Juanes ya se va
Por Luis Cino Álvarez / LA HABANA, Cuba, julio
Se anunció que el cantante colombiano Juanes se retira por dos o tres años. Eso, si se decide a volver alguna vez a la música. Dicen que tiene problemas personales y está muy deprimido, entre otras cosas, porque las ventas de sus últimos discos fueron decepcionantes, a pesar de la mano que le tiró Juan Luis Guerra y de lo mucho que se esforzó por sonar como Carlos Santana.
Juanes se propuso masticar un bocado mucho más grande que su boca. El ropón de superestrella siempre le quedó grande. Por mucho que lo propulsaron y que se auto propulsó, no pudo ser la versión masculina de Shakira. Y eso que si algo no le faltó fue propaganda, sobre todo en el año 2009, cuando quizás bien intencionado, pero ingenuo en política, le dio por hacer el concierto Paz sin Fronteras en La Habana, nada menos que en la tristemente célebre Plaza de la Revolución.
Algunos de sus vecinos cubanos de Miami lo acusaron de “cómplice de la dictadura”. Mientras, los que estaban a favor del concierto, hablaban como si se fuera a producir la segunda venida del Señor.
Se sabe lo demasiado apasionados que somos los cubanos. De ahí las camisas negras quemadas en la Calle 8 y los CD rotos a mandarriazos. Y lo que es peor: las supuestas amenazas, que de ahí no pasaron. Fue sólo ruido, pero sirvió al régimen cubano, campeón continental de la intolerancia, para acusar de intolerante, una vez más, a “la mafia anexionista de Miami” y sacar lascas propagandísticas al concierto en la últimamente sub-utilizada Plaza.
El concierto Paz sin Fronteras del 20 de septiembre de 2009 fue sobredimensionado desde que se concibió. Allá el que se creyó lo del más de un millón de asistentes, que si uno saca bien la cuenta, no caben en la Plaza y sus alrededores ni encaramados en los árboles y las azoteas, que no fue el caso, porque la policía y la Seguridad del Estado mantuvieron un orden y una vigilancia impecables.
Fue un concierto aburrido y dejó mucho que desear. Otras veces vinieron a Cuba artistas de más calidad y no armaron tanta alharaca como los que aceptaron la invitación de Juanes a su aventura habanera, que no eran nada del otro mundo. Silvio Rodríguez, los Van Van y Carlos Varela aventajaron ampliamente a los artistas extranjeros. Los únicos famosos (o que alguna vez lo fueron), aparte de Juanes, eran Víctor Manuel y Miguel Bossé, cuyo mejor momento pasó hace ya mucho tiempo.
Olga Tañón, bastante cursi y pasadita de libras y lágrimas, que siempre canta en sus conciertos dos o tres canciones de Celia Cruz, no tuvo la decencia de cantarlas en la ciudad donde nació La Reina y a la que nunca le permitieron volver. Sus colegas la secundaron en el lagrimeo, pero tampoco se atrevieron a demandar por las libertades políticas y los derechos humanos de los cubanos.
Y uno se pregunta, casi dos años después, ¿para qué sirvió entonces la edición habanera de Paz sin Fronteras? Tal vez esa sea una de las frustraciones de Juanes, que no consigue cambiar el mundo, ni llegó a ser Bono, por mucho que lo intentó. Mientras, en un clásico ejemplo de justicia poética, el verdadero Bono, el de U2, homenajea en un concierto de Miami a Oscar Elias Biscet y dice que pronto Cuba será libre.
Pero la cosa no es como para retirarse. ¿Por qué no organizar conciertos por la paz, por ejemplo, en Trípoli, la Franja de Gaza o la frontera afgano-pakistaní?