DAVID ALANDETE - Washington
Lady Gaga tendrá que ir a los tribunales para responder a la denuncia de explotación laboral que le ha hecho llegar su ex asistente. Mientras tanto, la cantante presume de pecho al aire en su salida de Japón, donde ha pasado unos días de promoción.
Con un vestido en blanco y negro y casi con el pecho al aire, Lady Gaga se despedía de Japón, donde ha hecho una pequeña gira promocional con un beso a las cámaras que la seguían en su despedida. Sin embargo, y aunque muy feliz, parece que a la cantante no le esperan buenas noticias en su llegada a Estados Unidos. Y es que ha sido acusada de explotación laboral por su ex asistente, que le reclama parte de su salario.
Bad Romance (Mal romance) es el título de uno de los singles de más éxito de la cantante Lady Gaga. Puede ser, además, el título de la historia de su relación contractual con la asistente que la acompañó alrededor del mundo durante 17 largos meses y que ahora la ha demandado en los juzgados de Nueva York por 380.000 dólares (291.000 euros), acusándola de ser una diva cruel y con arrebatos esclavistas.
Jennifer O'Neill, de 41 años, da detalles de esa tormentosa relación en la demanda que consiguió recientemente el diario The New York Post, y que fue revelada ayer. Gaga le exigía estar disponible las 24 horas del día, desde "la primera hora de la madrugada a la mitad de la noche". Debía estar con ella en "estadios, aviones privados, suites en hoteles de lujo, yates, ferris, trenes y autobuses".
El pago de todos esos servicios fue de 75.000 dólares (57.000 euros) al año. La asistente cubrió, sobre todo, la temporada en que Gaga recorrió el mundo en su gira Monster Ball, de 2010, que la llevó a cuatro continentes. Ahora, O'Neill le reclama a la diva 7.168 horas extras impagadas, de ahí lo abultado del importe de la demanda.
Asegura O'Neill que entre sus obligaciones entraba hacer de todo, desde "facilitar toallas después de una ducha" a ser "un despertador personal". Añade que no se le permitía disponer de horas libres durante la jornada laboral para comer o "a veces, dormir". Y tenía que asegurarse, además, de que los vestidos de la cantante estaban siempre listos. (No parece tarea fácil, dado que Gaga ha lucido diseños tan curiosos como un traje hecho de carne de vacuno).
Parece que la artista es fiel a su extravagancia dentro y fuera del escenario. O que tiene mal criterio para elegir asistentes. Otra en la lista, Angela Ciemny, ha declarado recientemente a la escritora Maureen Callahan, autora del libro Poker Face: el imparable ascenso de Lady Gaga, que la diva la hacía dormir con ella por temor a quedarse sola por la noche. En otras ocasiones, añade, se metían en la ducha juntas.
Esas denuncias no han podido ser contrastadas, dado que la diva no ha respondido a ninguna de ellas. Todas parecen alimentar, de hecho, la fama de persona extravagante y dada a los excesos que Gaga ha construido de forma tan laboriosa, con sus vestidos desmesurados y sus vídeos exagerados. O puede que, como todo en su vida, sea parte del mito.
GAGA llegando a Nueva York la noche del 24 de diciembre del 2011