Arturo Arias-Polo Con chaleco y pantalón no es muy fácil reconocer a Mariloly, el travesti cubano más popular de Miami desde hace tres décadas. Pero cuando entra a un restaurante ataviado con las prendas de su famoso personaje todo el mundo sabe de quien se trata.
“Mariloly se comió a Danilo. Ella es una sabrosona que pone a gozar al público cuando se envuelve en un mantón de Manila y abre su sombrilla japonesa”, dice Danilo Domínguez, alias Mariloly, mientras repasa su vida en la oficina del Teatro Bellas Artes. “Ella está en mí y desde que la inventé no he podido ‘divorciarme’ de ella”.
Fuera del escenario el actor es tímido, mesurado y de una humildad sorprendente. Pero en cuanto se disfraza de Albita o parodia al Cisne Negro de El lago de los cisnes nadie se le resiste. “En la función del domingo haré esos personajes, más La Niña en Patines, algunas rutinas de stand up comedian y el número de Las Balseras, con los muchachos del Midnight Follies”, dice en alusión a Mariloly, 30 años de éxitos, el espectáculo que presentará hoy en el Teatro Manuel Artime con el que celebrará otro aniversario de vida artística.
Mariloly no para. Cuando no aparece en los programas de la televisión local, los martes la pueden ver en Score, una discoteca gay de La Playa, los viernes en El Show de Cinderella de Casa Cañí, y los sábados y domingos en el mismo Bellas Artes en 4 en un sofá, la comedia de enredos escrita y dirigida por él en la que comparte cartel con Ari Pinelli, Rigo Palma, Raúl Rodríguez y Caridad Hernández. También suele presentarse en el club Aché.
Tras aclarar que no está “operado como muchos piensan”, Domínguez destaca su faceta “seria”, en la que puede sorprender con su voz de tenor interpretando al Don Hilarión de la zarzuela La verbena de La Paloma, o convirtiéndose en el director exigente que organiza conciertos líricos y temporadas con la opereta La viuda alegre y estampas zarzueleras en Bellas Artes.
Pero no siempre estuvo tan cotizado como hoy. “Aunque no conocía a nadie cuando llegué a Miami traje una carta de recomendación para [la soprano] Marta Pérez (1924-2009) del barítono cubano Pedro Arias. Y gracias a ella y a Pili de la Rosa, [cofundadoras de la Sociedad Pro Arte Grateli] entré al coro de la zarzuela María La O”, evoca el artista de 59 años, que a la sazón se ganaba el sustento en Alfredo Atelier y lavando platos en un café de Hialeah.
Mariloly siempre está alerta a las oportunidades que se presentan. De ahí que no temiera sumarse al coro de la Florida Grand Opera cuando presentó Baile de Máscaras en el Dade County Auditorium hace varios lustros, ni vacilara en proponerle un show de travestis a la dueña de Bellas Artes.
“A principio de los años 80 aquí también había cierto tabú con el tema de los travestis. Sin embargo, un día le pedí permiso a Mireya González para hacer un show”, recuerda. “Y si bien empezamos con 10 personas en el público, durante 20 años la gente hacía colas para vernos”.
Lo curioso es que en ese momento la trayectoria de Mariloly se resumía en escasas presentaciones en grupos de aficionados de la isla.
“En Cuba estudié canto con la profesora Mariana de Gonich y no me perdía ninguna función del Teatro Lírico ni del Teatro Martí, donde, aprendí mucho viendo a los grandes”, rememora. “Pero como soy ‘flojo’, nunca me dieron trabajo a nivel profesional. ¡Y ni hablar del travestismo! Eso estaba prohibido en aquella época y podías caer preso”.
En 1980, cuando las autoridades cubanas retiraron la custodia a la embajada de Perú y se produjo la entrada masiva de cubanos que luego dio lugar al Exodo del Mariel, Mariloly y un grupo de amigos entraronn a la sede diplomática.
“La noticia nos llegó mientras veíamos una representación de Madame Butterfly y enseguida corrimos hacia la embajada. Pero no me quedé porque caí en cuenta de que no podía irme de Cuba sin despedirme de mis padres”, dice.
A los pocos días el gobierno decretó que todo ciudadano que reconociera su homosexualidad y su rechazo al régimen podía sumarse a la flotilla. Y el actor no vaciló en anotarse en la lista de “los flojos” prescindibles. Luego convenció a la presidenta de su Comité de Defensa [organización de vigilancia a nivel de barrio] para que firmara el documento que lo incluía en la categoría de “escoria”.
“Ella me vio nacer y sabía que yo no era un antisocial. Pero como yo me sentía encerrado y no tenía otra manera de salir de Cuba me firmó los papeles”, cuenta el teatrista, que a la sazón trabajaba en una tienda ropa y sentía como le pasaba el tiempo sin realizar sus sueños.
El 27 de mayo salió de la isla en la embarcación que le asignaron rodeado de desconocidos. “Mi mamá resistió el golpe, pero mi padre se tiró a morir y en julio falleció de un infarto masivo a los 65 años. Después mi hermano me contó que no aguantó ver la casa vacía donde yo cantaba arias de ópera y me la pasaba haciendo chistes”, recuerda el artista, tras confesar que el día más feliz de su vida fue cuando su progenitor salió del presidio político al cabo de nueve años de encierro en La Cabaña y El Príncipe.
“El no pudo ver mis triunfos. Sin embargo, mi madre sí porque falleció en el año 92”, añadió Mariloly, quien se siente orgulloso de sus logros y “muy querido” por el público de Miami.
“Nostalgia aparte, no me veo en la Cuba del futuro”, admite el travesti, cuya pasión por el teatro lírico cubano de todas las épocas lo lleva a poner en YouTube su envidiable colección de videos de archivo que le llegan de Cuba contínuemente. “Aquí he pasado más de la mitad de mi vida y desde el primer momento la gente me acogió como a un familiar más”