NUEVA YORK Septiembre 11 del 2012
Por Aleaga Pesant
En La Habana, el periodista y bloguero Reinaldo Escobar, estaba en casa de un trovador oyendo canciones y conversando, cuando el suegro lo localizó por teléfono para decirle “están atacando los Estados Unidos”. En Bayamo, Francisca Vázquez acababa de jubilarse. Bajaba la escalera de su edificio, cuando Xiomara, la llamó muy asustada. La vecina de los altos tenía un hijo en Miami y le dijo, “bombardean los Estados Unidos”.
La hermosa Mildred Cabrejas, no recuerda esa mañana. Días antes tuvo presentimientos de algo malo que ocurriría y lo vinculó con una amiga pastora de la iglesia protestante de visita en esos días en los Estados Unidos. Julio Arias, en Manzanillo, Oriente, encendió el televisor casualmente y supo lo que sucedía, pasadas las once de la mañana.
Ariadna Rosabal, hoy una madre soltera de 23 años, no recuerda mucho del asunto, “quizás, lo supe al llegar de la escuela y mis abuelos me lo comentaron”. Mientras, en Ciudad México, en el Instituto de Ciencias Nucleares donde trabajaba, Antonio Rodiles, recibió la llamada de su esposa, cuando el primer avión se estrelló contra los edificios. El actual coordinador de Estado de SATS y de la Demanda Ciudadana, se conectó a internet para seguir la noticia. Lo demás es Historia.
Como ocurre con el día del asesinato de John F. Kennedy, casi todos recuerdan lo que hacían en la mañana del martes 11 de septiembre de 2001, al recibir la noticia del atentado contra el World Trade Center de Nueva York. Recuerdan en qué televisor vieron las dantescas imágenes de la caída de los edificios y el pavor, el pánico y la incertidumbre que se apoderó de la mayoría. El hecho trágico e indecente, dejaba una huella perdurable
Para la mayoría de los cubanos, los que residían en la Isla, fue un hecho lejano pero conmocionante. Por más, en el territorio del principal enemigo del gobierno cubano. En el seno del imperialismo, pensaban algunos. En el país más generoso del mundo, pensaban otros. Pero a nadie le fue ajeno.
En Cuba, el sistema informativo gubernamental a partir de las 11 de la mañana comenzó a trasmitir ininterrumpidamente una programación especial, que tenía como eje la información sobre el ataque terrorista.
Fuentes del departamento ideológico me comentaron durante esos días, que para los conservadores del partido comunista, el ataque era la demostración de que el “eje del mal” podía ser atacado y destruido. Por eso le dieron tal cobertura en los medios nacionales… Pero para los oficiales de política exterior, el asunto era otro. Tenían claro que se debían dar todas las seguridades al gobierno vecino para no dar lugar a dudas que el gobierno cubano no tenía responsabilidad en el asunto.
El gobierno condenó de inmediato, de forma pública y privada, el ataque al gobierno norteamericano. Se habilitaron los aeródromos insulares, incluidos los militares, para que los aviones en el aire con destino a los Estados Unidos tuvieran un puerto de reserva, debido al cierre del espacio aéreo norteamericano. Además, se preparó una brigada médica y se contabilizaron los efectivos en medicinas y material sanitario para ser enviados inmediatamente al país herido.
Una agente encubierta de la inteligencia del Ministerio del Interior, dentro de la turoperadora Havanatur, me confesó días después que recibieron la orden de no gestionar viajes a los Estados Unidos, a todo el que tuviera pasaporte de países árabes o musulmanes. Y cumpliendo las órdenes, rechazó a varios viajeros con esas características; la mayoría emigrantes ilegales, que utilizaban a la isla como puente de entrada al país vecino.
El gobierno cubano, siempre desafiante al norteamericano en todo encuentro público, nacional o internacional, de pronto mostró una exagerada comprensión y sensibilidad hacia el drama, que rayaba en el servilismo, no en la solidaridad.
El día que se paralizó la tierra ante el crimen, trasmitido en directo por la televisión, comenzó en verdad la primera guerra del siglo XXI.