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General: Joven gay italiano,víctima de acoso escolar se ahorca
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 24/11/2012 18:47
Roma reclama justicia para un joven gay que se suicidó por acoso homófobo
 
Un chico romano de apenas 15 años se ahorcó este martes empujado por el acoso constante al que se vio sometido por sus compañeros de instituto. Su muerte, que ocurre solo días después de que los diputados italianos rechazaran una vez más la aprobación de una ley contra la homofobia, ha conmocionado a la comunidad LGTB italiana.
 
Los medios lo han llamado Davide (su verdadera identidad no ha sido revelada, solo se conocen sus iniciales, A.S.). Tenía 15 años, y el pasado martes se quitaba la vida en su casa de Roma tras vivir un calvario a manos de sus compañeros del Liceo Cavour, un instituto de la capital italiana, en el que durante más de un año sufrió una auténtica persecución homófoba sin que nadie al parecer interviniera en su defensa.
 
Le llamaban reiteradamente “maricón” y se burlaban de él por su modo de vestir. “El chico de los pantalones rosa”, le llegaron a apodar. El acoso no se limitó a las aulas, sino que se extendió a Facebook, donde los verdugos de Davide crearon un perfil para humillarlo en el que colgaron fotos y datos personales del chico.
 
El martes Davide se quitaba la vida después de que ese mismo día sus compañeros le insultaran y una profesora le reprendiera por ir a clase con las uñas pintadas de rosa. Al llegar a casa se ahorcó con su propia bufanda, en presencia de su hermano pequeño, que está recibiendo tratamiento psicológico.
 
Su cuerpo, ya sin vida, fue descubierto por su padre. La policía investiga ahora la cuenta de Facebook creada para humillarlo, ya que sus creadores podrían ser acusados de instigación al suicidio. Compañeros y profesores niegan entretanto cualquiera implicación en lo ocurrido.
Se llamaba Andrea S., tenía 15 años, estudiaba en un instituto cercano al Coliseo y vivía en el sur de Roma, era de carácter extrovertido y a veces acudía a clase con ropa de colores llamativos y las uñas pintadas. Su familia y algunos de sus amigos más cercanos dicen que estaba enamorado en secreto de una muchacha de su mismo instituto, pero lo cierto es que nunca faltó quien se burlara de su aparente homosexualidad y sobre la red social Facebook una cobarde mano anónima había dedicado un perfil al “muchacho de los pantalones rosa”. El martes por la tarde, Andrea se ahorcó, en su casa, con su bufanda.
 
Lo que viene a continuación casi no hace falta escribirlo: la Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”, dos ministros y el alcalde han pronunciado palabras sentidas de pésame y los compañeros del Liceo Cavour han encendido velas y le han dicho a una diputada que se acercó oportunamente por allí que sienten un doble dolor: el de la pérdida del compañero y el de sentirse señalados por la prensa como presuntos acosadores…
 
Prácticamente, el mismo guión de siempre. Con un problema añadido, la homofobia en Italia es una enfermedad grave, diagnosticada, pero la derecha y por supuesto el Vaticano se niegan a combatirla. Valga un ejemplo: el verano de 2011, la Cámara de Diputados rechazó la propuesta del Partido Democrático (centroizquierda) para introducir la agravante de homofobia en los delitos penales. Votaron en contra, los partidos conservadores UDC (democristiano), Liga Norte y Pueblo de la Libertad (PDL), de Silvio Berlusconi. El todavía entonces primer ministro, capaz de retorcer las leyes hasta extremos inimaginables, consideró “inconstitucional” la propuesta para que la caza al gay fuera perseguida en los tribunales.
 
La Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”
 
También el guion se cumplió en otro aspecto no menos doloroso. Durante meses, un adolescente —Jokin en Hondarribia, Amanda en Québec, Andrea en Roma..—sufre, por un motivo o por otro, el acoso de los violentos, el silencio de los cobardes y la falta de auxilio de quienes, por incompetencia o dejadez, no aciertan a conjurar el peligro.
 
