Por Pablo Pascual Méndez Piña / LA HABANA Cuba
Esos seres mugrosos que pululan por las calles de La Habana, registrando colectores de basura en busca de comida, y que dormitan sobre charcos de orina, suelen ser tildados de lacra social y culpados de dañar la imagen del régimen ante la mirada de los turistas.
Al menos es la acusación de dos lectores del periódico Granma, en sendas misivas publicadas por este Órgano oficial del Partido Comunista Cubano, en su columna semanal “Cartas a la dirección”, bajo los títulos: “Mendigos no, vagos y alcohólicos”, y ¿Quién lo tiene que resolver?”.
Los dos aquejados muestran preocupación por el aumento de la población de indigentes. Y uno de ellos precisó que en un tramo de 7 cuadras, en la populosa calle 23, en el Vedado, contó 13 pordioseros, por lo cual cataloga la cifra de alarmante. Y pregunta: “¿Cuándo serán trasladados al “pabellón especial” para ser reubicados en sus lugares de origen? (una solución aludida por la prensa oficial).
Según los criterios de estos lectores, los pordioseros afean más el ornato público que las paredes despintadas, los derrumbes, los baches, los regueros de basura, los salideros albañales, y cuantas calamidades asoman por la comarca capitalina.
Contrario a sus razonamientos, muchas personas opinan que los pordioseros han causado menos problemas al pueblo cubano que los octogenarios dirigentes que, disparatadamente, gobiernan el país desde hace 53 años: Ellos sí deben ser encerrados en un pabellón.
Detrás de cada uno de esos personajes existe una historia, como la del célebre Caballero de París, o la de Felicidad, una mujer que colapsó mentalmente tras perder a dos hijos en un accidente automovilístico, y que además fue víctima de una habilidosa maniobra de sus familiares, quienes la despojaron de un confortable apartamento en las calles 12 y Calzada, en el Vedado. Hoy, Felicidad reside en una ciudadela y desanda las calles del municipio Plaza como una pordiosera.
Vivian Martínez, de profesión psicóloga y quehacer cuentapropista, explica que los desamparados, en su mayoría, son enfermos mentales. Sin embargo, existe la posibilidad de que haya ciudadanos que prefieren esa forma de vida y la sociedad tiene que respetar su elección, puesto que no es delito ser pordiosero. También puntualiza que los dos quejosos lectores de Granma tachan a estos desafortunados como simples vagos y alcohólicos, a partir de los influjos de una doctrina fascista.
Los sucesos acontecidos en el hospital psiquiátrico Julio Díaz, otrora Mazorra, el 12 de enero del 2010, donde murieron de hambre y frio más de 40 enfermos mentales, causan recelos. La apertura del citado “pabellón especial”, pudiera ser el equivalente de un campo de exterminio, en este caso un “Treblinka” para indigentes.
Otras personas consultadas consideran que la pérdida de valores morales de la población cubana es el origen del aumento de la indigencia. Cuentan que personas enfermas han sido echadas a la calle por sus propios familiares, pues las generaciones involucradas recibieron una educación moral ineficiente y dogmática.
Lo cierto es que cuando los pordioseros hurgan dentro de los contenedores de basura, o andan y desandan las calles con sus jolongos acuesta, emanando una fetidez que nos hace contener la respiración, en vez de rechazarlos, deberíamos apiadarnos de ellos, porque son mártires de la desvergüenza social.