Abajo la homofobia
Por Pedro Roig
Es oficial, más de 300 cubanos, en su mayoría homosexuales, marcharon contra la homofobia por las calles de La Habana. En un giro de 180 grados, el castrismo abandona la gastada intolerancia anti-gay. Para el Che Guevara, abanderado de la ingeniería social y del hombre nuevo, esta apertura hubiera sido una pésima noticia.
El anuncio de que la revolución canceló la vieja práctica de perseguir y castigar a los homosexuales le correspondió a Mariela Castro Espín, la segunda hija de Raúl Castro y Vilma Espín. En el mundo que profesa el respeto a las libertades individuales, la noticia fue bien recibida. ¡Ya era hora! A Mariela, como a su tío Fidel, le gusta la publicidad pero ella, a diferencia de la patológica crueldad de su tío, usó su influencia para poner fin a esos decrépitos prejuicios revolucionarios.
La realidad es que cada día se reduce lo que predicó Fidel. Nada se salva del naufragio. Todo se cae en pedazos. Lo que le falta por decir antes de su esperado y lentísimo fallecimiento es que se equivocó y que el socialismo marxista es un colosal desastre. Lo dudo. Eso sería pedirle demasiado al tirano que repartió por igual miseria y terror.
Para Fidel la homofobia fue una trinchera, casi inexpugnable, hasta que se dio cuenta de que en el siglo XXI era una pésima referencia publicitaria para su deteriorada imagen mundial.
A partir de la marcha pro-gay de Mariela, Fidel no quiere que le recuerden el proyecto de ingeniería social, ni que le mencionen al Che Guevara ni su plan de crear el hombre nuevo. Ahora a borrar esa página de la historia. Porque en eso de borrar páginas de la historia son muy eficientes. Tal vez esa es de las pocas cosas que hace bien la revolución.
Pero para miles de gays cubanos la rectificación del error homofóbico llega medio siglo tarde. Como fue el caso de la UMAP (Unidad Militar de Apoyo a la Producción), donde el proyecto de reeducar a los homosexuales alcanzó niveles de extrema crueldad. Tarde, muy tarde, llegó para Reinaldo Arenas, uno de los mejores escritores de su generación.
En Reinaldo Arenas se puede sintetizar la tragedia gay en la Cuba socialista. El novelista no ocultaba su preferencia sexual. Pero para Fidel Castro, Ramiro Valdés y el Che Guevara, dueños de una patológica obsesión homofóbica, la revolución carecía de tolerancia para los homosexuales.
El Che, icono de los t-shirts turísticos, tenía la certeza de que un ambiente de masculina dureza y disciplina transformaría a los gays en heroicos soldados de sus guerras internacionalistas.
Reinaldo Arenas no quería ser, como pedía el Che, “una fría máquina de matar”. El era pacifista, hedonista y escritor. En la popular película Antes que anochezca, Javier Bardem interpreta a Reinaldo Arenas y logra con su magistral actuación recoger la dolorosa vivencia del genial escritor en la Cuba de los Castro, donde su rebeldía gay le costó la cárcel.
Cuando después de terribles vejaciones lo ponen en la calle, Arenas se ocultó en el parque Lenin. Siempre escondido escribió y sobrevivió hasta que un día feliz llegó la flotilla del Mariel y se escapó del “paraíso”. En Cuba quedaba la más feroz fobia contra los homosexuales. Cincuenta años les tomó reconocer el error.
El escritor enfrentó los prejuicios, entendió que para el futuro no hay paradigma y que la rebeldía exige más riesgo y valor que la sumisión. Como diría Arenas: ¡En Cuba hay mucho que cambiar!