Hay hombres que podrían morirse de un catarro o de una daga traidora, o de hambre y de sed. Otros mueren, poco a poco sin
enterarse de que se están muriendo y otros mas-acaso, los peores- ya estan muertos en vida. Y de muchos, se, que los mata la envidia, la rabia, la vanidad. Pero, gracias a Dios, también es posible encontrarse con aquellos- gloriosa minoría- que nada ni nadie podría matarlos; porque son eternos. ¡Ah...y siempre hay uno que se muere de risa! Quien quiera ser feliz, que no subestime la piedra que trae en su zapato; quizás, desde otra vida. Osvaldo Raya