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General: COSAS que Carlos Hernando dejo en la Habana
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Da: BuscandoLibertad  (Messaggio originale) Inviato: 19/04/2011 13:57
Cosas que Carlos Hernando dejó en La Habanabandera07.gif bandera ondeando image by milla17_photos
 
Carlos Hernando en La Habana
 

Según Winston Churchill, la diferencia entre una democracia y una sociedad absolutista es simple. Para el estadista británico, si a las 7 de la mañana en un país democrático tocaban a la puerta de un ciudadano se podría apostar que era el lechero. Mientras en las sociedades gobernadas por autócratas, cuando se siente sonar el timbre a esa hora échese a temblar: la policía política va por ti.
 
Pregúntenle al periodista español Carlos Hernando, 35 años, si alguna vez había sentido un miedo animal como en la mañana del 7 de abril, cuando fuerzas de la Seguridad del Estado irrumpieron en manada en el cuarto de la casa donde paraba. 
 
“Sólo había dormido tres horas cuando unos señores descompuestos me despiertan. Entré en pánico. Imagínate, cuatro tipos con cara de pocos amigos con unas manos deformadas por la práctica de ejercicios marciales dentro del cuarto donde dormía, conminándote con voz amenazadora que me vistiera de prisa y recogiera mis pertenencias. Nunca en mi vida había sentido tanto miedo”, cuenta Hernando horas antes de tomar el avión de vuelta a Madrid.
 
Carlos Hernando ha reportado en duras condiciones desde el desierto del Sahara y entre cohetes que vuelan por encima de su cabeza en Haifa, pero ese día, en 5 minutos, percibió cómo un gobierno ha podido tener amaestrado a sus ciudadanos en estos 52 años.
 
Lo trasladaron en un coche chino a una dependencia oficial en el barrio del Vedado. Tuvo que soportar interrogatorios de 5 horas, donde la estrategia a seguir, fue la del policía bueno y el malo. Uno grueso y con pinta de villano solamente despegaba sus labios para, con un dedo desafiante, recordarle que Alan Gross, el contratista estadounidense estaba tras las rejas por 15 años. El otro, trigueño y moderado, se las deba de cordial.
 
Los de la Seguridad lo sabían todo. Ya desde meses antes le habían enviado a Carlos varios mensajes de miedo y se percatara que estaba en la mira de los servicios especiales de Castro.
 

Los recados para provocar paranoia entre extranjeros que hacen periodismo sin permiso desde Cuba suelen ser muchos. Igual te pinchan los neumáticos del auto, que averiguan donde te hospedas y a la luz del día tiran fotos del lugar.
 

Ya Carlos sentía sobre su nuca el aliento de la policía política. Cierta noche, al entrar a la casa donde estaba alquilado desde un coche negro le encendieron los focos y lo orientaron fijamente en su cara. Por teléfono recibía llamadas raras.
 

Los agentes de la inteligencia en la isla se personaron en el local donde el periodista español había alquilado una moto para trasladarse por la ciudad. Existían indicios claros que la labor de Hernando disgustaba sobremanera a la Seguridad.
 
Y se decidieron a jugar duro. Carlos, quien ha visitado Cuba seis veces y reportado un abanico de noticias que van desde una violación sexual a un joven recluso en una cárcel de Cienfuegos, entrevistas a blogueros y disidentes, hasta un cortometraje de 16 minutos al opositor Guillermo Fariñas en Santa Clara, nunca se había acreditado como reportero.
 
Era perder el tiempo. Desde el mismo momento que usted solicita credenciales en el Centro de Prensa Internacional, su labor será  monitoreada por la Seguridad del Estado. Y en caso de publicar alguna historia o nota informativa que las autoridades consideren inaceptable, te echan del país.
 
La gota que colmó la copa de paciencia a los hombres de verde olivo quizás haya sido una entrevista de Hernando al recién liberado médico disidente Oscar Elías Biscet.
 
Durante las 5 horas en la dependencia  policial, bajo una metralla de preguntas, descalificaciones groseras contra sus amigos cubanos y la desfachatez de sus interrogadores que consideran que Cuba es la nación líder en materia de derechos humanos, nunca hubo un procedimiento jurídico ni se le presentó ningún documento oficial que atestiguara los motivos por el cual lo deportaban a España. Se le dijo que “si escribía bien sobre Cuba, podremos considerar en el futuro la autorización a entrar al país”.
 
Así no más. Recoge tus cosas y en 48 horas no te queremos en La Habana. Actuaron de la mejor manera que saben hacerlo. Pisoteando olímpicamente los estatutos previstos por las propias leyes cubanas.
 
Ese es un punto preocupante. Los agentes de la Seguridad  actúan como los dueños de la nación. Hace unos minutos hablé con Hernando por teléfono y me contaba de la primavera en Madrid. Poco a poco volvía a su rutina. La del café cargado antes de ir al trabajo y su tortilla de patatas. Ir al Bernabeu a ver jugar y ganar a su Real Madrid.
 
A nadie le gusta que lo boten de un país. Sobre todo de malas maneras. En La Habana, Carlos dejó a un grupo de amigos en estado de sitio perenne que le echan mucho de menos. También quedaron truncada ilusiones y proyectos profesionales.

