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General: DIÁSPORA Y EXILIO
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 12/05/2012 16:16
 
Diáspora y exilio
La diáspora abarca toda la geografía.
Hubo que inventarla para no mencionar al exilio y para no hablar de Miami, o al menos para restarle importancia
 
 
Exiliados cubanos durante el éxodo del Mariel.
 
cubaencuentro.com cuba encuentroAlejandro Armengol,
La diáspora cubana es un concepto que define, por hiperbólico, el carácter de un pueblo condenado a buscar una grandeza que desborde la isla.
 
Es en La Habana que se empieza a hablar de diáspora, a finales de los años ochenta. Con la literatura adquiere el pasaporte a la fama. Los escritores de la diáspora. Antes hay el ensayo de la neutralidad: hablar de la comunidad cubana en el exterior, al referirse a quienes viven en el sur de la Florida y no mantienen una supuesta beligerancia anticastrista.
 
La diáspora abarca toda la geografía. Hubo que inventarla para no mencionar al exilio y para no hablar de Miami, o al menos para restarle importancia. A partir de entonces surge una terca batalla de ciegos y sordos. Muchos exiliados se niegan a verse incluidos bajo tal sombrilla. En Cuba la palabra forma parte del oficialismo, con una ignorancia contundente.
 
La diáspora nos es ajena, porque muchos no fuimos expulsados. Buscamos el destierro como una bendición y no como un castigo. Pero también la diáspora nos pertenece, ya que en la partida hubo mucho de culpa y persiste el desarraigo.
 
Fue en Cuba donde se apropiaron de una palabra hebrea. Es en el exilio de Miami donde nace la identificación con el pueblo judío. Cuando La Habana comenzó a hablar de diáspora, tuvo por propósito el ignorar a Miami. Sin embargo, aunque aquí se rechaza el término, también persiste la actitud de proclamar a esta ciudad el sitio temporal de la nueva Jerusalén, la Tierra Prometida, el comienzo que algún día se trasladará a la Isla. Los inmigrantes errantes tienen en algún momento que volver la mirada hacia el centro vital que es el punto de partida.
 
Diáspora y Aleph se complementan y comparten el mismo fundamento. Nada más irónico que la repetición de que el Aleph de la cultura cubana se encuentra en la Isla. La afirmación como un afán para establecer un lugar ideal, donde radica la totalidad de las posibilidades creadoras, las que confluyen sin confundirse y son vistas desde todos los ángulos; el sitio en que converge y se almacena íntegra la diversidad artística; el universo que contiene todos los bordes y fronteras y cuyo centro no es un punto sino una circunferencia infinita. Esa letra —que más que un alfabeto es una enciclopedia— está en una nación que siempre ha escapado a las definiciones: una nebulosa en vez de una esfera; un país pequeño y limitado por aguas profundas en busca de la otra costa. Una imagen que aspira a ser un concepto y no termina de definirse. Apenas una idea.
 
El Aleph como un recurso de urgencia que encierra el universo en un sótano. Asombra ese reduccionismo, como una justificación de un proceso que desde su nacimiento pretendió ir más allá de sus fronteras. Primero geográficamente. No bastaba hablar de la isla de Cuba, ya que lo correcto era referirse al archipiélago cubano. Luego en su vertiente guerrillera, con la conversión en un foco de irradiación de la violencia. Después imperialista, con el empleo de las fuerzas armadas transformadas en un instrumento de guerra extraterritorial en África. Globalizadora, por último, con la exportación de médicos, maestros y técnicos a diversas naciones.
 
Esta extensión del país tiene su contrapartida en una vieja idea colonialista: todo esfuerzo literario, gráfico y musical fuera de la metrópolis no es más que un apéndice —a veces válido, pero secundario— condenado a girar de acuerdo al poder dominante. Este reduccionismo con el ropaje de un plan abarcador ha tratado de sortear el egocentrismo bajo el disfraz de la asimilación cultural: reconocer la existencia de una literatura del exilio, una plástica internacional y una música caribeña que trascienden las fronteras del país, pero que no dejan de ser limitadas en sus logros y dependientes de la raíz. La nación no como fuente nutritiva sino como campana bajo la cual respirar. El concepto estereotipado de la patria como madre, agrandado al endiosamiento del Estado —padre para los residentes en la isla, padrastro para quienes viven en el exterior— todopoderoso, vigilante y ceñudo.
 
