Comunidad gay cubana a la conquista del espacio propio
Aunque las fiestas gay en Cuba han probado ser un negocio rentable con gran poder de convocatoria, han pasado de azoteas privadas a club nocturnos estatales, sin lograr consolidar un terreno propio.
Por Lizandra Díaz/ martinoticias.com
La comunidad homosexual cubana carece de un espacio físico para su recreación. Lesbianas, gays, bisexuales y transgéneros (LGBT) día a día luchan por un espacio para conocerse, intercambiar y divertirse, a veces en una esquina o avenida, otras en un parque y recientemente en fiestas particulares que cuentan con el amparo de unidades gastronómicas en la capital cubana.
“La comunidad gay en Cuba no tiene un espacio físico oficializado o permitido para la reunión, la asociación o el disfrute recreativo”, afirma el activista de la comunidad gay, Ignacio Estrada.
“Hoy puede acudir un gay a un lugar y puede ver que allí hay un poco de tolerancia y este va con el comentario y varias personas comienzan a acudir el próximo fin de semana al mismo lugar. Cuando vienes a ver las personas van identificando el lugar como un sitio gay. Pero en Cuba no existe un lugar para los gays, lo que existen son áreas de tolerancia, donde los homosexuales se imponen a la sociedad cubana.”
Estrada se muestra en desacuerdo con el título de ‘sitio gay en Cuba’ dado al Centro Cultural Mejunje en la ciudad de Santa Clara, en su opinión esto es una cuestión circunstancial. “Miembros de la comunidad heterosexual, dejan de ir a estos lugares y les ceden el espacio a los homosexuales”.
Leannes Imbert, miembro de la comunidad LGTB, recuerda que el primero de estos espacios, que funcionan como discotecas itinerantes, fue la Fiesta El Divino, la cual tenía un espectáculo de transformismo como uno de sus principales atractivos. Luego de un tiempo, Escaleras al cielo pasó a ser la fiesta de moda.
“Al inicio, la oficialidad sobre todo, empezó a atacarlas diciendo que cuando se organizaban estas fiestas había mucho consumo de drogas, mucha prostitución”, pero el administrador del Café Cantante del Teatro Nacional, primer sitio en acogerlas, argumentó que las ilegalidades durante esos días no eran diferentes a las de días regulares.
Usualmente los organizadores de estas discotecas, miembros de la comunidad LGTB en su mayoría, cuentan con el respaldo de los administradores de instalaciones nocturnas. El acuerdo resulta beneficioso para ambas partes, los primeros ganan un espacio para divertirse y los otros obtienen cuantiosos dividendos.
Imbert explica que “son lugares concebidos para un público heterosexual, solo que en algún día de la semana los homosexuales van y hacen sus actividades, y por conveniencia de la administración del lugar han aceptado que se hagan esas fiestas.”
“Yo he hablado con algunos de esos administradores – continúa Imbert - y me dicen que los días que hay ese tipo de fiesta se llena mucho más el local y perciben más dinero que en días normales. El 90 por ciento del público es homosexual, pero el resto es heterosexual y no ha habido ningún problema.”
El precio promedio para acceder a estas fiestas oscila entre los 2 o 3 pesos en moneda convertible, independientemente del consumo de bebidas una vez dentro. “Una botella de ron allí puede costar mucho más de lo que cuesta en otros lugares”, aseguran algunos participantes.
En la búsqueda de una opción más asequible para personas de menores ingresos, y con el propósito explícito de luchar contra “la homofobia,” Navid Fernández Cabrera, actualmente exprofesor de la Universidad de Ciencias Informáticas, inició la Fiesta de los Tuix, viernes y sábados de 10 de la noche a 6 de la mañana, con un precio de entrada de 1 CUC o 25 pesos cubanos.
A pesar del evidente éxito de la fiesta, han debido cambiarla tres veces de locación. Iniciaron en el El Sótano, pero problemas de climatización la hicieron insoportable en las noches de verano. Luego intentaron continuar en el club Saturno, pero “la administración de aquel lugar reaccionó homofóbicamente en cuanto vio llegar a los primeros invitados, al extremo de devolver el dinero de la taquilla al público presente y cancelar el acuerdo en ese mismo instante, por un supuesto temor a reacciones de protesta entre los vecinos,” explica el periodista Francisco Rodríguez, en su blog Paquito el de Cuba.
Por último terminaron en el Centro Cultural Rosalía de Castro, pero “allí solo funcionó tres fines de semana, pues al presidente de la sociedad lo bombardearon en foros sociales, por lo que decidió proceder a la cierre de la Fiesta,” aseguró Fernández Cabrera a Francisco Rodríguez.
“Muchos de estos lugares han sido cerrados o los administradores han pedido a las fuerzas policiales que se presenten en estos lugares y que los saquen de allí,” confirma Estrada.
“Hasta el momento los proyectos oficialistas como el Centro Nacional de Educación Sexual, dirigido por Mariela Castro, no han logrado este espacio para la comunidad gay en Cuba, sin embargo se vanaglorian ante la prensa internacional de inciertas aperturas, que realmente son necesarias para la comunidad LGBT," acota el activista.
“Ya hay evidencias de que no hay ningún problema con que el público ‘hetero’ afecte a los homosexuales. Hay mucha gente que no entiende por qué no se establecen de verdad centros de este tipo, concebidos para ese fin, aunque no se elimine la entrada de los heterosexuales,” apunta Imbert.