Las manzanas de la discordia
Después de muchos años de ausencia, las manzanas aparecieron en el mercado cubano en el año 2001, cuando el gobierno de los Estados Unidos autorizó la venta de alimentos a Cuba. Desde entonces se venden en los meses de noviembre y diciembre e incluso en enero, pero hasta los pocos que las compran consideran que su precio es exorbitante.
Hasta diciembre del pasado año sólo en las Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) se podía comprar manzanas importadas de los Estados Unidos, cuyo precio oscilaba entre 35 y 45 centavos de dólar. De acuerdo al deprimido poder adquisitivo de la mayoría de los cubanos, sólo un reducido segmento de la población puede comprar manzanas a ese precio.
A finales del pasado mes de noviembre, surgió un nuevo mercado de reventa de manzanas. En las principales arterias comerciales de La Habana han aparecido revendedores por cuenta propia que las venden en pesos cubanos. Simultáneamente las manzanas han desaparecido de las TRD.
Estos revendedores tienen sus licencias de cuentapropistas y compran toda la existencia de las tiendas estatales para revenderlas a 15 ó 20 pesos, equivalentes a 60 u 80 centavos de dólar, el doble del precio que tenían en las TRD.
Los revendedores alegan que los altos precios que ellos fijan se deben a que como el Estado no se las vende a precios mayoristas, ellos tienen que comprar las manzanas a 35 y 40 centavos de dólar y agregarle el margen de ganancia indispensable para que su negocio sea viable. Que si el Estado estableciera un mercado mayorista donde pudieran abastecerse los trabajadores por cuenta propia, esto no ocurriría y ellos podrían competir en el mercado, para beneficio de todos y de la población.
La reacción de la población ha sido de malestar, pero la Dirección Provincial de Trabajo ha orientado a los inspectores que los cuentapropistas pueden vender sus manzanas al precio que decidan.
Algo similar ocurre con los demás productos del agro, que solo se encuentran en cantidad y calidad en las carretillas, puntos de ventas y mercados de cuentapropistas, pero al doble o el triple del precio en que –en teoría- se venden en los desabastecidos mercados agropecuarios estatales.