Por Teodoro Herrera Acosta, 10 de mayo de 2011
No lo conocía. Nicolás Dorr llegó avalado por el genio de su dramaturgia, muy cubana. Fue un encuentro rápido. Sus respuestas tuvieron la solidez de su personalidad y universo creativo.
Llegó vestido sencillamente: camisa de mangas largas, sin corbata. Mientras hablaba bebía a sorbos agua mineral. No fuma. Miraba todo a su alrededor. La entrevista se caracterizó por la sustancia de su naturaleza humana. Primero, la impresión de sus ojos azules que indagadores desbordan los lentes, después, el discurso de su intelecto.
La empatía vino enseguida. En pocos minutos surgió ese sentimiento que se experimenta al conversar con una persona que conocemos hace muchos años.
“Soy un autor que prefiere la nocturnidad para escribir. En la noche se liberan todos los duendes. Absolutamente decimonónico me califico, pues escribo con tinta sobre el papel. Ante una pantalla mis personajes se bloquean. Ellos necesitan el nervio en mis manos moviendo el bolígrafo y escribiendo lo mismo acostado, que en el piso, preferiblemente soy un escritor horizontal”, así empieza nuestra plática con este habanero de 65 años de edad.
Quizás para Dorr, este 2011, sea un año de grandes acontecimientos: medio siglo de su primera pieza teatral Las Pericas, el merecimiento de nuevos premios, un estreno teatral, la producción de su segunda novela y la realización cinematográfica de su Mejilla con mejilla. El filme, dirección cinematográfica de Delmo Aquino con el guión de Dorr, tendrá como protagonistas a Rosa Fornés y Jorge Losada, y constituye la cuarta obra que traza el dramaturgo para la Fornés, su gran amiga, y “la más grande actriz del teatro en Cuba”.
Dorr no tiene musas, a pesar de haber hecho cuatro personajes a la gran vedette de Cuba. “Primero, le hice el personaje de Violeta Álvarez en Confesión en el barrio chino, después Lucinda Galván la cantante, en Vivir en Santa Fé, posteriormente, nació Mirna, una ex modelo retirada en Nenúfares en el techo del mundo, y ahora, La Estrella”.
“La sinopsis de Mejilla con mejilla es una anécdota sencilla. Es una estrella del mundo del espectáculo, que en su camerino tiene una disputa con su estilista, quien la ha acompañado desde su juventud hasta ese momento, cuando ya son personas muy mayores. Ella está haciendo sus últimas presentaciones. Hay un secreto guardado entre ambos que constituye el gran punto de giro en la pieza”.
Para Nicolás Dorr no hay esquemas. Durante toda su vida los ha roto. Buscar y crear son sus verbos. Con ellos se ha confabulado. Toda su obra tiene un estilo muy personal: Dorr, cubano, irónico, dramático, sentimental, erótico… Es un escritor de intenso trabajo y oficio.
Desde su niñez, la matrícula en una academia de artes dramáticas, su presencia continúa, junto a su familia, en todos los teatros viendo puestas para adultos. Apreciando actuar a los vitales: Ana Lasalle, Adela Escartín, Enrique Almirante, Raquel Revuelta… a los grandes de la década del cincuenta…No podía ser otra cosa que teatrista.
¿Qué representa el teatro para Nicolás Dorr?
Representa niveles de angustias terribles y niveles de satisfacciones extraordinarias.
¿Cuándo comenzaste a escribir?
Comencé escribiendo pequeños versos a los 7 años. A los 12 completé un libro de poemas que titulé "Tiempo Inquieto". Permanece inédito, pero no lo desdeño en modo alguno. De inicio fui un niño poeta.
¿Quién te enseñó a escribir?
Nadie. Esas cosas no se enseñan. Son intuiciones a partir de la imaginación y el talento personal. Si de aprender algo se trata pues sería la actuación, con la guía de Antonio Vázquez Gallo, Modesto Centeno, Julio Matas…”
¿Qué autores permanecen fieles en su corazón?
Federico García Lorca, Tenesse Williams, Moliere y tantos otros
¿Te relees?
Constantemente durante el proceso creador, con intensidad neurótica en búsqueda de la perfección.
¿Escribes con dolor?
Siempre se comienza con angustia ante la página en blanco. Eso es cierto. Pero después, cuando ya empiezan a expresarse los personajes me divierto mucho.
Es difícil imaginar que un hombre como Nicolás Dorr, que ha tenido una vida tan rica e intensa, desconozca algo
Lo primero que hice en mi vida fue decir poesía en la radio, en un programa infantil. Mira que curioso, primero la radio, y después el teatro.
¿Qué es para Dorr un dramaturgo?
Una persona que es capaz de vivir con autenticidad, la vida de otros seres imaginados por él…
¿Como escritor, hoy quieres decir lo mismo que antes?
Siempre pretendo decir nuevas cosas, porque estoy vivo y me relaciono intensamente con mi realidad.
