EL SUICIDIO PERUANO
Por Gabriel Astengo
¡No! no es el título de un artículo impresionista, ni siquiera pesimista, es solo la triste realidad. La gran mayoría del pueblo peruano, por muy pequeño margen, acaba de asesinar su propio sistema democratico. Será una muerte lenta y dolorosa, pero segura. Han sido unas elecciones relativamente limpias y con muy pocos incidentes desagradables. Los peruanos se pronunciaron voluntariamente y lamentablemente han sucumbido a los "cantos de sirena" de un enajenante populismo castro-chavista, preconizado por su discípulo peruano más aventajado, el ex-golpista fascistoide, Ollanta Humala.
¿Quién o quienes son los culpables de este desenlace?
Hay varios culpables, entre ellos, la falta de una legislación continental que sancione y limite las posibilidades de un golpista de postularse a la presidencia de un país determinado, la ignorancia y el resentimiento de una masa indígena expoliada y humillada por siglos, la corrupción rampante dentro de los anteriores gobiernos electos democráticamente, el inmenso abismo económico entre los sectores más humildes del pueblo y las clases más privilegiadas del país, la carencia total de escrúpulos en intelectuales, que como Mario Vargas Llosa. Pesaron más el rencor y el odio contra un candidato presidencial, que el amor a su propio pueblo, la inconsistencia política de un ex-candidato, que como Alejandro Toledo, después de no lograr salir electo en la primera vuelta de los comicios, optó con una irresponsabilidad sorprendente, "romper lanzas" a favor de un ex-golpista fraticida, la polarización del espectro político entre derechas e izquierdas, sin un centro poderoso o al menos confiable para los electores. Todos estos, son solo algunos de los tantos factores que arrastraron al pueblo peruano a este suicidio colectivo y que sirvieron de "caldo de cultivo" al triunfo de la opción de los anti-democráticos históricos.
Nadie escarmienta por cabeza ajena, dice un viejo refrán, no importa que los cubanos libres hayamos "predicado en el desierto" a nuestros hermanos latinoamericanos, cumplimos con nuestras conciencias y eso es lo más importante. Ahí está de muestra simple el caso venezolano, nos creían paranóicos, y hasta el día de hoy, el castro-chavismo lleva varios años desgobernando a ese país ante la inoperancia de una oposición acéfala e incapaz. Parece ser que cada país debe de pagar por sí mismo su cuota de sangre, sudor y lágrimas ante este tipo de sistemas totalitarios, para tener plena conciencia de la desgracia en la que cayeron. De nada valieron nuestras advertencias. Lo terrible es que al despertar esos pueblos del "sueño idílico", el costo sería sumamente alto para sacudirse ya las cadenas. Así, que ni modo amigos, tocarían a estos pueblos pagar su "karma" o sus propios errores.
Esta experiencia no es nada nueva, sobran los casos de los que llegan al poder por vía democrática y después del triunfo la asesinan, desde ese mismo poder. El ejemplo más clásico es el de Adolfo Hitler, en la culta y milenaria Alemania.
No pasará mucho tiempo en oir las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos, las justificaciones de que "yo no lo sabía", las restricciones a la economía, la división de las familias y el éxodo de miles de peruanos.
Esas películas repetidas llevamos viéndolas los cubanos hace más de 52 años. Solo nos queda decir, aunque parezca cruel: "el que guisa su carne ¡¡que se la coma con papas!! ¡Buen provecho!