¡A mojarse el fondillo!
Como reza la frase popular, quien quiera comer pescado,
debe estar dispuesto a mojarse el fondillo.
Por René Gómez Manzano
Ha creado un embrollo la propuesta hecha en Caracas por Rafael Correa —acogida en lo esencial por los países miembros del ALBA—, para que el gobierno cubano participe en la VI Cumbre de las Américas, que deberá celebrarse en Cartagena de Indias en el mes de abril.
A pocos días del cónclave caraqueño, desembarcó en La Habana la canciller de Colombia, quien realizó al respecto lo que su colega isleño calificó como “una consulta respetuosa”. También hubo mesuradas declaraciones del presidente neogranadino, quien señaló una obviedad: ese tipo de diferendos es mejor tratarlos de manera discreta, por vía diplomática.
Los ministros de Relaciones Exteriores del ALBA, reunidos en la capital cubana el 15 de febrero, no tuvieron en cuenta la observación de Juan Manuel Santos: continuaron dando la máxima publicidad a su postura común en una declaración especial sobre el delicado asunto.
La redacción de este documento es sibilina, pero su texto sugiere que la propuesta inicial del explosivo presidente ecuatoriano (que los demás países no viajen a Cartagena si Cuba no es invitada) no prosperó. Por lo demás, el exabrupto de Correa y el acuerdo del ALBA carecen de fundamento jurídico. Al respecto habría que recordar, ante todo, que las autoridades de La Habana se niegan a regresar a la Organización de Estados Americanos (OEA).
Como se sabe, el estado insular siempre ha sido miembro de esta entidad continental, pero desde principios de los años sesenta del pasado siglo al gobierno castrista se le prohibió asistir a las reuniones, en represalia por su evidente involucración en numerosos intentos desestabilizadores en casi todos los restantes países latinoamericanos.
Tras su expulsión de la OEA, las autoridades comunistas asumieron una postura curiosa. Igual que un borracho impertinente que, al ser echado de un lugar social, exclama con despecho que nunca había deseado permanecer allí, así también los jerarcas de La Habana, tras su separación de la entidad panamericana, expresaron su rechazo a permanecer en ella, tildándola de “Ministerio de Colonias yanqui”.
No voy a analizar ahora qué hubo de cierto en esta última valoración, la que, en cualquier caso, tendría no poco de exageración. Eso es historia antigua. Lo indudable es que hoy la afirmación sería falsa: En la OEA hay gobiernos decididamente antiamericanos de la izquierda carnívora, y muchos otros más mesurados que tampoco se pliegan a las políticas de Wáshington.
¿Entonces por qué la parte cubana no aprovecha la posibilidad de retornar que se le abrió en 2009? Desde un punto de vista sectario, resulta lógica la postura de los castristas, pues ellos no pueden aceptar que la entidad continental siga una línea de respeto hacia los derechos humanos ni que haya establecido mecanismos para salvaguardarlos.
Por supuesto que el sistema comunista de la Isla rechaza de plano principios como “el régimen plural de partidos y organizaciones políticas” y “la separación e independencia de los poderes públicos”, que proclama la Carta Democrática Interamericana. Estos enunciados explican que aquél permanezca fuera de la organización.
Ahí radica el principal sinsentido de la postura del ALBA. Si el gobierno cubano se resiste a reincorporarse a la OEA, ¡entonces a título de qué se pretende que participe en la reunión de sus jefes de Estado y Gobierno?
Rafael Correa y los restantes líderes de la izquierda carnívora ven en esta jugada una nueva forma de mantener a ultranza su política antinorteamericana. En el caso del primero, tal vez lo haya movido también el deseo de desquitarse por el papel que desempeñó Santos en la erradicación del santuario disfrutado en suelo ecuatoriano por la pandilla de Raúl Reyes.
Esperemos que, en cualquier caso, este chantaje no prospere, y que el régimen cubano, que rechaza las formas aceptadas de la democracia, no sea acogido en la reunión que planea celebrar en Cartagena la misma organización continental que sí enarbola tales principios.
Si los castristas desean figurar en la reunión hemisférica, entonces deben asumir todos los compromisos que se derivan de pertenecer a la Organización de Estados Americanos. Como reza la frase popular, quien quiera comer pescado, debe estar dispuesto a mojarse el fondillo.