 kilómetros se encuentran en mal estado técnico al llevar en explotación más de medio siglo, en el mejor de los casos.
El año pasado, apenas si fueron reparados 82.3 kilómetros. Hay salideros públicos que se mantienen desde hace más de un cuarto de siglo. Ya nadie se molesta en reportarlos. Se asumen como manantiales de la desidia.
"Botar agua nos cuesta 500 millones de dólares anualmente, porque gastamos energía eléctrica para bombearla", calculó en diciembre de 2009 Ramiro Valdés, uno de los vicepresidentes del país, a quien el gobierno encomendó la fiscalización del acueducto de Santiago de Cuba luego de demoras e irregularidades en su construcción.
En agosto pasado, cerca de 30.000 habitantes de barrios situados en el este de La Habana recibían agua potable mediante camiones cisterna. Seis meses después, la población asistida subió a 111.000, extendiéndose la geografía de los necesitados hacia el oeste de la ciudad.
Un spot televisivo pondera la política hidráulica seguida por el gobierno, recordando que en medio siglo la revolución multiplicó 190 veces el agua embalsada. En el mismo canal, media hora después, se pasa otro spot que ilustra la pérdida del 60 por ciento del líquido en las porosas redes y llama al ahorro casero.
Inflación y sequía
Eladio G., residente en un edificio multifamiliar del centro habanero, se queja de que las autoridades trasladen el peso de las responsabilidades al sector doméstico.
"He tenido que reunir seis meses de mi salario para comprar los herrajes del baño", asegura este empleado público. En las tiendas en divisas, el sistema para tanques de inodoro, que debe adquirirse como paquete, y no por piezas sueltas, cuesta un total de 10.10 CUC, más de la mitad de un salario promedio.
Eladio y los vecinos de su edificio enfrentan otro problema. La falta de suministro. "El agua debe entrar en días alternos, pero a veces se saltan el día que toca". Hace una semana, una colecta salvó la situación, comprando por la izquierda un camión cisterna. "Fueron 25 CUC", dice alarmado.
Para colmo de males, dos grifos en su apartamento ya no responden a los remiendos. Eladio está en busca de dos "pilas", de esas "antiguas", porque las "modernas" no hay quien las mire. Cuestan "un ojo de la cara" en las tiendas. En su expedición, se ha topado con una sorpresa: la fuente dedicada al coronel del cuerpo de ingenieros Francisco de Albear, en la calle Monserrate, surte agua luego de décadas de agreste resequedad. Un vigilante custodia el prodigio.
"Por lo menos, ya no morirá de sed", espeta burlón al recordar al autor del primer acueducto de La Habana, la obra ingeniera más importante de la Cuba del XIX y medalla de oro en la Exposición Universal de París en 1878.
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