Sí, Carlos, siempre algo se perdió en Cuba.


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Da: BuscandoLibertad Inviato: 19/04/2011 14:08
 
'Tranquilos, compañeros.bandera07.gif bandera ondeando image by milla17_photos ¡Ya me he ido!'
 
Carlos Hernando en una fotografía de su facebook
Carlos Hernando en una fotografía de su facebook
 
*Uno solo piensa que le quieren culpabilizar de ser un hombre libre
*Quisieron hacerme creer que era un delincuente y un enemigo del Estado
*Sólo espero que cuando llamen a tu puerta no sean cuatro agentes del Estado
Por Carlos Hernando | Madrid
Acabo de ser deportado y amenazado con 15 años de cárcel por dos hombres vestidos de civil que dicen hablar en nombre del Estado cubano.
 
Según estos hombres, mis delitos fueron: escribir varios artículos periodísticos, producir un cortometraje sobre Guillermo Fariñas y grabar un disco en un estudio de músicos contestatarios. Este es el relato de los hechos:
 
El pasado jueves 7 de abril, cuatro militares de la Seguridad del Estado cubano se presentaron a las siete de la mañana en la habitación que ocupaba en una casa del barrio habanero de El Vedado.
 
Me ordenaron que me vistiera y que recogiera todas mis pertenencias. Las dos mujeres de la casa donde vivía se ocuparon de hacer las maletas. Tuve intención de hacer una llamada con el teléfono móvil pero los agentes me ordenaron que apagara el celular. Me dejaron incomunicado e indocumentado tras arrebatarme mis dos teléfonos móviles y mi pasaporte.
 
Antes de salir de la casa, me tomé un café y pedí a la mujer de la vivienda que me diera una aspirina. Estaba un poco aturdido ya que había dormido solamente tres horas. En vez de la aspirina, me dio un fuerte sedante sin yo saberlo, como más tarde me confesó.
 
Tras tomarme el sedante, sin duchar y después del café, los agentes me ordenaron subir a un coche oficial donde me acompañaban tres agentes más. Me condujeron a unas dependencias de la Seguridad del Estado en el barrio de Nuevo Vedado. Al llegar al lugar, me metieron en un garaje donde empecé a descargar todas mis pertenencias.
  
Allí me cachearon y después me llevaron a una sala donde hacía mucho calor. Estuve esperando varios minutos. Al rato, entraron dos agentes de la Seguridad del Estado cubano vestidos de civil. Uno se hacía llamar Manuel y el otro Juan Carlos. Apagaron el aire acondicionado y comenzó un interrogatorio sin prisa y sin pausa de cinco horas. Empezaron las amenazas.
 
Manuel: A Alan Gross -contratista norteamericano encarcelado en Cuba desde hace más de un año- le hemos metido 15 años de cárcel. Eres un enemigo del Estado cubano. Si no cooperas, te mandamos a los tribunales y a la prisión.
 
Juan Carlos: Tiene usted que contarnos todo lo que sepa sobre sus actividades contrarevolucionarias.
 
Las primeras amenazas siempre son duras. Los ciudadanos de los países libres están acostumbrados a lidiar con miembros de las fuerzas de la Seguridad del Estado pero no con hombres vestidos de civil que dicen hablar en nombre del Estado cubano y que utilizan el chantaje y las amenazas para infundir el miedo en un ciudadano extranjero cuyo único delito es haber ejercido el periodismo sin la acreditación oficial.
 
Juan Carlos: Si usted es periodista, ¿por qué no se acreditó en el Centro de Prensa Internacional?
 
Le digo que no merece la pena ese trámite ya que el Estado cubano no acredita a los medios de prensa que no piensan como ellos quieren. Le recuerdo además que yo en mi sexto viaje a Cuba estaba enfocado, ante todo, en la producción de un disco con músicos cubanos en un estudio de una banda contestataria. Ese era el problema.
 
Mis amistades en Cuba: Ciro Díaz, músico, Claudia Cadelo, bloguera, Iván García, periodista independiente, Juan Juan Almeida ... Lo primero que hacen es denigrar a mis amistades desde todos los ángulos. Descalifican a mis amigos. A continuación me enseñan un informe con algunos de mis trabajos periodísticos.
 
Juan Carlos: pero, ¿por qué no entrevistaste a nadie del Partido Comunista?
 
Le digo que me gustaría entrevistar a Raúl Castro, jefe del Estado Cubano.
 
Juan Carlos: Nunca, usted nunca podrá entrevistar a Raúl Castro.
 
Le respondo que esa es la razón por la cual no me acredito en el Centro de Prensa Internacional. Porque estaría haciendo siempre lo que ellos quieren. Y le digo que yo me siento un hombre libre.
 
Juan Carlos: ¿Por qué entrevistó a Guillermo Fariñas si es un loco?
 
Le respondo que Guillermo Fariñas no es un loco, es un patriota que luchó por su país. Y me responde que fueron muchos los que lucharon en Angola. Y le recuerdo que a Guillermo Fariñas le hirieron en combate.
 