El Miami cubano como el sustituto de la patria, la estación de tránsito, el baúl de los recuerdos y la avanzada del futuro.
 
El primero de enero de 1959 nos sorprendió con apenas conocer el desarraigo. La Isla siempre fue un imán para la inmigración, desde antes de su descubrimiento por los europeos. Cuba es ahora un dinamo sin tregua de generaciones de inmigrantes. Circunstancias del momento. Razones políticas.
 
La diáspora no existe, es solo un paréntesis. Llevamos siglos por el mundo, destacándonos en los empeños más diversos. Arte con pasaporte de avanzada, cultura errante, llamativa y gritona.
 
Siempre ha existido la diáspora cubana.
 
El exilio es una palabra dura para quienes viven fuera de la Isla.
 
La diáspora es una palabra blanda para quienes viven dentro de la Isla. Hablar de exilio puede resultar peligroso en Cuba, hablar de diáspora no. Sin embargo, la diáspora es un concepto subversivo: implica expulsión, tiranía, ocupación extranjera, despotismo cultural y religioso y la esperanza del regreso. El exilio es simplemente oposición política.
 
Los exilios son tristes. La diáspora es esperanza. El exilio es una idea fija. La diáspora siempre movimiento. La patria o la falta de patria crean la diáspora. Esta implica el renacimiento de lo perdido.
 
El exilio es fácil de combatir, porque representa al enemigo en retirada. La diáspora se expande y no se logra abarcar nunca.
 
El exilio anticastrista desaparecerá algún día. La diáspora es eterna. Ave fénix, el cubano errante, viaje de ida y vuelta, el adiós que guarda la memoria.


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 17/05/2012 14:39
Diáspora y destierro
La aplastante mayoría de la diáspora cubana es de hecho desterrada, según las leyes cubanas, ya que sus miembros no puede regresar a asentarse al país donde nacieron y requieren de autorización para visitarlo
 
Balseros cubanos
 
cubaencuentro.com cuba encuentro Juan Antonio Blanco, Miami
Agradezco la contribución hecha por Alejandro Armengol al actual debate sobre el concepto que mejor identifica a la masa de cubanos que hoy vive en el exterior. Sin duda este es un tema central y a menudo mal tratado que genera continuos debates que a veces hacen olvidar hacia dónde hay que dirigir las pasiones que levanta. Voy a permitirme, apenas a título complementario, agregar algo a lo ya dicho por el autor en su artículo Diáspora y exilio.
 
Los conceptos no son estáticos, sino evolucionan según el uso que se les da, y con ello cambian también quienes los abrazan o desechan.
 
El termino de diáspora efectivamente fue empleado en su origen para calificar la dispersión masiva que supuso el éxodo judío para escapar a sus opresores (cruzar el Mar Rojo para escapar la esclavitud en Egipto era en aquel tiempo una opción desesperada, como lo fue después escapar de Europa ante el avance nazi). También fue usado el concepto para describir otras circunstancias en las que la opción personal no jugaba un papel en el desplazamiento físico, como fue la captura y exportación forzada y masiva de africanos como esclavos a las Américas.
 
Pero en 1986 Gabriel Sheffer publicó su libro Un nuevo campo de estudios: las diásporas modernas en las relaciones políticas internacionales y desde entonces el término se emplea para calificar a grupos étnicos de origen migrante que residen y actúan en sus países de acogida, pero mantienen fuertes lazos sentimentales y materiales con sus países de origen. Visto desde esa perspectiva, hoy predominante en la literatura académica sobre migraciones, el concepto se ajusta mejor para describir la actual realidad de una masa significativa de cubanos que por muy diversas razones se marchan de su país pero mantienen fluidas relaciones con la Isla.
 
