Rigoberto Díaz
En tiempo récord, La Habana pintó viejos edificios, repavimentó calles y levantó un altar en la Plaza de la Revolución para recibir al papa Benedicto XVI, pero no respira el clima de fervor vivido en los días previos a la llegada de su antecesor, Juan Pablo II, en 1998.
“Bienvenido a Cuba, Peregrino de la Caridad”, se lee en cientos de carteles diseminados por la capital cubana, que compiten con la abundante propaganda oficial y con anuncios publicitarios de los negocios privados que florecen al amparo de las reformas económicas del presidente Raúl Castro.
Colocados en árboles, edificios y templos, los carteles muestran a un sonriente Benedicto XVI en ademán de bendecir, con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona nacional, de fondo.
Este año se cumplen 400 años de la aparición de la Virgen en Cuba, y éste es uno de los motivos de la visita del Papa.
“Se están arreglando las calles, pintando algunas fachadas de edificios, hay limpieza y organización”, destaca Consuelo San Martín, una enfermera jubilada de 74 años, que ahora trabaja custodiando la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús.
“Tenemos grandes expectativas. Esta visita es un regalo de Dios”, dice emocionada Hilda Rodríguez, una ferviente católica que oraba en ese templo, en el populoso barrio de Centro Habana.
La alegría de Rodríguez es compartida por José Salas, un santero (practicante de cultos de origen africano) y ex marino mercante de 70 años, que porta un collar con cuentas rojas y blancas que representa a la deidad Changó.
“El santo padre nos trae paz, amor y unidad”, dice a la AFP.
En una carrera contrarreloj, brigadas de trabajadores levantaron el altar donde el Papa oficiará una misa en la Plaza de la Revolución de La Habana, con capacidad para un millón de personas, en la que Fidel Castro (que dejó el mando a su hermano Raúl en 2006) pronunció maratónicos discursos ante multitudes.
El altar fue montado al pie del monumento del héroe nacional José Martí y mira hacia las dos grandes efigies de los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, héroes de la revolución de Fidel Castro, que llegó al poder en 1959.
En ese misma plaza ofició una misa Juan Pablo II en su histórica visita de 1998, que marcó el deshielo en las relaciones entre la Iglesia y el gobierno comunista, pero ahora la ubicación del altar es diferente.
Los preparativos de bienvenida también han incluido la repavimentación y señalización de arterias por las que circulará el “papamóvil”, como la avenida Rancho Boyeros, que comunica a la ciudad con el aeropuerto internacional.
La terminal No.1 del aeropuerto José Martí también fue remozada para recibir al pontífice, constataron periodistas de la AFP.
Además, fueron repavimentadas avenidas próximas a la Nunciatura Apostólica, en el barrio de Miramar, en el oeste de La Habana, donde se hospedará el Papa en su segunda noche en Cuba.
En la legación del Vaticano, que tiene dos plantas, todavía se realizaban trabajos de “embellecimiento” esta semana, según dijo el nuncio Bruno Musaró.
El lunes 26, día de la llegada del Papa desde México a Santiago de Cuba, 900 km al este de La Habana, pernoctará en una casa recién construida en los predios del Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, a 20 km de esa ciudad.
Ese día oficiará su primera misa en la isla en Santiago de Cuba.
Pero a pesar de los carteles y el mejoramiento en calles y edificios, en la bulliciosa Habana no se observa todavía gran entusiasmo entre sus 2,2 millones de habitantes, como el que precedió a la llegada de Juan Pablo II, quien se “echó a los cubanos en un bolsillo”, según el ex marinero Salas.
Tampoco se observan camisetas, calendarios, postales ni pequeñas esculturas de arcilla sobre esta visita, como sucedió antes de la llegada del pontífice polaco.
No obstante, todos dan por hecho que cientos de miles de cubanos asistirán a las dos misas campales de Benedicto XVI o lo aclamarán en las calles durante su visita, que será cubierta por un ejército de 700 periodistas extranjeros llegados para la ocasión, según el Centro de Prensa Internacional.