El 2010 fue para Nicolás Dorr un año significativo. Su carrera volvió a brillar con un lauro: el premio OLA. Interesante, según él, porque recogía el imperio de una de sus obras: Confesión en el barrio chino, llevada a las tablas por el Teatro Rodante Puertorriqueño en Estados Unidos.
¨Esa puesta en escena, bajo la dirección de Dean Zayas, ganó los laureles de mejor actriz, director, producción y autor”, subraya Dorr.
Este año no se queda a la zaga. Florece con la intensidad de Las Pericas, la primera pieza teatral de Dorr, que llegó el pasado tres de abril a 50 años de su estreno.
El Teatro Ensayo Gestus, bajo la dirección del actor Virgilio Varelo, mostró para dicho acontecimiento una puesta muy personal, divertida, en la capitalina sala Hubert de Blanck. También hubo, como lo merecía la ocasión, un coloquio acerca de la obra, en la Casa del ALBA. Igualmente, Dorr fue aclamado este año por su importante pieza Confesión en el barrio chino, cuando la Asociación de Cronistas de Espectáculos de Nueva York, le concedió el codiciado premio ACE. Es el primer dramaturgo cubano en conquistarlo.
Pero, a pesar de todos estos sucesos, Dorr aflora a principio de año con nuevas energías. Su más reciente estreno: La profana familia puntea el iceberg Dorr.
Después de cinco años fuera de la escena cubana, La profana… es un melodrama de humor grotesco con situaciones y personajes insólitos. El conflicto: una decisión inesperada de una madre provoca un violento disturbio…
“Planteo en esta obra una estirpe única de la geografía insular. Considerada disfuncional por todos, esa familia siempre en perpetua fiesta, prevalece. La obra provoca risa y a la vez, hace reflexionar. Hay un momento de gravedad, que es mi estilo, de mezclar todos los géneros, un teatro de fusión”, destaca.
Mas si todo lo apuntado fuera poco, Dorr quiere romper nuevamente las ventas de las librerías al finalizar su segunda novela, a continuación del exitazo de El legado del caos.
“Si Gustave Flaubert escribió Madame Bovary, y pasó a la posteridad, pienso, guardando distancias, llegar a la cima¨, nos dice entre carcajadas.
Si te voy a ser sincero todavía no tengo un título definitivo. Tal vez sea "Una calle de Miramar".
Como primicia a sus seguidores, ¿cuál es el tema, personajes, trama?
La relación de una calle y su antiguo morador desde joven hasta que en el momento actual ha cumplido ochenta años y vive solo en su mansión. Es el único sobreviviente de la burguesía de aquella cuadra donde vive, pues prefirió quedarse en el país y fue abandonando por todos sus familiares; sin embargo se dedica a arreglar la cuadra y que luzca agradable.
La calle de Miramar es una calle que cuenta su historia de riqueza y bienestar desde su construcción en los inicios del siglo XX hasta 1959; después va contando los diferentes cambios en su estructura, los diversos habitantes que a través de los años la han ido habitando y las transformaciones de sus casas y aceras. Ella comienza en la calle Primera hasta la Séptima; pues después de la Séptima comienzan tramos donde conviven pequeña burguesía y proletariado, inadmisibles para ella, pues siempre fue muy aristocrática y conserva fuertes prejuicios de clase.
La novela está narrada por la calle, y por el hombre anciano, alternando. Ambas narraciones son en primera persona. Creo que puede ser algo muy original y abarcador de toda nuestra etapa social, sobre todo del 1959 al presente. ¡Me ha hecho usted contar algo que aún está en ciernes!. ¡No debía haberlo hecho!
¿Entre el teatro y la novela qué sustancia le ve Dorr a cada género?
El teatro establece una comunicación colectiva; la novela vive a través de una comunicación privada e íntima con el lector. Son dos sustancias bien diferentes.
Agoto el tiempo de Nicolás Dorr, un creador que le hace honor al tiempo. Su tiempo está habitado de enigmas, interrogantes: qué hacer, por dónde voy, hacia dónde voy…
¿Qué es lo que más detesta?
La hipocresía.
¿Qué es lo que más admira?
La amistad verdadera y eterna.
Si Dorr fuera un árbol, ¿qué árbol sería?
¡Una ceiba!
Si fuera un libro
Una narración de aventuras.
Si fuera un ave
Un pequeño gorrión.
Si fuera un poeta
Un poeta sin rimas ni sonetos
Sin fuera una virtud
La broma.
Si fuera un defecto
La broma hiriente.
Si fuera un sentimiento
La esperanza.
Si fuera una luz
Ultravioleta. Siempre ultravioleta.
Si fuera un efecto de la naturaleza
Un relámpago.
Si fuera una ciudad
La Habana, mi Habana.
Es así Nicolás Dorremocea, un sencillo habanero, sincero, nacido un 3 de febrero de 1947 para el bien de todos los cubanos y los amantes de una lectura que sirva para todos los tiempos.