'Irene' cierra Nueva York
Manhattan se blinda ante la peligrosa caricia de Irene
Durante el fin de semana se suspenden los vuelos de entrada y salida de la ciudad,
el sistema de transporte público, cierran puentes y túneles, y se anula todo espectáculo
*Los principales aeropuertos cerrarán sus pistas a las llegadas desde mediodía
*El huracán pierde intensidad pero podría recobrar fuerza si no toca tierra
María Ramírez | Eduardo Suárez | Nueva York
Nueva York se prepara para un fin de semana marcado por un nombre de mujer que desde hace tres días susurra desde los medios de comunicación a los oídos de los neoyorquinos y pronto se transformará en una voz huracanada dispuesta a dejar una huella violenta en la ciudad.
Sólo cuatro días después del terremoto, Nueva York se empieza a cerrar a la espera de 'Irene'. Todas las líneas de metro, autobús y tren se interrumpirán desde el mediodía. Se suspenderán los partidos, los estrenos de Broadway y las obras, incluidas las de la Zona Cero. No sonarán las notas de la ópera al aire libre en la plaza del Lincoln Center. Cerrarán todos los Starbucks de la ciudad. Y hasta la tienda de Apple de la Quinta Avenida, que siempre abre 24 horas.
La ciudad está acostumbrada a los sustos, pero no a la tensa espera de una catástrofe natural prevista. El alcalde de la ciudad, Michael Bloomberg, ha ordenado la evacuación de 250.000 personas antes de las cinco de la tarde (once de la noche en España), sobre todo en las zonas costeras del archipiélago que es la ciudad.
Las islas que forman Nueva York (sólo el Bronx está unido al continente) estarán casi aisladas durante 24 horas. Los cinco aeropuertos de la zona se han cerrado, incluido el JFK donde llegan la mayoría de vuelos desde España. Los puentes que unen Manhattan con el resto de la ciudad interrumpirán también el paso si el viento supera los 96 kilómetros por hora de manera sostenida. Según los últimos pronósticos, los vientos pueden llegar a 130 kilómetros por hora.
El huracán ha perdido intensidad en las últimas horas y ha sido degradado de categoría 3 a 2 en una escala de 5. Pero puede recobrar fuerza según ascienda hacia el noreste. Sobre todo si llega a Nueva York sin haber tocado tierra.
Amenaza de apagones y cortes de agua
El principal factor de caos serán los cortes de agua y de luz, que pueden durar varios días en una ciudad propensa a los apagones. Aquí la luz deja de funcionar con frecuencia durante los veranos tórridos por la sobrecarga de la red y el mal estado de las infraestructuras.
Los neoyorquinos lo saben y por eso inundaron los supermercados en busca de garrafas de agua, y las ferreterías en busca de linternas y bolsas isotérmicas. Al anochecer del viernes, la tienda de electrónica de la calle 108 informaba en un cartel de que se le habían agotado los cargadores de teléfono y las radios de bolsillo. Y las botellas de agua y de leche volaban del supermercado Gristedes. En la misma acera de Broadway, una docena de clientes arramplaban con las últimas linternas de una tienda del barrio.
Aunque en el centro de acogida del Colegio Juana de Arco de la calle 93 aún son escépticos sobre la magnitud de la tormenta. "Yo creo que no vendrá tanta gente. Sólo es porque el alcalde no quiere meter la pata esta vez", dice uno de los policías en referencia a la parálisis de la ciudad este invierno por una tormenta de nieve.
La mayoría de los neoyorquinos vive en edificios altos y eso los hace más vulnerables al azote de la tormenta. El viernes los conserjes se afanaban por transmitir consejos a los residentes para intentar reducir al mínimo los daños que se avecinan. En un edificio de 18 pisos en Broadway, varios carteles advertían a los vecinos de que se quedarían sin agua caliente y les pedían que cerraran bien todas las ventanas y se pertrecharan de agua, linternas y comida no perecedera.
El alcalde Michael Bloomberg intentó convencer a los neoyorquinos de la gravedad de la emergencia a base de visitar las zonas costeras y calentar su cuenta de Twitter con mensajes de advertencia para sus conciudadanos. Al atardecer, Bloomberg visitó el centro de evacuación de la Newcomers High School en el distrito de Queens e intercambió unas palabras con los policías. "Por ahora ha sido la única visita", explicaba unos minutos después un agente orondo a este diario, "¿quien va a venir a pasar la noche aquí si fuera hace calor y la tormenta no ha llegado? Aquí tenemos unas 50 camas y más comida de la que puedan comer. Pero supongo que vendrán mañana. Esta noche la pasaremos solos".
