Los Castro y el retrato de la corrupción en Cuba
Por Roberto Alvarez Quinones -Escritor
FUENTE : AOL Noticias
La corrupción en el sector público es un mal que de una u otra manera afecta a todos los países de la Tierra, aunque en menor medida en las naciones en las que son más visibles la solidez de las instituciones, el peso de la ley, la independencia de poderes –sobre todo del judicial-- y la eficacia de los medios de comunicación.
O sea, puede haber funcionarios corruptos lo mismo en Suiza o Canada, que en Uganda, Haití, o Bangladesh, pero sin duda a mayor institucionalidad y transparencia más difícil es violar la ley.
Hay, sin embargo, un tipo de corrupción que constituye una patología endémica incurable, inmune a cualquier medicamento profiláctico de vigilancia o represión para combatirla, pues forma parte de la estructura de un régimenpolítico y socioeconómico que por sí mismo genera corrupción at infinitum, al punto de que deviene cultura nacional.
Es esto lo que sucede en Cuba y ocurrió en los otros 34 países que en el siglo XX "construyeron" el socialismo. El general Raúl Castro dice que él sí va a acabar con la corruptela que sacude a la isla y nombró a Gladys Bejerano como la zarina anticorrupción del país, al frente de la Contraloría General y como vicepresidenta del Consejo de Estado.
Pero los cubanos saben que la malversación de dinero y bienes del Estado es inherente al comunismo. La explicación es simple: los propietarios privados, que velan por lo suyo, fueron sustituidos por burócratas para quienes, como dijo Mijail Gorbachov –en un arranque de honestidad inédito para un líder de la Unión Soviética-"la propiedad social (léase estatal) es la propiedad de nadie". Y a nadie le importa.
En la isla la corrupción en las altas esferas forma parte de las reglas del juego del sistema. Si los generales con mando de tropas y los jefes de las fuerzas represivas no reciben prebendas y recursos para una vida fácil, el poder absoluto de los hermanos Castro y de algunos "históricos" pendería de un hilo. El nivel de vida de "burgueses ricos" que llevan todos ellos supera en años luz el que les correspondería según sus sueldos oficiales, ninguno de los cuales supera los 1,500 pesos, equivalentes a 62 dólares mensuales.
Realmente cuando Raúl y Bejerano hablan de corrupción se refieren a la de los burócratas medianos y menores, y a la gente de a pie, no a la cúpula partidista, gubernamental y militar. Hablan de la malversación "por la libre", no de la autorizada o controlada por ellos.
Porque la corrupción en Cuba es una hidra de tres cabezas: 1) la de la clase dirigente más encumbrada, 2) la de los funcionarios intermedios (incluyendo ministros) y menores, directores de empresa, jefes de almacén, administradores de restaurantes o cualquier actividad económica de propiedad estatal, y 3) la de los empleados llanos, sin cargos administrativos.
Las cabezas 2 y la 3 --que están realmente en la mira--, se alimentan de la psicología enunciada por Gorbachov de que la propiedad estatal no es de nadie y se puede disponer de ella.
Mercado negro imprescindible
Al no existir empresas privadas, el Estado es el único proveedor y distribuidor de medios de subsistencia, pero debido a la incapacidad productiva comunista no satisfacen las necesidades de alimentación, vivienda, transporte, etc. por lo que se requiere el auxilio de tres hadas madrinas: subsidios millonarios de un gobierno "amigo", recibir dólares de los cubanos residentes en el extranjero, y un mercado negro que se encargue de redistribuir los bienes y servicios que la burocracia estatal no provee a la población.
Como todos los cubanos no reciben divisas extranjeras del exterior, la satisfacción de las necesidades básicas depende del mercado negro. Y este se nutre de los "desvíos de recursos" del Estado, como le llama el gobierno. Por eso, hoy en Cuba quien sustrae productos de un almacén estatal no es considerado un ladrón, sino un benefactor de la sociedad. Este tipo de robo generalmente no es percibido como un delito, sino como un acto de legítima defensa que hace posible la existencia del mercado subterráneo salvador.
La clave de esta peculiar lógica es que quienes están en la cima de la dirección del Estado socialista son los que más recursos malversan y son tratados como patriotas revolucionarios.
Semejante erosión de los valores éticos es uno de los saldos del "hombre nuevo" comunista que el Che Guevara y Fidel Castro comenzaron a forjar en los años 60, y que hoy es experto en mentir, fingir, o robarle al Estado. Y no siente amor por el país, ni por los próceres de la independencia, ni por las raíces de la cubanía.
El 'hombre nuevo'
Para el nuevo hombre castrista-guevarista, más individualista que el hombre "de antes", lo importante es sobrevivir y "resolver" a como dé lugar. Su sueño no es hacer proyectos o esfuerzos para mejorar la nación en que nació –como antaño--, sino abandonarla en cuanto pueda "porque esto no tiene remedio".
Muchos son vigilantes y agentes policiales que, o se dejan sobornar, o roban ellos mismos. En las empresas, guardias, jefes y empleados se apropian de bienes estatales adulterando los registros contables e inventarios y enviando informes falsos a sus superiores, quienes a su vez mienten a los de más arriba, hasta llegar a la cúspide de la nación, que es la que más roba y miente y la que infla los informes a la Asamblea Nacional, a la población, a la ONU, al mundo.
'Tiburón se baña, pero salpica'
No tienen moral los máximos dirigentes de un país para combatir la corrupción cuando ellos se sirven de ella para preservar el poder y malversan recursos estatales a lo grande. Raúl y Fidel Castro facilitan que los jefes civiles y militares clave se construyan o remodelen palacetes privados, vivan en mansiones con criados, aire acondicionado central y con equipos electrodomésticos tan sofisticados como los de la reina Isabel, protegidos en sus bunkers por soldados y muros que no dejan ver desde la calle el disfrute de banquetes fabulosos que evocan los de la "Ilíada" de Homero.
Para dormir tranquilos, Raúl y Fidel aceptan que esos sostenedores de su poder tengan fincas de recreo, clubes y playas privadas, posean yates y salgan a pescar o a pasear por el Caribe; que tomen el mejor whiskey, tengan antenas para ver la TV americana y europea por satélite, libre acceso libre a internet –cosa prohibida al pueblo. Les entregan automóviles europeos y japoneses con chofer particular y les permiten que gasten miles de dólares en vacaciones privadas en Europa, donde también compran viviendas y empresas que operan sus hijos y nietos. En fin, que los hermanos Castro en rigor no se diferencian de aquel corrupto presidente cubano de principios del siglo XX bautizado popularmente como "Tiburón", el también general José Miguel Gómez, quien decía sin tapujos: "Tiburón se baña, pero salpica"
¿De qué cruzada contra la corrupción hablan entonces el dictador y sus colaboradores?.
Autor: Roberto Álvarez Quiñones . Periodista, economista e historiador cubano. Autor de siete libros de temas históricos, económicos y sociales. Trabajó como editor y columnista del diario "La Opinión" de Los Ángeles, de 1996 a 2008. Ex profesor universitario. Ex analista económico de la TV hispana en Estados Unidos. Ha impartido cursos de postgrado y conferencias en países de Europa y Latinoamérica . Ha recibido 11 premios de periodismo. Reside en el sur de California.