Los testimonios que ahora, ya demasiado tarde, salen a la luz no dejan lugar a dudas de que Andrea pisaba arenas movedizas desde hacía meses. Sus amigos dicen de él: “No era homosexual, mucho menos declarado, enamorado de una muchacha desde que llegó al instituto. La pintura de uñas y la ropa rosa, de la que se enorgullecía, eran su manera de expresarse. Era un muchacho mucho más complejo de lo que dicen: era irónico y autoirónico, capaz de poner en su justa medida las burlas a las que lo exponía su carácter caprichoso y original, también su gusto por travestirse”.
 
Al final de la carta, los muchachos del Liceo Cavour, encerrados tras el portón verde, en lucha como tantos otros estudiantes de Italia contra los recortes del Gobierno de Mario Monti, admiten que, “probablemente”, Andrea escondía detrás de su imagen alegre y de sus pantalones rosa, un profundo malestar, un “dolor de vivir”. Nadie lo supo o lo quiso ver.
 
Los más cercanos creyeron que su carácter extrovertido, la valentía que demostraba al pintarse las uñas en medio de un ambiente homófobo, sería suficiente armadura contra los insultos que recibía por la calle o a través de las redes sociales. Pero no fue así. Al fin y al cabo, solo tenía 15 años y decidió que su bufanda era la única vía de escape. Ahora la red que apretó su angustia con crueles mensajes anónimos, se rebela: #ioportoipantalonirosa (yo llevo los pantalones rosa). Demasiado tarde.

Aunque no han faltado los medios que han tratado el caso de forma desafortunada, lo cierto es que el suicidio de Davide ha desatado una ola de emoción en Italia. Muchos internautas dejaron comentarios indignados en la página de Facebook creada por los verdugos del chico. Otros han teñido de rosa sus cuentas en Facebook o Twitter y han difundido el eslogan “yo soy el chico de los pantalones rosa” como muestra de solidaridad.
 
Organizaciones LGTB, como la asociación radical Certi Diritti o el Círculo de cultura homosexual Mario Mieli han organizado una marcha con antorchas. La madre del chico ha difundido un mensaje estremecedor en Facebook. “No lo entendemos, no lo aceptamos. Te queremos con nosotros y BASTA”, ha expresado.
Anoche tuvo lugar en Roma un acto multitudinario de protesta en memoria del joven que se quitó la vida por el buylling homofóbico al que era sometido. Se llamaba Andrea, tenía 15 años, (toda una vida por delante), estudiaba en un instituto de Roma y era un chico muy vital que iba bien en los estudios y al que la intolerancia de su entorno le ha truncado el futuro. Había salido del armario, le gustaba vestirse con pantalones y jerseys de color rosa y pintarse las uñas. Por ello, tuvo que sufrir que lo ridiculizaran en el Facebook creando un perfil falso donde se mofaban de él y de su ropa. Algunas compañeros y profesores tampoco hicieron nada para que se sintiera bien, todo lo contrario. No aguantó la presión y decidió suicidarse.
 
Según informa el diario “La Reppublica”, el pasado martes se fue a la escuela después de haberse pintado las uñas por lo que recibió una fuerte reprimenda de su profesor. A día siguiente, el miércoles 21, se ahorcaba delante de su hermano pequeño.
 
La manifestación en recuerdo de Andrea iba precedida de un cartel que rezaba: "No a la transfobia. Adios Andrea". El abuelo del joven le decía a la multitud con la voz rota por la desolación: "Le aplastaron las calumnia. Y era demasiado sensible, no resistió. Ahora sólo pedimos que se haga justicia a la memoria de mi nieto".
 
El portavoz de la LGBT Gay Center, Fabrizio Marrazzo, ha exigido que se abra una investigación para esclarecer los motivos que causaron el suicidio del menor. Vincenzo Brana, presidente de Archigay de Bolonia, ha dicho: “Necesitamos una Ley contra la Homofobia. Todo depende del Parlamento. Pero las autoridades locales también deben hacer algo. Tienen que establecer las líneas de ayuda tanto en la escuela como a las asociaciones que trabajamos en contra de la homofobia. Es una emergencia, ahora". El proyecto “Progetto Scuola” de Archigay de Bolonia es un trabajo de prevención contra la homofobia en las escuelas que cuenta con un escaso apoyo institucionala pesar de ser tan necesario.
 
