Un Papa en La Habana
El dictador Raúl Castro saludando al Papa en Santiago de Cuba.
Por Lucas Garve -
LA HABANA, Cuba
El arribo del Papa Benedicto XVI a la distancia de catorce años de la visita de Juan Pablo II despierta polémicas, en medio de una atmósfera social, en esta primavera de 2012, muy diferente a la de 1998.
El chofer de un taxi de turismo de la compañía estatal Cubataxi me dijo el domingo por la tarde: “Que ganas tengo de que el Papa venga y se vaya; no me dejan dormir con el cuento de la seguridad”.
¿Y qué tiene que ver un humilde taxista con la seguridad del Papa?, se preguntará usted como yo lo hice. Simplemente que los taxistas transportan pasajeros y sus pertenencias y la empresa ha ordenado a los choferes que deben de estar alertas y denunciar cualquier movimiento o carga sospechosa.
“Este Papa lo que ha traído antes de llegar es un montón de policías por toda La Habana. Oye, si parece que estamos en guerra. Lo que el Papa debería traer son algunos euros para cada uno de nosotros. Por lo menos el otro Papa que estuvo aquí nos dejó la Navidad, pero vamos a ver lo que nos deja este”, aseveró un negro joven antes de bajarse de la guagua.
No sin razón, porque cuando me bajé yo del ómnibus, en un lugar conocido como La Palma, pude contar veintidós policías en las cercanías del cruce de las dos vías que conducen hacia el sur y el sureste.
Desde la semana pasada, aparecieron allí letreros con mensajes antigubernamentales, y otros en contra de la visita papal en distintos lugares de la ciudad, a lo cual se une un marcado desinterés de la población por la misa de este miércoles.
“Tú sabes lo que es levantarme de madrugada para venir para mi trabajo, yo que vivo en Alamar (una especie de ciudad-dormitorio en un suburbio al este del centro de la capital). Ahora dime tú cuál guagua va pasar a esa hora, porque tengo que estar en el trabajo antes de las cinco de la mañana y todo por el cuento de que nosotros los militantes (del Partido Comunista de Cuba, único permitido en el país) debemos de estar listos para ir a la Plaza a oír la misa del Papa”, le decía una mujer a otra en la parada de ómnibus cercana a mi casa el sábado.
Comentario que reafirma lo dicho por varios opositores destacados en el sentido que la presencia de los habaneros en la misa de este miércoles 28 en la Plaza de la Revolución no será de manera espontánea, como lo fue en el 98.
Se conoce desde hace muchos días de la medida orientada que los militantes del Partido Comunista serían movilizados masivamente por sus centros de trabajo para contribuir a impedir cualquier posible manifestación antigubernamental en el lugar durante la misa papal.
Cuando el anterior Papa estuvo en Cuba, la población tenía esperanzas de que algo cambiaría y la recomendación de “No tengáis miedo”, del fallecido pontífice marcó un antes y un después para cientos de miles de creyentes y no creyentes, así como para la Iglesia católica cubana.
A esta hora además, la posición de connivencia con el gobierno por parte de la jerarquía católica cubana no es bien vista por muchos sectores de la población, a diferencia de 1998, cuando la Iglesia no se había mostrado tan ligada al régimen como sucede en el presente.
Cada parte tiene diferentes motivaciones en esta suerte de concordato entre la jerarquía católica cubana y el gobierno: la Iglesia busca ganar espacios públicos e influencia en la sociedad, mientras el gobierno busca la legitimidad de los cambios socio-económicos cosméticos que está tratando de implementar para extender su permanencia en el poder.