Tiranía, democracia y legitimidad:
El insólito caso de los Castro
Los Dinosaurios del Caribe
Por Roberto Alvarez Quinones - Escritor -AOL Noticias
bien antes de celebrarse la pasada Cumbre de las Américas, que bajos los auspicios de la Organización de Estados Americanos (OEA) tuvo lugar en la ciudad colombiana de Cartagena a mediados de abril, no hubo consenso para que Cuba fuera invitada, en la conferencia misma sí lo hubo -con la excepción de Estados Unidos y Canadá- para que Raúl Castro esté presente en la próxima cita programada para 2015 en Panamá.
Hace uno días, el 24 de abril, el secretario general de la OEA, el socialista chileno José Miguel Insulza, en un discurso que pronunció en el Wilson Center de Washington dijo que será muy difícil convocar a la cumbre presidencial de Panamá si el gobierno de Cuba no es invitado, según reportó AP.
Sin dudas se trata de un caso insólito, pues si a cualquier presidente o político de América Latina se le pregunta si le parecería bien que en su país un "hombre fuerte" gobernase durante medio siglo sin someterse jamás a las urnas, y luego al retirarse por enfermedad le entregase graciosamente la presidencia a su hermano menor, con toda seguridad respondería que no, que eso estaría muy mal.
Sin embargo, si se trata de Cuba, está bien. Esta incongruencia se debe a que a los hermanos Castro se les aplica la Doctrina Insulza, un sorprendente aporte a las ciencias políticas realizado por el actual secretario general de la OEA, que aunque no ha sido formulado oficialmente rige de hecho en dicha organización desde mediados de la década pasada.
Según la nueva lógica, apoyada por no pocos gobernantes latinoamericanos, ya no importa tanto si un presidente ha sido elegido democráticamente o se ha instalado en el poder "manu militari", lo que cuenta es que lo preserve a como dé lugar y que el paso del tiempo se encargue de legitimar su gobierno y de borrar las "manchas" que tenga.
Insulza lanzó su doctrina el 13 de febrero de 2007 cuando declaró a CPN Radio, de Lima: "La fuente de legitimidad del sistema cubano se llama Fidel Castro". Insulza, quien dijo sentir "respeto y admiración por el personaje", agregó que "Fidel Castro es un líder carismático que ha marcado medio siglo de la vida hemisférica... y esa personalidad ha terminado por imponer como legítimo dentro del hemisferio o dentro de América Latina un régimen como el que hoy día tiene Cuba".
Dos años más tarde, en 2009, a instancias de Hugo Chávez y con base en esta doctrina, la OEA decidió que Cuba podía regresar a la organización. Los Castro, sin embargo, reiteraron que no regresarán. En una de sus reflexiones, el 15 de febrero pasado, Fidel calificó a la OEA de "infame" y de "basura" al servicio de EE.UU. "Nosotros -dijo el viejo comandante--no queremos ni siquiera escuchar el infame nombre", informó EFE desde La Habana. Es decir al régimen le hacen una invitación que no merece y Castro en reciprocidad lanza patadas e insultos.
Pero la OEA insiste y aboga por el regreso de la dictadura militar más prolongada que ha tenido América Latina en toda su historia, ya que 53 años en el poder "lavaron" a los hermanos Castro y ya no son tiranos.
¿El tiempo legitima a un tirano?
Ahora es irrelevante si un jefe de Estado ha sido electo en las urnas, o ha tomado el poder por su cuenta. Si logra preservar el poder su mandato será tan legítimo como si hubiera sido electo por una abrumadora mayoría de votos populares, pues el tiempo y el carisma personal son "fuentes de legitimidad".
Ello hace trizas la Carta Democrática Interamericana, aprobada por la OEA en septiembre de 2001, en una Asamblea General de la entidad celebrada en Lima, Perú. Dicho documento, que se supone es la espina dorsal de la OEA, establece que todo presidente que no sea elegido en las urnas es un dictador y su gobierno debe de ser expulsado de la OEA, sometido a sanciones y al aislamiento diplomático y político.
La explicación de la flagrante contradicción entre la Doctrina Insulza (DI) y la Carta Democrática de la OEA no es nada complicada: la DI sólo se le aplica a líderes "carismáticos" que afirmen gobernar en nombre de los pobres y enarbolen la bandera antiestadounidense.
En cambio, si quien gobierna por la fuerza es de derecha se le juzga bajo la Carta Democrática de 2001. Por eso Augusto Pinochet es tratado como ex dictador chileno, y Fidel Castro como ex presidente de Cuba. Y cuando en Honduras fue derrocado Mel Zelaya, en junio de 2009, se le aplicó la Carta Democrática a Roberto Micheletti y su gobierno fue expulsado de la OEA por antidemocrático.
Pero Fidel es incluso "fuente de legitimidad", y además se le concedió la gracia de poder transferir legitimidad a terceros. Eso fue lo que hizo al ungir a su hermano Raúl como Jefe de Estado, sin consultar al pueblo soberano. Y la OEA le dio su aprobación.
Si el tiempo en el poder "bendice" a un gobernante aunque no haya sido electo nunca, igualmente legítima fue la dinastía de los Somoza en Nicaragua, pues marcó casi "medio siglo de la vida hemisférica" (43 años), desde 1936 hasta 1979. Y lo fue el régimen de Alfredo Stroessner, dictador de Paraguay por 35 años; el de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, por 31 años; la dinastía Duvalier en Haití, durante de 27 años; o la dictadura de Porfirio Díaz en México, 27 años, y la de Pinochet, que duró 17 años.
En otras palabras, si un autócrata se convierte en presidente por la fuerza, mientras más tiempo se aferre al poder, más lo legitimará. La Doctrina Insulza opera como una ecuación inversamente proporcional: a más años como tirano, menos tirano será considerado y más calurosa será su bienvenida al seno de las naciones democráticas de Latinoamérica.
Con semejantes reglas del juego no sorprende que, excepto los mandatarios de EE.UU y Canadá, ningún otro presidente en la región ha dicho por lo claro que el general Castro no tiene derecho a estar presente en las conferencias cumbres porque no ha sido elegido jamás.
¿No sería más justo que los gobernantes y políticos de Latinoamérica expresaran sus buenos deseos de que haya elecciones democráticas en Cuba, que el pueblo elija al fin a sus gobernantes y que el nuevo jefe de Estado cubano represente honorablemente a la isla en Panamá?
Con toda seguridad ningún político latinoamericano querría para su país un régimen como el de los Castro. En eso consiste lo inaudito, o más bien injusto "encanto" que aún ejercen en América Latina este par de dictadores que convirtieron en ruinas un próspero país en desarrollo, lo convirtieron en una prisión gigante, y que al llegar al poder en 1959 prometieron celebrar elecciones democráticas en un plazo de 18 meses y 53 años después todavía no han sido convocadas.
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