Los compañeros de clase del joven estudiante del Liceo Cavour se defienden de las acusaciones alegando que "siempre le hemos respetado y admirado por su personalidad y por su originalidad, que eran su punto fuerte. No era homosexual, ni mucho menos declarado, estaba enamorado de una chica desde el comienzo de la escuela. Los vestidos y el esmalte rosa, de los que estaba orgulloso, eran su manera de expresarse", escribieron en una carta a los directores de distintos periódicos y que también fue entregada a la parlamentaria del Partido Democrático, Paola Concia. También han asegurado que "los profesores siempre han respetado su forma de ser y nunca han expresado juicios sobre su persona".
 
Profesores, compañeros de clase del joven fallecido y padres de estos, en una segunda carta, denuncian el trato que se le ha dado al chico en los medios de comunicaicón, afirmando que éste "era mucho más complejo y polifacético que como se le ha descrito: era irónico y autocrítico, y por lo tanto capaz de dar el justo peso a las burlas a las cuales estaba expuesto, por su carácter extrovertido y original así como por su gusto por la paradoja y el disfraz, que en las reconstrucciones periodísticas se ha confundido con una homosexualidad que no existía".
 
En su recuerdo, se ha organizado una quedada solidaria hoy en la Via di S. Giovanni in Laterano, Roma. El Garante Nacional de la Niñez y la Adolescencia, Vincenzo Spadafora, ha manifestado: "Si no podemos derribar viejos esquemas culturales fruto de la ignorancia significa que, de alguna manera, hemos fracasado. Es una derrota que duele".
 
Se llamaba Andrea S., tenía 15 años, estudiaba en un instituto cercano al Coliseo y vivía en el sur de Roma, era de carácter extrovertido y a veces acudía a clase con ropa de colores llamativos y las uñas pintadas. Su familia y algunos de sus amigos más cercanos dicen que estaba enamorado en secreto de una muchacha de su mismo instituto, pero lo cierto es que nunca faltó quien se burlara de su aparente homosexualidad y sobre la red social Facebook una cobarde mano anónima había dedicado un perfil al “muchacho de los pantalones rosa”. El martes por la tarde, Andrea se ahorcó, en su casa, con su bufanda.

Lo que viene a continuación casi no hace falta escribirlo: la Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”, dos ministros y el alcalde han pronunciado palabras sentidas de pésame y los compañeros del Liceo Cavour han encendido velas y le han dicho a una diputada que se acercó oportunamente por allí que sienten un doble dolor: el de la pérdida del compañero y el de sentirse señalados por la prensa como presuntos acosadores…
Prácticamente, el mismo guión de siempre. Con un problema añadido, la homofobia en Italia es una enfermedad grave, diagnosticada, pero la derecha y por supuesto el Vaticano se niegan a combatirla.
 
Valga un ejemplo: el verano de 2011, la Cámara de Diputados rechazó la propuesta del Partido Democrático (centroizquierda) para introducir la agravante de homofobia en los delitos penales. Votaron en contra, los partidos conservadores UDC (democristiano), Liga Norte y Pueblo de la Libertad (PDL), de Silvio Berlusconi. El todavía entonces primer ministro, capaz de retorcer las leyes hasta extremos inimaginables, consideró “inconstitucional” la propuesta para que la caza al gay fuera perseguida en los tribunales.
La Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio.”
 
También el guion se cumplió en otro aspecto no menos doloroso. Durante meses, un adolescente —Jokin en Hondarribia, Amanda en Québec, Andrea en Roma..—sufre, por un motivo o por otro, el acoso de los violentos, el silencio de los cobardes y la falta de auxilio de quienes, por incompetencia o dejadez, no aciertan a conjurar el peligro.
 
