El presidente Rafael Correa no se apea de su cruzada
Insiste en que en su país la libertad de expresión 'está más vigente que nunca'
Por Gina Montaner | Miami
No me extraña que Fernando de los Ríos huyese espantado de la Unión Soviética después de su encuentro con Lenin. El respetado socialista español quiso ver de cerca la Revolución bolchevique y se encontró con el horror de una dictadura en ciernes. Sin rodeos, Lenin le despejó las dudas con una escalofriante pregunta: "¿Libertad? ¿Para qué?". Todo estaba dicho.
En Ecuador Rafael Correa se hace todos los días la misma pregunta mirándose al espejito: "Libertad? ¿Para qué?". Desde luego, no para que la prensa dé su opinión sobre los desmanes del presidente, a quien le gusta dirimir sus diferencias con sus detractores en la calle y arremangado. Basta recordar los incidentes ente los sindicatos de la policía y las autoridades en septiembre de 2010, para comprobar que el mandatario es capaz de enzarzarse en un enfrentamiento que puede derivar en graves disturbios.
De aquel penoso incidente Emilio Palacio, ex Jefe de las páginas de Opinión del diario ecuatoriano El Universo, se atrevió a adjetivar al iracundo Correa con el calificativo de "dictador". Aquello fue el principio de su calvario. "¿Libertad? Para qué?" se preguntó el bolchevique gobernante. Desde luego, no para que otros manifiesten su desacuerdo. Y de este modo Correa, en su papel de Maléfica contra la libertad de expresión, resolvió que había llegado la hora de rematar al periodismo desafecto.
¿Qué puede esperarse cuando un jefe de estado pone a su servicio el sistema judicial para escarmentar a quienes supuestamente atentan contra su honor? Pues una sentencia como la que ha recaído sobre Palacio quien, además de verse obligado a pagar una millonaria demanda, ha sido condenado a tres años de prisión. Siguiendo los pasos de la víctima de Maléfica, el periodista se ha refugiado en Estados Unidos, huyendo de lo que él anticipa como la instauración de un "régimen de terror" que propicia la autocensura.
Mientras Palacio se protege de una situación que no ofrece garantías, la comunidad internacional se ha hecho eco de los atropellos que el gobierno de Correa está cometiendo contra la prensa independiente. La Sociedad Internacional de Prensa (SIP) ha elevado una protesta contra el acoso a El Universal y recientemente este mismo periódico incluyó a Palacio en la X edición de los Premios Internacionales de Periodismo que El Mundo otorga anualmente.
Pero Correa no se apea de su cruzada y la semana pasada declaró que en su país la libertad de expresión "está más vigente que nunca". Según él, periodistas como los imputados pretenden hacer "lo que les da la gana". Está claro que el único que hace lo que le da su reverenda gana es él con una ley mordaza hecha a su gusto.
Como tantos periodistas perseguidos por regímenes autoritarios, Emilio Palacio ahora sufre la amargura del destierro. La triste ironía es que, al mismo tiempo, su censor hace uso de los micrófonos que le brinda el mundo libre para pisotear los derechos de los demás. A finales de agosto Correa se subió a un podio en la Universidad de Columbia, en Nueva York, para sentar cátedra sobre la libertad de expresión en Ecuador. Desde la insolencia, el gobernante descalificó a los medios privados por carecer de "legitimidad democrática" y a Lee Bollinger, presidente de la prestigiosa Ivy League, le dijo que estaba equivocado en las críticas que le hizo por su actuación contra la prensa.
"¿Libertad? ¿Para qué?" Se pregunta Rafael Correa frente a su espejito sin esperar réplica alguna.