Luego empezaron a reprocharme que había entrevistado a Oscar Elías Biset. Creo que ningún estado debe dictar ni a sus ciudadanos ni a los ciudadanos extranjeros con quien pueden o no reunirse o quien deben o no entrevistar.
 
Juan Carlos: Tiene usted vínculos con el ex-presidente Jose maría Aznar?
 
Le respondo que no. Y así decenas y decenas de preguntas. En un momento dado, me preguntan si he hablado con Claudia Codelo antes de ser detenido. Le digo que no. En ese momento, intuyo que mi detención ha salido en la prensa internacional gracias a la movilización de mi amiga bloguera.
 
Eso me tranquiliza. Las preguntas pasan a ser de tema político y sobre el fútbol y sobre mi equipo preferido, el Real Madrid. Juan Carlos empieza a intentar caerme bien. Me recalca que me han tratado bien.
 
Le digo que no. Que no creo que aparecerse con cuatro agentes y despertar a un ciudadano de su cama sea un trato afable. Me asegura que sí me han tratado bien ya que en Cuba no se tortura. Le respondo que en Cuba se ha torturado y mucho. El interrogatorio empieza a decaer y me preguntan por mis amistades.
 
Me quedo callado y le digo que sobre ese tema no voy a hablar. En ese momento, me doy cuenta que han aterrorizado a mi círculo más personal. Algo difícil de olvidar. Van terminando su trabajo. Les digo que si yo fuera cubano me preocuparía por evitar que una parte importante de la población cubana se tenga que prostituir para sobrevivir.
 
Juan Carlos: La prostitución existe en todos los países.
 
Le respondo que no como aquí, en Cuba, donde el índice es altísimo. La mayoría de los cubanos se quieren ir del país, la economía está arruinada y las nuevas reformas no se saben donde conducirán al pueblo. Está a punto de terminar el interrogatorio.
 
Juan Carlos: Cuando vuelva a España, díga al mundo que CUBA SABE DEFENDERSE.
 
Enhorabuena, Juan Carlos. Que gran victoria de la seguridad del Estado. Cuatro agentes sin una orden de deportación amenazando con 15 años de cárcel a un hombre indefenso que tiene enfrente a toda la maquinaria de un estado totalitario que lleva 53 años oprimiendo a su gente.
 
Concluye el interrogatorio. Me dicen que tengo 48 horas para abandonar Cuba o de lo contrario me meten en la cárcel. No me dan ni un papel que certifique mi detención, interrogatorio y posterior expulsión del país. En el país de los papeles, no había uno para mí.
 
Manuel: Eso depende. Si te portas bien y hablas bien de nosotros cuando llegues a España (¿quienes son nosotros?) te dejaremos volver a Cuba.
 
Cuatro agentes me conducen a mi nueva casa. Me devuelven mi pasaporte y mis teléfonos móviles. Enciendo mis teléfonos. Me llama Claudia Codelo e Iván García. Me preguntan si estoy bien.
 
Se cortan las dos llamadas al cabo de unos 20 segundos. Los aparatos de la seguridad del Estado tienen interceptados mis dos teléfonos móviles. Voy a la embajada de España a pedir amparo.
 
Entro. Me encuentro en territorio español. No me pueden hacer nada. Me recibe el Policía Nacional de la entrada y le expongo mi situación. Me dice que me vaya del país, que es lo mejor que puedo hacer. Me dice que vaya al consulado. Salgo a la calle. Otra vez en suelo cubano. Voy a la puerta del consulado y me piden que espere. La espera se hace eterna.
 
Una de las últimas órdenes que me dieron los dos hombres vestidos de civil que me interrogaron era que no hiciera nada que les molestara, entre esas cosas, hablar de lo ocurrido. Tras 10 minutos esperando en la puerta, me voy. Vuelvo al estudio donde grababa el disco y tras explicar lo ocurrido a mis amistades, Ciro Díaz y yo decidimos grabar una canción dedicada a los agentes de la Seguridad del Estado.
 
Tras vivir las amenazas de esos hombres vestidos de civil, uno solo piensa que le quieren culpabilizar a uno de ser un hombre libre. Nunca había experimentado la sensación de terror que pueden infundir los agentes de una dictadura. Ahora ya lo sé.
 
Por eso, agradezco haber nacido en una democracia donde se garantizan la libertad de expresión y de reunión. Nunca me harán sentir culpable de ser un hombre libre. Quisieron hacerme creer que era un delincuente y un enemigo del Estado cubano. No lo soy. Solo soy un hombre que escribe, que filma documentales y hace canciones.
 
Infunden miedo. Todos los represores son siempre iguales. Llevan el miedo en la cara. Esa es su única arma. El terror contra la pluma. He estado viviendo 8 meses en Cuba. Dejo una segunda casa que ya extraño, dejo muchos amigos a los que ya echo de menos y un disco que tendré que terminar.
 
Felicidades, Manuel. Felicidades, Juan Carlos. Ha sido una operación limpia y exitosa. Raúl Rivero tenía razón. Las ruinas de Cuba están seguras. Tranquilos, compañeros. Ya me he ido.


 
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