Leyendo a Judas
Esta lectura pertenece al jueves santo.
El beso de Judas
Nunca un beso significó tanto para la humanidad. El de una especie de ángel caído cuya traición fragua la gloria de otro. Eso es Judas Iscariote, personaje bíblico, para mal y para bien del cristianismo. Porque su traición a Jesús por 30 monedas de plata, un jueves como hoy, lo convirtió desde ese mismo instante en uno de los seres más vilipendiados y maldecidos. Y en uno de los personajes más interesantes, enigmáticos y novelescos de la Biblia, ese libro de lecturas fascinantes esparcidas con grandes voces narradoras al servicio de hechizantes historias literarias. Por eso Judas Iscariote es el apóstol que he elegido para la segunda parte de la serie Nuevo testamento de literatura, dedicado ayer a la Virgen María. Porque Judas es un personaje y una pieza esencial sin la cual no existiría la religión Católica, y cuya misteriosa vida ha sido explorada y recreada por algunos escritores a lo largo de dos milenios, cuyos libros invito a ustedes a compartir y comentar en este blog, tras el relato sobre el cual hablaré a continuación.
Como muestra metaliteraria elijo el cuento de Jorge Luis Borges, Tres versiones de Judas, que en mi edición de bolsillo de Alianza tiene justamente las páginas de un número cabalístico: 9. Gracias y detalles al margen, la lectura del relato de Borges es una lección de literatura a través de una lección que busca descifrar “un misterio central de la teología”. Un ejemplo de las historias borgeanas cuyos universos nacen allí y se expanden para luego cerrarse sobre sí mismos. Su primera lectura la tuve a los veintipocos años y fue como un atardecer de tormenta con relámpagos y centellas que auguran la cercanía de la caída del gran rayo.
¿Codicioso? ¿Ambicoso? ¿Rebelde? o ¿Víctima? ¿Instrumento? ¿Incomprendido? En cualquier caso, Judas Iscariote, es un hombre imbuido en el misterio sin el cual no se habría podido cumplir el destino de Jesús. La gloria gracias a un traidor.