Los testimonios que ahora, ya demasiado tarde, salen a la luz no dejan lugar a dudas de que Andrea pisaba arenas movedizas desde hacía meses. Sus amigos dicen de él: “No era homosexual, mucho menos declarado, enamorado de una muchacha desde que llegó al instituto. La pintura de uñas y la ropa rosa, de la que se enorgullecía, eran su manera de expresarse. Era un muchacho mucho más complejo de lo que dicen: era irónico y autoirónico, capaz de poner en su justa medida las burlas a las que lo exponía su carácter caprichoso y original, también su gusto por travestirse”.
 
Al final de la carta, los muchachos del Liceo Cavour, encerrados tras el portón verde, en lucha como tantos otros estudiantes de Italia contra los recortes del Gobierno de Mario Monti, admiten que, “probablemente”, Andrea escondía detrás de su imagen alegre y de sus pantalones rosa, un profundo malestar, un “dolor de vivir”. Nadie lo supo o lo quiso ver.
 
Los más cercanos creyeron que su carácter extrovertido, la valentía que demostraba al pintarse las uñas en medio de un ambiente homófobo, sería suficiente armadura contra los insultos que recibía por la calle o a través de las redes sociales. Pero no fue así. Al fin y al cabo, solo tenía 15 años y decidió que su bufanda era la única vía de escape. Ahora la red que apretó su angustia con crueles mensajes anónimos, se rebela: #ioportoipantalonirosa (yo llevo los pantalones rosa). Demasiado tarde.
 
 
Se llamaba Andrea S., tenía 15 años, estudiaba en un instituto cercano al Coliseo y vivía en el sur de Roma, era de carácter extrovertido y a veces acudía a clase con ropa de colores llamativos y las uñas pintadas. Su familia y algunos de sus amigos más cercanos dicen que estaba enamorado en secreto de una muchacha de su mismo instituto, pero lo cierto es que nunca faltó quien se burlara de su aparente homosexualidad y sobre la red social Facebook una cobarde mano anónima había dedicado un perfil al “muchacho de los pantalones rosa”. El martes por la tarde, Andrea se ahorcó, en su casa, con su bufanda.
 
 Lo que viene a continuación casi no hace falta escribirlo: la Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”, dos ministros y el alcalde han pronunciado palabras sentidas de pésame y los compañeros del Liceo Cavour han encendido velas y le han dicho a una diputada que se acercó oportunamente por allí que sienten un doble dolor: el de la pérdida del compañero y el de sentirse señalados por la prensa como presuntos acosadores…
 
Prácticamente, el mismo guión de siempre. Con un problema añadido, la homofobia en Italia es una enfermedad grave, diagnosticada, pero la derecha y por supuesto el Vaticano se niegan a combatirla. Valga un ejemplo: el verano de 2011, la Cámara de Diputados rechazó la propuesta del Partido Democrático (centroizquierda) para introducir la agravante de homofobia en los delitos penales. Votaron en contra, los partidos conservadores UDC (democristiano), Liga Norte y Pueblo de la Libertad (PDL), de Silvio Berlusconi.
 
El todavía entonces primer ministro, capaz de retorcer las leyes hasta extremos inimaginables, consideró “inconstitucional” la propuesta para que la caza al gay fuera perseguida en los tribunales.
La Fiscalía de Roma ha abierto una investigación por si se pudiera acusar a alguien de “inducción al suicidio”
 
También el guion se cumplió en otro aspecto no menos doloroso. Durante meses, un adolescente —Jokin en Hondarribia, Amanda en Québec, Andrea en Roma..—sufre, por un motivo o por otro, el acoso de los violentos, el silencio de los cobardes y la falta de auxilio de quienes, por incompetencia o dejadez, no aciertan a conjurar el peligro.

