El reggaetón ante el tribunal de la inquisición cubana
Cubanet Por Oscar Espinosa Chepe / LA HABANA, Cuba
Una plenaria del consejo nacional de la oficialista Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) se efectuó el 19 de septiembre, con la asistencia de Esteban Lazo, miembro del buró político del Partido Comunista. En los diarios Granma y Juventud Rebelde se brindó una escueta información, la cual refleja que entre los temas tratados estuvo la preocupación de los ilustres intelectuales sobre la invasión del reggaetón, calificado como música vulgar y de mal gusto, con letras calificadas de machistas y promotoras de la violencia.
En realidad el reggaetón desde el punto de vista musical no es lo más excelso y sus letras están cargadas en muchas ocasiones de mensajes banales. Pero habría que preguntarse porque la juventud lo prefiere y el motivo de que haya desplazado a otras manifestaciones musicales, a pesar de sus deficiencias, su tendencia hacia la bravuconería y cultivo de sentimientos no loables en algunos de sus números.
Cuando se transita por La Habana y otras ciudades, por todas partes esta música repetitiva se escucha en las esquinas y parques, y es la preferida por los jóvenes a niveles de contagio musical no presente en Cuba desde hacía mucho tiempo. Incluso orquestas dedicadas a otros géneros, como la salsa y la timba, han tenido que incluir el reggaetón para tratar de mantener su popularidad. Asi, puede decirse que existe una fiebre de reggaetón en el país, y hasta los niños lo cantan y repiten sus estribillos, la mayoría de las veces sin conocer el significado de las letras, y bailan con los gestos provocativos característicos del género.
Por supuesto, no se puede generalizar. Existen muchos números que encierran las protestas de la juventud ante un escenario de bloqueo a sus ansias de futuro y el derecho a una vida mejor, incluso algunos tiene letras jocosas y simpáticas. Ahora bien, el análisis realizado por esos intelectuales de la UNEAC olvida el prolongado contexto nacional de privaciones que afronta la población. No tienen en cuenta la amplia frustración existente en las nuevas generaciones, en un país que no les ofrece un porvenir y hoy ven como única alternativa marcharse de la tierra que los vio nacer. Se obvia que la juventud actual está compuesta en gran parte por los niños criados viendo a sus padres robar para poder mantener a la familia y han vivido en un ambiente de hipocresía y doble moral, mucha veces promovido por la misma intelectualidad oficialista que desde los medios de difusión han dibujado una sociedad cubana inexistente, mintiendo con un descaro inaudito. Ellos han crecido en solares, barrios marginales o hacinados en cuartos, donde la promiscuidad es habitual porque no existe espacio para el discreto amor, las quejas sosegadas sin discusiones que llegan a los golpes, las cuchilladas y el fuego, y el alcoholismo es algo ya frecuente; escenario que marcha parejo con una indetenible marginalización social. Por eso no es sorprendente que la juventud reciba con los brazos abiertos géneros musicales portadores de agresividad y protestas, aunque no estén bien dirigidas y se realicen con un léxico inapropiado.
Con la iniciativa de la UNEAC de promover una ley que excluya reggaetones de la programación musical, queda sin resolver este complicado asunto que tiene en su génesis fundamentalmente el continuo empeoramiento de la sumamente enferma sociedad cubana. Si se cometiera tal atrocidad solamente se lograría incrementar el deseo por la fruta prohibida, como sucedió en los años 60 con la valiosa música de los Beattles y otros. El contenido agresivo y vulgar de los textos musicales no es más que el reflejo de los traumas de la sociedad cubana, y una válvula de escape, consciente o inconsciente, de la desesperación de la juventud. La solución sería poner en práctica las transformaciones económicas, políticas y sociales urgentemente necesitadas, para que comience a renacer la esperanza en nuestro país.
Por supuesto, personas que durante decenios han estado comprometidas con el totalitarismo, que no quieren perder sus privilegios: cargos, autos y viajes al exterior, y otras prebendas por las que han vendido sus conciencias, algunos con las suyas manchadas de sangre inocente, carecen de moral para aparecer ahora en el papel de fiscales de la juventud cubana.