Evacuación obligatoria de 250.000 personas, clausura del sistema de transporte público, cierre de puentes y túneles, suspensión de espectáculos teatrales, musicales, cines, museos y tiendas... Nunca antes los responsables de la ciudad habían tomado medidas tan extremas ante un fenómeno que raramente afecta a la costa este y que ante la llegada de Irene ha convertido en ley el dicho popular más vale prevenir que curar. En la memoria de todos, por supuesto, el huracán Katrina y la catástrofe que desencadenó a su paso por Nueva Orleáns en 2005, donde las medidas de prevención fueron escasas y aún más torpe fue la falta de reacción posterior de las autoridades tras la rotura de los diques que inundaron la ciudad, provocando la muerte de casi mil personas.
"Nunca hemos ordenado una evacuación y no lo haríamos si no pensáramos que la tormenta es potencialmente muy peligrosa", declaró el alcalde Michael Bloomberg en una rueda de prensa en la que en tono solemne aseguró: "Esperamos que no ocurra pero nos preparamos para lo peor".
Cerca de 250.000 personas, incluidos los residentes del distrito financiero de Manhattan y la mayoría de los que habitan en la llamada Zona A (zona con peligro de inundación), es decir, zonas costeras de los barrios de Brooklyn, Queens, Bronx y Staten Island, tendrán que haber dejado sus casas antes del sábado a las cinco de la tarde. Para ello la alcaldía ha pedido a los ciudadanos que busquen refugio entre amigos o familiares que residan fuera de las zonas de riesgo o acudan a alguno de los centros de acogida habilitados por toda la ciudad. Además al menos cinco hospitales y varios asilos situados en zonas de riesgo ordenaron la evacuación de todos sus enfermos.
La subida del nivel del mar ante la llegada de un huracán unida a las altas mareas de esta época del año en Nueva York forman un cóctel explosivo para una ciudad que cuenta con diversos barrios artificiales, que le fueron arrancados al mar hace siglos, como la zona de Battery Park o la Zona Cero, en la isla de Manhattan. Allí, en medio del frenesí constructor con el que la ciudad se enfrenta a los preparativos del décimo aniversario del 11S, el viernes se tomaban todo tipo de precauciones para evitar los efectos de una posible inundación en el memorial del 11S, cuya construcción a contrarreloj se verá paralizada por el huracán.
Más allá de los efectos del viento y la lluvia lo que más temen los responsables de la ciudad es una inundación como la que en 1821 afectó al bajo Manhattan, donde el agua del río Hudson subió cuatro metros en apenas una hora, inundando toda la ciudad al sur de la calle Canal o como la que llevó más de un metro de agua a Times Square en 1944. Además del metro, todo el sistema eléctrico está bajo tierra y por tanto si Nueva York se inunda el mayor peligro es quedarse sin electricidad, con todo lo que eso implica en el siglo XXI. Y no hay que olvidar que todos sus aeropuertos están a escasos metros del mar, por lo que las comunicaciones con la ciudad podrían quedar colapsadas durante días -de momento todos los vuelos de entrada y salida a la ciudad del sábado y el domingo se han suspendido-.
Aunque el potente huracán no lanzará su artillería de agua y viento contra la ciudad hasta el sábado por la noche, metro, autobuses y trenes dejarán de funcionar paulatinamente a mediodía, algo que afectará a los siete millones de personas que diariamente utilizan el transporte público en Nueva York. "No podemos garantizar la seguridad de los ciudadanos que utilicen el metro así que cerrarlo es una medida de precaución", anunciaron desde la alcaldía.
Pese a ser uno de los epicentros de la modernidad planetaria, cuando en Nueva York caen cuatro gotas la ciudad se colapsa: las calles, llenas de socavones y con un alcantarillado obsoleto, se convierten en ríos y es habitual que algunas estaciones de metro tengan que cerrarse a causa de la lluvia. Por eso ante la llegada de Irene, la perspectiva se presenta bastante negra. Y lo peor, según algunos expertos, no son los daños que podría causar la tormenta si no la falta de costumbre de los neoyorquinos ante un huracán de estas características. Según Nicholas Koch, un sociólogo experto en huracanes "el mayor peligro para la ciudad son los propios neoyorquinos. Se creen que lo han vivido todo pero nunca han estado en el ojo de un huracán y no saben la fuerza que puede desencadenar".
No obstante, el bombardeo informativo ha sido tal que los neoyorquinos han tomado precauciones claras: ayer las pilas y el agua volaban a toda velocidad de la droguería Duane & Reade de Times Square, una zona transitada principalmente por turistas y oficinistas y donde una de las empleadas aseguró a este diario: "Ha sido un día agotador. No ha parado de venir gente. Creo que se han tomado muy en serio esto del huracán