El fin del igualitarismo
El proyecto de una sociedad igualitaria que tanto sirvió a los dictadores cubanos para engañar al pueblo, a todas luces llega a su fin. Entre muchas otras cosas, el acceso a opciones de entretenimiento prueba el enunciado anterior.
En el verano recién concluido, una de las pocas opciones vacacionales de los cubanos fue bañarse en las aguas costeras, o en ríos y embalses con poco volumen debido a la sequía.
Los que reservaron en el campismo popular se arrepintieron de esa decisión, porque todo fue incomodidad: habitaciones calurosas, mala comida, venta de alimentos en dólares, enjambres de mosquitos. Solamente para los poquísimos que tienen dinero suficiente, o familiares en el extranjero que los invitaran, el verano fue mejor; pudieron vacacionar en los hoteles de Varadero y otros centros turísticos.
Con los círculos sociales obreros -los antiguos clubs sociales privados intervenidos por el gobierno en la década de los 60 y transferidos a los sindicatos “para disfrute de los trabajadores”- apenas se puede contar. En la actualidad son lugares ruinosos, con playas y piscinas abandonadas, sucias, y donde apenas se encuentra que comer. Además, debido a la agresividad de muchos de los que allí acuden y las frecuentes riñas y explosiones de violencia, las familias que no quieren buscarse problemas, prefieren no frecuentarlos.
El Círculo Social Obrero Marcelo Salado, perteneciente al sindicato de la Industria Ligera, estuvo cerrado 11 meses. El Jorge Sánchez Villar, del sindicato agropecuario, lleva varios años sin funcionar. Muchos de estos círculos obreros fueron cerrados porque sus directivos incurrieron en malos manejos de los recursos, pero los sindicatos y la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) organizaciones sindicales, no hacen nada por re abrirlos.
Como insultante contraste, muy cerca de estas instalaciones de estos dilapidados Círculos Sociales Obreros, se levanta el Club Habana, enclave de riqueza y buen gusto al que sólo tienen acceso empresarios y diplomáticos extranjeros, que abonan una cuota de inscripción de 1.500 dólares, equivalentes a más de cuatro años de salario de un profesional cubano.
Los cubanos que tienen con qué, sean ministros, ejecutivos de empresas, cuentapropistas, intermediarios y no pocos con fortunas de origen dudoso, depositan en el bolsillo del portero un sobre con 60 dólares, para acceder al lugar.
Es evidente que los cubanos cada día somos menos iguales y ya ni se cuidan las apariencias.