Desde que hace unos 10,000 años, en el período neolítico, fue "inventada" la agricultura y las tribus dejaron de trasladarse de una región a otra para cazar y recolectar frutos silvestres y surgieron los asentamientos humanos sedentarios, el alimentarse lo mejor posible y disponer de una vivienda confortable y segura han constituido las dos prioridades básicas de los terrícolas.
En el mundo de hoy, con el avance de la civilización, la alimentación y la vivienda siguen siendo los dos parámetros clave para saber quienes viven bien, regular, o mal.
Por eso cualquier régimen político-social que suprima la libertad económica del hombre para crear riquezas y poder alimentarse adecuadamente y tener una vivienda digna, obviamente no sirve. No importa que hable en nombre de los pobres y su propaganda política sostenga que "el futuro pertenece por entero" a ese dicho sistema social. No sirve, y punto.
Un ejemplo de ello es Cuba, donde hace medio siglo el gobierno secuestró las fuerzas productivas de la nación al prohibir la propiedad privada, estatizó el 80% de las tierras cultivables y quedó en manos del Estado la responsabilidad de alimentar al pueblo y proporcionarle vivienda. El resultado fue elocuente: la gente no se alimenta debidamente y la mayoría no tiene una vivienda decorosa. O sea, los Castro son como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.
Dejando a un lado la incapacidad del Estado comunista para garantizar el desayuno, el almuerzo y la cena de los cubanos, echemos un vistazo a la dramática crisis permanente de la vivienda. Es tanto lo que ha impedido producir el castrismo en 53 años, y lo poco que ha hecho, que la situación de la vivienda en Cuba es una de las peores de occidente.
Economistas y analistas cubanos independientes calculan que al menos el 75% de las viviendas cubanas están en mal estado, necesitan reparaciones capitales urgentes, están apuntaladas y a punto de derrumbarse, o han se han derrumbado parcialmente.
En La Habana constantemente se producen derrumbes de viviendas. El 17 de enero pasado se vino abajo un edificio de tres pisos en la céntrica avenida habanera de Infanta (entre Zanja y Salud) con un saldo de cuatro muertos. El edificio Alaska de cinco pisos y 50 apartamentos, ubicado en pleno corazón de La Habana moderna (23 y M en el Vedado) se vino abajo por completo hace pocos años. Allí residieron importantes figuras de la TV, la radio y el cine, como Rosita Fornés, Carlos Badía, Maritza Rosales, Minín Bujones, y otras.
El Instituto Nacional de la Vivienda (INV) afirma que no tiene los $4,000 millones de dólares que necesita para construir las 500,000 viviendas que requiere el país. Que no tiene dinero es cierto, pero lo demás no, por tres razones 1) el déficit habitacional es muy superior a esa cifra y se debe estar acercando al millón de viviendas, 2) el INV no incluye los cientos de miles de viviendas que hay que reparar o reconstruir por completo, y 3) construir una vivienda nueva cuesta más de $8,000 por unidad. Además, el INV omite que las viviendas y repartos enteros que se construyan deberán tener energía eléctrica, redes de abasto de agua, alcantarillados, calles, supermercados, escuelas, farmacias, oficinas de correo, parques. Solucionar el problema de la vivienda, incluyendo las nuevas construcciones, la reconstrucción de las ya existentes, y su infraestructura de servicios, puede que no baje de $50,000 millones, cuando el castrismo sea historia.
De acuerdo con el INV --nombre que recuerda al Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV) que presidido por Pastorita Nuñez construyó con fondos de la lotería nacional el reparto Habana del Este y edificios de apartamentos entre 1959 y 1961 -bautizados popularmente como los "edificios de Pastorita"--, sólo en la capital del país hay 200,000 personas que viven en "cuarterías" o "solares" , cubículos muy reducidos e insalubres. En ellos viven hacinadas familias de hasta ocho y diez miembros en un espacio único de apenas 200 pies cuadrados.
Más barrios pobres
Debido a los derrumbes hay en La Habana otras 132,000 personas viviendo en albergues colectivos, o que sus viviendas han sido declaradas inhabitables y deben ir para un albergue pero no hay capacidad disponible para ellas. Esas familias viven en condiciones higiénicas no mucho mejores que en la Edad Media. Prolifera la delincuencia, la violencia y el robo. Son instalaciones improvisadas levantadas en la periferia de las ciudades, lejos de la vista de los turistas extranjeros. A cada familia, por numerosa que sea, se le asigna un espacio común de 25 metros cuadrados, es decir, 267 pies cuadrados. Otros cientos de miles de habaneros residen en casas o apartamentos en pésimas condiciones, sin servicio de gas, de agua, ni alcantarillado.
Además, los barrios pobres y marginales de La Habana, similares a las favelas de Río de Janeiro, se han multiplicado en número y tamaño en plena ciudad, como los caseríos precarios de "El Fanguito", "La Timba", "La Jata", "Atarés", "La Guinera", "Los Pocitos" y otros en Regla, Lawton, San Miguel del Padrón, Marianao, La Lisa, Jacomino, Zamora, Cayo Hueso, San Isidro, Jesús del Monte, Santos Suarez, La Víbora, e incluso a pocos metros del Palacio de gobierno, como es el caso de "La Timba". Algunos son enormes: en "La Guinera viven unas 100,000 personas y "Los Pocitos" tiene 18,000 habitantes y con graves problemas de contaminación por las aguas negras del llamado "río Quibú" que por allí pasa. En su mayoría no tienen calles, sino trillos y callejones, peligrosos cuando cae la noche.
Alguien me puede decir que barrios marginales hay en todas las grandes ciudades de América Latina. Lo que pasa es que en La Habana se instaló un gobierno que juró acabar con la pobreza y los barrios marginales y al cabo de medio siglo resulta que el país tiene más barrios insalubres que en 1959. De hecho, buena parte de la otrora despampanante capital cubana es hoy un barrio marginal gigante que se está cayendo a pedazos.
A todas estas, el gobierno de Raúl Castro admite ahora que es incapaz de dar vivienda "al pueblo" y confía en que sean las propias familias interesadas las que construyan sus viviendas, pero como no tiene dinero para adquirir o producir los materiales de construcción necesarios al final se edifican cada vez menos viviendas.
Datos oficiales revelan que en 2011 se construyeron nacionalmente 32,540 viviendas, cifra menor a las 33,901 unidades de 2010, y a las 44,775 levantadas en 2008. De las erigidas en 2011, el 28% de ellas (8,933 unidades) fueron construidas por la propia población (gracias al mercado negro), lo que marcó un descenso, pues en 2010 las familias levantaron 11,433 viviendas.
En resumen, que el gobierno de los Castro en materia de vivienda camina como el cangrejo, mientras la crisis habitacional cabalga al galope.