La cola funciona muy bien.
Cubanos haciendo cola para comprar viveres que todavia venden por la libreta de comida
DESDE LA HABANA, Cuba, abril del 2012
La cola funciona muy bien. Es la única organización perfeccionada durante cinco décadas. Da igual si se trata de cambiar dinero en una CADECA o atrapar una guagua, la disciplina se ha aprendido bien, no tanto por la insistencia de las autoridades para controlar a cada cubano, sino para evitar los exabruptos y trifulcas que ocasiona esa persona que siempre pierde quien le dio el último y, por tanto, se coloca a la cabeza.
Pero el ingenio de los organizadores de cualquier actividad, o la falta de él, provoca situaciones surrealistas. La marea humana congregada en la Plaza de la Revolución, el 28 de marzo para asistir a la misa oficiada por el Papa Benedicto XVI, buscaba infructuosamente los “baños”. Quienes tuvieron la suerte de entrar por la calle frente al edificio del Ministerio de la Construcción, se sorprendían al ver dos ruinosas y pequeñas armaduras, montadas sobre alcantarillas con un “molote de gente” alrededor. Eran las únicas existentes para los cientos de miles de personas congregadas. Envié una foto a una amiga extranjera y se asombró ver la gran cola “esperando la guagua”. Mayor fue el asombro cuando le aclaré el error. Indudablemente las caras estaban tensas por la espera y las insalubres condiciones del lugar, pero todos aguardaban con resignación y no faltó el chiste cubano.
También, lograr atención en una casa de cambio (CADECA) puede convertirse en una odisea. Creadas en 1994, cuando el gobierno comprendió que era preferible recaudar las divisas a mantener penalizada la posesión, quizás de unos pocos dólares enviado por algún familiar desde “el imperio”, y fomentar el tráfico ilegal. Durante cierto tiempo después, aún permanecían en prisión quienes habían sido atrapados burlando la ley con un par de dólares en el bolsillo. Inicialmente se crearon en unos cajones, perdón, unos pequeños contenedores, regados por La Habana y las capitales de provincia, y poco a poco las autoridades advirtieron que se necesitaba abrirlas en todos los pueblos. El traslado para lograr el cambio era sido agotador y, además, interfería las ventas en la Tiendas de Recuperación de Divisas (TRD) y las otras cadenas, todas estatales, que proliferaron.
Las colas en las CADECAS fueron mutándose según las circunstancias. Donde se disfrutaba de la brisa bajo un árbol, se decidió enviar a los clientes a esperar a media cuadra, bajo el sol. No han faltado las aguas albañales y los desagradables olores, insoportables durante las largas esperas. Sin embargo, los horarios de atención al público fluctúan por los más disimiles motivos, ya sea debido a necesidades personales de los empleados o la llegada del camión de traslado del dinero que, por cierto, no siempre está disponible. Para colmo de dificultades, comenzó a pagarse en las CADECAS la pensión a los jubilados, de manera que en los días correspondientes, las colas son interminables.
Precisamente, el artículo “CADECA por un cambio” del periódico Trabajadores, el 2 de abril, se refiere a los problemas en las cajas de cambio: “La cantidad insuficiente de sucursales, el incumplimiento del horario de trabajo por parte de algunos cajeros, y las malas condiciones materiales en muchos casos para atender al público, se encuentran dentro de las principales inquietudes de los usuarios.”
Resultaría realmente incomprensible si no se tratara de Cuba, donde casi nada funciona, pues esta es una actividad con ganancias netas. Si alguien pierde es el cliente quien además de todas las inconveniencias, cambia a una tasa abusiva y paga un fuerte impuesto al entregar moneda dura por los “chavitos”, los CUC que sólo sirven en el archipiélago cubano, o los compra, en iguales condiciones, con los pesos, que muchas veces con grandes sacrificios acumula para poder adquirir hasta los productos de primera necesidad en la tiendas de venta en divisas, con precios alucinantes.
En cuanto a los empleados, el único alivio es el aire acondicionado, indispensable en esos pequeños cubículos. Con salarios bajos y sin estímulos adicionales afrontan la responsabilidad y el riesgo de trabajar con dinero, lo cual debería ser bien remunerado. Al tiempo que permanecen largas jornadas sin pausas por la presión de la cola casi siempre incesante. También los custodios han ido cayendo en el trato inadecuado al público, por similar falta de motivación. Para solucionar los problemas, en el referido artículo se cita a la presidenta de CADECA: “Hay que elevar la exigencia, pues también atravesamos un alto índice de ausentismo, fundamentalmente en julio y agosto, cuando se nos quedan líneas de cajas vacías, a pesar de los constantes cursos que desarrollamos para ampliar el número de trabajadores.” No parece que pueda achacársele la culpa a su gestión, pues debe cumplir la política fijada por niveles superiores, que aplica conceptos similares también para el resto de las actividades del país.
La Central de Trabajadores de Cuba (CTC) exige a los empleados mayores esfuerzos y disciplina para cumplir los planes, pero no ejecuta su función de defender los derechos de sus afiliados, comenzando por el reconocimiento al valor de la función que desempeñan, para que se sientan realmente motivados y, como se usa decir ahora, tengan el “sentido de pertenencia”, que no se logra con consignas.
Seguramente el sindicato tiene eficientemente cumplida la meta de cobro de la cuota mensual y del aporte al Día de la Defensa a todos los afiliados. Dejará de esforzarse en la comunicación de las nuevas cesantías hasta que pase el acto político de reafirmación revolucionaria de cada Primero de mayo. Al salir hacia la manifestación del Día de los Trabajadores pasará lista para garantizar la asistencia de la mayor cantidad posible de personas, y tendrá que hacerse de la vista gorda con la permanencia de los trabajadores en el acto.