Los celos.
Los celos son como una espina en el pie. Siempre se siente donde quiera que estés. Es un veneno que destruye todo a su paso. Hay dos tipos de celos: los del amante que sospecha de todo y ve cualquier peligro en todas partes, y los de los envidiosos que no pueden estar satisfechos con lo que tienen y anhelan el bien o la felicidad de otros. En ambos casos, se trata de un sentimiento negativo, que destruye y arruina todo y puede incluso conducir a la locura. En el amor, los celos no son una prueba de amor, como tendemos a creer con demasiada frecuencia. Demuestran una falta de confianza en sí mismo y en el otro del que se sospecha toda maldad, tan pronto como le da la espaldas. El prisma de la envidia distorsiona todo. A la manera de un espejo, el acontecimiento más trivial toma una dimensión desproporcionada: un retraso se interpreta como una prueba, una sonrisa a un desconocido como una traición, un silencio como un reconocimiento y así sucesivamente. Se mata el amor más que alimentarlo. Se elimina y aísla al otro que es su presa. En las relaciones sociales, afecta a la amistad, deteriora la confianza, lo esteriliza todo. Imposible, de hecho, celebrar la felicidad de un amigo si se le envidia secretamente, imposible compartir, confraternizar. Los celos son el enemigo de la serenidad, del don de sí, de la generosidad. Es imprescindible dominarlos porque es, sin duda, el más grande de todos los males, como dice La Rochefoucauld.
“Los celos no permiten ver las cosas tal y como son. Los celos ven la realidad a través de un espejo deformante que magnifica los detalles insignificantes, transformado los enanos en gigantes y la sospecha en verdad. “
Miguel de Cervantes
“Los que están celosos de tí son los que te quieren diferente, porque ven en ti lo que no serán jamás! Así que no des importancia a la persona que te crítica pues, prisionero de sus propios celos, no hace sino admirarte! “
Virginie Beyeler