El análisis:
La triple F: Fraga, Franco, Fidel
Por Zoé Valdés
Iré directa al grano (y ese grano tiene pus). La triple F, ahora que se habla tanto de la Triple A, no es más que las iniciales con las que empiezan los nombres de Fraga, Franco y Fidel.
Esos tres nombres desde el punto de vista político e histórico constituirían una alianza muy poco probable si no fuera porque a los tres los unen varias razones personales: sus orígenes gallegos, o sea, el terruño de Galicia, la emigración, Cuba como destino de llegada y de partida, y la economía.
Aquí, en esta unión de personajes tan poco contemporaneizantes entre ellos, no hubo nada de principios socialistas frente al referente fascista de Franco y al hombre de derechas que fue Fraga. Para nadie es un secreto que Franco adoraba a Fidel Castro, que a sus subalternos les indicaba que no tocaran al "galleguito", y gracias a esa adoración los cubanos comimos turrones hasta bastante tarde en los años sesenta en que los Castro decidieron eliminar los festejos navideños.
También gracias a Franco las niñas cubanas se beneficiaron con unas muñecas españolas por las que nuestras madres hicieron unas colas bárbaras, durmiendo días y noches en las ferreterías para poderlas adquirir ya que el castrismo y el franquismo unidos, no garantizaban la cantidad suficiente para que cada niña cubana pudiera recibir el Día de Reyes una muñeca española. Hasta que se prohibieron los Reyes, de golpe y porrazo, y también los juguetes españoles, regalos del dictador español al otro pichón de dictador.
Muchos años más tarde, uno de los hombres de Franco, Manuel Fraga, viajaría a Cuba, pero antes invitaría a Castro a Láncara, a visitar la tierra de su padre. Ya no era Manuel Fraga el censurador franquista, o sea, siendo el mismo personaje, hacía mucho tiempo que había cambiado para transformarse, con la democracia española y por obra y gracia de un afán de crecimiento económico, en el promotor de una nueva economía basada en el turismo. Y tal vez eso pretendió conseguir con Cuba. El hecho es que las visitas -de uno como de otro a sus tierras de origen e infancia- transcurrieron de manera lacrimosa, entre queimadas, empanadas gallegas y otras golosinas del terruño.
Y no fue la única vez que coincidieron, también hubo una reunión histórica, con el Rey Don Juan Carlos de por medio, en el Pabellón de España, de la Exposición Universal en Sevilla, en un bochornoso mes de julio, pero el bochorno no fue solamente debido al calor de la jornada, tal como cuenta Manuel Jabois en este artículo titulado La Revolución era una aldea. La izquierda revolucionaria, la monarquía, y la derecha devenida democrática, se reunían entre bromas y chanzas, sin ningún tipo de reflexión histórica, mucho menos de presente y de futuro, y como una única trastienda o arma secreta: la economía.
Pero lo que pudo hacer Fraga con Franco y con los demás gobiernos democráticos españoles, ocuparse y restaurar una economía con vistas a un gran auge y de un brillante porvenir, no pudo hacerlo con Fidel. Las ruinas cubanas no consiguieron ser convertidas en paradores como mismo había hecho Fraga con las ruinas andaluzas.
Y eso tiene su explicación, mientras que la dictadura franquista consiguió una próspera economía, la dictadura castrista se empeñó en destruir con roña y zafiedad la isla entera, empezando por su economía. Entregar la isla a Castro por más de cincuenta y tres años y permitir que la invadieran los soviéticos por treinta años, ha sido el desastre más grande de aquel país, el mayor tsunami económico. Fraga tal vez creyó que podría convencer a Fidel de lo que convenció a Franco y a los otros, que la economía es política, pero el "galleguito" les salió cabecidura y para colmo seboruco. Para él la política es política, y basta. Y como diría el Che Guevara, "hemos echado a andar", sí, pero cien mil quilómetros de pasos en retroceso.
Sin embargo, pese al fracaso monumental de Fraga con Fidel, siguieron siendo amigos. Al menos la fidelidad de Fraga está comprobada, la de Fidel es difícil de comprobar, y ya sabemos que se caracteriza por traicionar a sus amigos y mejores colaboradores mandándolos a la cárcel o al paredón. La casa de los padres de los Castro fue restaurada, el pueblo gallego lo recibió como a un héroe.
Se comenta que Fraga le tenía preparado incluso un exilio dorado en caso de que algún percance sucediera. Y a su vez Fraga se dio a la tarea de ocuparse personalmente del Centro Gallego de La Habana, de la Sociedad Española Rosalía de Castro (convertido luego aquello en un puterío, según me contó un político español), y hasta se decía sotto voce que le brindaron o compró él mismo una casa en La Habana, o tal vez en el pueblo de Manatí, no lo sé bien, donde pasó su infancia, y que luego esa casa fue transformada en queimada por algunos turulatos opositores anticastristas, pero todo esto forma parte de los rumores que en Cuba casi siempre suelen ser ciertos o al menos de poseer una dosis bastante alta de verdad.
Lo cierto es que "en el viaje que realizó en 1991, Fraga comió en su antigua casa, se meció en el columpio de su niñez, visitó la casa del marqués y llevó flores al cementerio, donde tiene enterrados a un tío y varios primos. El mismo ritual seguirá Fraga en el viaje que comenzó ayer. En él será además galardonado con el título de doctor honoris causa por la Universidad de Oriente y declarado huésped ilustre de Santiago de Cuba". Tal como contó Mauricio Vicent en El País. Fidel llamó a Fraga "compañero", y todos continuaron sonrientes tan campantes y felices, como en los mejores cuentos para "niños, adultos y retrasados mentales", que diría Lydia Cabrera.
Lo que sí es cierto, y me consta, es que Fraga jamás abandonó a los gallegos de la isla, los ayudaba económicamente, e incluso les mandaba alimentos. Lo que no era una limosna, para nada, pero se le parecía bastante, viendo que los demás cubanos no pudieron nunca beneficiarse enteramente de sus previsiones económicas frustradas. Y eso sí que ¡manda carallo!