Los testimonios que ahora, ya demasiado tarde, salen a la luz no dejan lugar a dudas de que Andrea pisaba arenas movedizas desde hacía meses. Sus amigos dicen de él: “No era homosexual, mucho menos declarado, enamorado de una muchacha desde que llegó al instituto. La pintura de uñas y la ropa rosa, de la que se enorgullecía, eran su manera de expresarse. Era un muchacho mucho más complejo de lo que dicen: era irónico y autoirónico, capaz de poner en su justa medida las burlas a las que lo exponía su carácter caprichoso y original, también su gusto por travestirse”.
 
Al final de la carta, los muchachos del Liceo Cavour, encerrados tras el portón verde, en lucha como tantos otros estudiantes de Italia contra los recortes del Gobierno de Mario Monti, admiten que, “probablemente”, Andrea escondía detrás de su imagen alegre y de sus pantalones rosa, un profundo malestar, un “dolor de vivir”. Nadie lo supo o lo quiso ver. Los más cercanos creyeron que su carácter extrovertido, la valentía que demostraba al pintarse las uñas en medio de un ambiente homófobo, sería suficiente armadura contra los insultos que recibía por la calle o a través de las redes sociales. Pero no fue así. Al fin y al cabo, solo tenía 15 años y decidió que su bufanda era la única vía de escape. Ahora la red que apretó su angustia con crueles mensajes anónimos, se rebela: #ioportoipantalonirosa (yo llevo los pantalones rosa). Demasiado tarde.
Fabrizio Marrazzo, portavoz del Gay Center, apela al ministro de Educación, Francesco Profumom "a que indique un día de luto en las escuelas con un minuto de silencio", ya que "el suicidio del joven chico romano merece la participación de todo el mundo de las escuelas".
En Italia todavía no se ha legislado contra la homofobia. El proyecto de ley propuesto por el Partido Democrático, no ha pasado la segunda lectura en el parlamento. ¿Cuántos jóvenes más tienen que morir en Italia para que los políticos se den cuenta de su error?.
 



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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: cubanet201 Enviado: 24/11/2012 18:55
 
TRISTE ESTADISTICA
Un informe elaborado por la FELGTB y Cogam
advierte
de que el 43% de estos jóvenes ha llegado a plantearse el suicidio.
 
El presupuesto de Educación cae un 14,4 por ciento, 1.944,73 millones de euros en 2013
Cuatro de cada cinco jóvenes que sufren acoso no lo cuentan a su familia.
EFE - El Diario
Prácticamente la mitad de los jóvenes de entre 15 y 25 años que se declaran gays, lesbianas o bisexuales han sufrido acoso escolar homofóbico. Es más, el 43% de estos jóvenes han llegado a plantearse el suicidio. Es la conclusión de un informe de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) y del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid (COGAM), que advierte que el acoso escolar homofóbico "puede poner en peligro la vida de incontables adolescentes y jóvenes" ya que supone en una "causa fundamental" de riesgo de suicidio entre este grupo de población.
 
"Este acoso escolar homofóbico es persistente y prolongado en el tiempo, conduce con frecuencia a dolorosos sentimientos que generan desesperanza hacia el futuro. Y esta desesperanza lleva, muy a menudo, al riesgo de ideación, planificación e intento de suicidio", dice el informe. El 17% de los jóvenes que sufren acoso escolar llega a atentar contra su vida.
 

Estas asociaciones advierten también de que las familias tienden a desconocer la situación por la que pasan sus hijos y denuncian "la clamorosa inacción por parte del profesorado, cuando no su directa colaboración en esta forma de acoso escolar". Cuatro de cada cinco jóvenes que sufren acoso no lo cuentan a su familia, el 47% por miedo al rechazo y un 22% porque se sienten avergonzados.
Aunque la mayoría de jóvenes que denuncian haber sufrido acoso escolar homofóbico -el 90%- dice haberlo padecido por parte de un compañero varón, el 11% señala que fue un profesor el que tuvo esta conducta. Además, el 42% no recibió ayuda de ningún tipo en su centro educativo frente a este acoso. Sólo el 19% recibió ayuda del profesorado.
 
FUENTE: El Diario


 
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