Estrés LGBT
Salir del clóset es una cosa; vivir libremente tu sexualidad es otra muy diferente. ¿Acaso nunca pensaste dos veces antes de tomar de la mano a tu pareja por la vía pública? ¿O no te reprimiste delante de un familiar anciano, para ahorrarle un “disgusto”? Los ejemplos abundan y nadie está exento. Los especialistas lo llaman “estrés LGBT”.
No hace falta haber sido agredidos o discriminados por nuestra identidad sexual para desarrollar este estrés. Basta con haber crecido en una sociedad que no contemple nuestro estilo de vida como una alternativa legítima. Al menos esta es la conclusión de un estudio sobre sexualidad y políticas sociales, realizado por el Instituto Williams (Los Ángeles, EE.UU.), que demuestra que el estigma y la inequidad social incrementan el estrés y reducen el bienestar de lesbianas, gays, bisexuales y trans.
El estudio afirma que la homofobia, el racismo y el sexismo que impregnan nuestra cultura generan “micro-agresiones” (a menudo, intangibles), que gradualmente van deteriorando la salud física y mental de los miembros de una minoría, como la comunidad LGBT. “Los participantes describen la homofobia, el racismo y el sexismo como fuerzas sociales duraderas, que sistemáticamente los excluyen de las instituciones sociales”, describe el paper difundido.
Las “micro-agresiones” a las que se refiere el estudio, pueden producirse en cualquier momento del día, y su síntoma característico es la necesidad que experimenta el individuo de “preocuparse” o “esconderse” por alguna razón vinculada con su sexualidad, ocasionando el denominado “estrés LGBT”.
Las conclusiones de este estudio demuestran que la igualdad legal no es suficiente para lograr una sociedad inclusiva. Tanto o más importante es trabajar en difundir el conocimiento y las experiencias de las diferentes identidades sexuales y sus estilos de vida en todas nuestras sociedades.