Todos los cubanos que migran —o sea, que se desplazan físicamente de un país a otro— son emigrados. Migrar es un concepto que describe un desplazamiento en espacio y no alude a la motivación detrás de ese acto. Hay infinitas razones para migrar. Las causas que motivan ese desplazamiento y el status legal que usan para ser acogidos en el nuevo país es el que decide si son exiliados (personas que por razones de conciencia deciden irse de Cuba) y de entre ellos si son asilados o refugiados (si temerosos de ser devueltos a Cuba solicitaron el asilo como refugio político). La contraposición entre los conceptos exilio y emigración es propia de debates ideológicos, pero no se aviene al contenido real de esas categorías, las cuales no son contradictorias y pueden resultar complementarias según el caso. El debate sobre ese punto terminológico se ha politizado porque unos y otros desean reflejar que la inmensa mayoría o totalidad de esa masa de migrantes lo hace por razones políticas o económicas. Ese es un debate válido y necesario, pero que no invalida el hecho de que migrantes son todos.
 
Tiene razón Armengol cuando recuerda que La Habana, en su ignorancia habitual, usó en algún momento el término de diáspora, para evitar emplear el de exilio, sin percatarse de que el origen de ese concepto estaba vinculado a masas de personas que escapaban de la opresión (judíos) o eran forzados a salir de su territorio (africanos). Al parecer alguien les llamó la atención porque ahora critican y sospechan de todos aquellos que usamos ese concepto e insisten en que solamente se hable de comunidad cubana en el exterior que es el único políticamente correcto a su entender.
 
Los que hoy usamos el concepto de diáspora para referirnos a los cubanos lo hacemos precisando que al interior de esa masa de personas hay una zona significativa de exiliados, o sea de personas que han emigrado por razones de conciencia. Entre ellos muchos se acogieron al asilo y refugio políticos en otros países para asegurarse de no ser devueltos y poder legalizar su status si arribaron sin visa. También hay personas —estén conscientes o no de ello— que salieron forzados por el creciente deterioro de la vida cotidiana generado por un régimen de gobernabilidad que bloquea su creatividad y proyectos de vida. Al no ver con claridad esa conexión se consideran a sí mismas emigrados económicos, pero es debatible si en realidad pueden ser considerados como tales por el simple hecho de que no tengan conciencia de la conexión que existe entre el sistema político y económico con la miseria de la que intentaban escapar.
 
Lo curioso es que, sea cual sea el motivo de su partida de Cuba, el grado de conciencia que tengan sobre la relación entre las causas políticas y las económicas que los empujaron a salir, el país que eligieran para asentarse, el status legal con el que entraron al nuevo país (en el caso de EEUU pudiera ser un emigrado beneficiado con las 20.000 visas anuales de migrantes, haberse acogido al ajuste cubano o haber solicitado asilo político), la aplastante mayoría de esa diáspora es de hecho desterrada según las leyes cubanas vigentes. Son desterrados que no pueden regresar a asentarse al país donde nacieron y requieren de autorización para visitarlo, la cual puede ser negada en cualquier momento y sin que medie explicación alguna.
 
En conclusión: las actuales leyes migratorias cubanas son ante todo leyes de destierro para aquellos que optan por asentarse en EEUU u otro país. Los permisos de residencia en el exterior son —por muchas que sean las personas que hoy ya lo reciban— otorgados a discreción del Estado y junto a los permisos de entrada son dádivas gubernamentales para incentivar el comportamiento apolítico y acrítico de los emigrados.
 
Este y no otro debería ser hoy el centro del debate.
 
Para quienes anden en busca de un concepto que resulte ampliamente aglutinador y albergue dudas sobre aquellos términos que usualmente se manejan —diáspora, exilio, emigración, comunidad en el exterior o cualquier otro— el de destierro podría resultarles bastante abarcador. El destierro es una condición que se aplica por igual a todos los cubanos, por muy simpatizantes que sean del Gobierno en la Isla, porque la llamada habilitación del pasaporte no es sino un salvoconducto revocable para visitar el país en que se nació.
 
Exigir el fin de las leyes de destierro es el meollo de la cuestión que distingue a los abolicionistas que exigimos su fin —con la aplicación de los artículos 9 y del 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos— de los reformistas que promueven una legislación más flexible con diezmos más baratos.


 
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