Por Luis Cino Álvarez / LA HABANA /CUBA
Hasta hace unos años, la mayoría de los cubanos adoraban a los animales afectivos. Hoy, son pocos los que se pueden dar el lujo de tratar a sus mascotas como Dios manda. Y lo que es peor: por cotidiana, pasamos por alto la continua crueldad contra los animales.
A los caballos mal alimentados, sus dueños no pueden sacarlos de una provincia a otra, y menos sacrificarlos para comérselos, pero sí azotarlos y hacerlos tirar de carretones, largas horas, bajo un sol de penitencia, hasta reventar…
Gallinas prietas, palomas y chivos son sacrificados a tutiplén por los santeros. Aparecen, ofrendados con cintas rojas, tirados en las esquinas. Los gatos negros son empleados por los mayomberos para ciertos trabajos, pero después de la degollina del Período Especial, los gatos, del color que sea, han tenido que aprender a cuidarse, además de comer de todo y convivir y compartir los infortunios –y las sobras- con los perros.
Los perros viven como tales y peor aun. Datos del Departamento de Higiene y Epidemiología dan cuenta de millares de perros callejeros, muchos de ellos enfermos, que deambulan por todo el país. La mayoría nacieron en la calle o fueron abandonados por sus dueños porque no tenían con qué alimentarlos o medicamentos para curarlos si enfermaban. ¿Qué iban a tener para los animales si apenas tienen dinero, medicinas ni qué comer?
En Cuba sigue sin haber una ley para la protección de animales. ¿Y las sociedades protectoras? Bien, gracias…
Parece que a fuerza de ser pobres, cada día nos hacemos más insensibles. Ante nuestra indiferencia (¡son tantos los problemas!) ya forman parte del cotidiano paisaje deprimente los perros y gatos atropellados por los carros, destripados en mitad de las avenidas, sus cuerpos putrefactos, quemados en las cunetas en el mejor de los casos… Los que sobreviven, vagan rengos, mutilados, hambrientos, mugrientos, sarnosos, rebosantes de pulgas y garrapatas…Es más de lo que una persona medianamente sensible puede soportar.
Diestros escarbadores de la basura, están pendientes, con su instinto perruno, de nuestra mirada o el menor gesto para seguirnos los pasos a casa. Quien sabe si se ponen de suerte y logran conquistarnos con la humedad de sus ojos, sus gemidos y el menear de sus colas…
A falta de otras soluciones más humanas para el saneamiento canino, Zoonosis y las llamadas unidades de Higiene del Ministerio de Salud Pública en algunos sitios del país recurren al exterminio masivo e indiscriminado por envenenamiento. Muchas personas se quejan del deplorable espectáculo de la agonía de los animales en las aceras, que convulsionan ante las lágrimas de los niños.
Periódicamente se habla de la esterilización quirúrgica de perros y gatos, pero la gente teme que cuando los recogen no es para operarlos, sino para que sirvan de comida a las fieras del Zoológico. Como ocurre con los pollitos vivos que dicen les arrojan en las mañanas como desayuno a leones, tigres y cocodrilos en el zoo de la calle 26.
A propósito, ¿por qué no se da una vuelta por dicho zoológico Fernando Ravsberg, el corresponsal de BBC Mundo en La Habana? Que eche un vistazo a las jaulas apestosas, las bestias famélicas, la basura por doquier, las lagunas cubiertas por una nata verdosa donde apenas se ven los cocodrilos… Tal vez eso le haga cambiar su optimismo acerca de la suerte de los animales procedentes de Namibia que arribaron recientemente al Zoológico Nacional, el que está por Calabazar…
¿Para qué engañarnos? Lo siento por las personas sensibles, estoy con ellas, pero, ¿cómo se va respetar en Cuba la Declaración Universal de Derechos de los Animales si la población apenas conoce sus propios derechos que no tiene y la policía política reprime severamente a los que reparten ejemplares de la casi proscrita Declaración Universal de los Derechos Humanos?