Mira más allá de las cosas que te irritan y encontrarás aquello que te da fuerzas. Mira más allá de aquello que te frustra y empezarás a descubrir eso que te impulsa. Mira más allá de tus preocupaciones y comprenderás qué es lo que te inspira. Mira más allá de lo que te atemoriza y verás eso que te fortalece. Mira más allá de lo que te enoja y verás lo que te enseña. Mira más allá de lo que te entristece y verás las cosas que te dan felicidad. Ver las cosas buenas de la vida depende de tu capacidad para mirar más allá de todas las otras distracciones, frustraciones y decepciones. Más allá de lo superficial, efímero y negativo están las cosas sustanciales, las cosas que perduran en el tiempo, las que realmente importan. Mira más allá de la superficie. Ten la capacidad de ir más allá de tu primera impresión. Cuando parezca que estás trabado y sientas que todo el mundo está conspirando en tu contra, mira más allá. Encuentra ese valor verdadero, positivo y duradero que la vida por supuesto tiene para ti.
Si queremos conseguir algo sólo tenemos que desearlo con todas nuestras fuerzas y no perder nunca la esperanza de que todo lo que anhelamos llegará. Desde los inicios de la historia conocida, los seres diminutos o gnomos han ocupado una posición importante en las culturas populares del mundo. En otro tiempo, cuando todo árbol tenía un nombre, cuando cada siervo era reconocido individualmente, los gnomos progresaron y se multiplicaron en el campo y en las aldeas. Se les conocía y nombraba por su nombre propio y eran numerosos y muy poderosos, jugaban un papel muy importante en la vida cotidiana. En aquellos tiempos, los hombres no se consideraban los dueños absolutos de nuestro planeta. El mundo estaba poblado no sólo por los humanos sino también por los gigantes, dioses, monstruos, fantasmas , espíritus y elfos, mucho de ellos tan listos, poderosos y fuertes como el mismo hombre. Para comunicarnos con ellos, debemos amar todo lo que nos rodea. Según la ocasión y las circunstancias pueden aparecerse y no darnos cuenta, ya que tiene la virtud, de escoger la forma en la que se mostraran, que puede ser semejante a la propia naturaleza, ya sea, en forma de una piedra, un árbol, un animal, una planta y también con apariencia humana. Estos seres, hablan, se ríen, son prudentes, pobres, ricos, sabios y locos, al igual que nosotros.
“Justo ahí, en ese claro del bosque, cuando los primeros rayos del sol se cuelan entre los árboles, puedes encontrar un duende que te mira fijamente a los ojos”.