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General: Los Boleros Prohibidos o La Habana sin Olga Guillot
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De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 10/12/2012 21:39
 
Los Boleros Prohibidos
La Habana sin Olga Guillot
 
 
 
CubaNet NoticiasPor Ernesto García Díaz
Esta semana, en la Fundación Hispano Cubana, en Madrid, tuve el privilegio de conocer a Don Armando López, un extraordinario hombre de la cultura cubana.
 
Lo tuve a mi lado, nos saludamos, y no sabía que era el conferencista de esa noche dedicada a las estrellas del bolero, género que casi hizo prohibido el régimen castrista. Su sencillez y buen humor, contrastaban con su atuendo negro que lo hacía parecer enlutado; pero no imaginaba cual era su luto, que lo hacía cubrír hasta su cabellera blanca con boina negra.
 
En años de carrera profesional, no me había sentido tan atraido como oyente por el lenguaje de un conferencista, enigmático para mi, cubano, periodista, crítico y productor de espectáculos; diría también que profesor, por su lenguaje,y el tono ameno y didáctico de su conferencia Boleros prohibidos o La Habana sin Olga Guillot, ilustrada con imágenes y música.
 
Con su lírica cubanía recordó: “Cuba es historia de revoluciones. Y de música”. Rememoró como en 1872, el general Calixto García, al atacar Holguín, ocupó los instrumentos de la banda municipal, pues sus integrantes, en medio del tiroteo, no dejaban de tocar; y en 1957, cuando los marineros de Cienfuegos se levantaban en armas, la vecina Santa Clara esperaba ansiosa el show “Cuba Canta y Baila”, con Olga Guillot y Fernando Albuerne, para inaugurar el teatro Cloris.
 
Dijo: ¿Qué sería la historia sin la anécdota? ¿Cómo entender a Cuba sin sus músicos? La Guillot se apareció en Santa Clara un día antes del show y su pianista, Bobby Collazo, aún no llegaba. El oportuno empresario inventaría un concierto. Saldría a buscar al muchachito de Mayajigua, que estudiaba piano con Rita Chapú y se sabía todas las canciones de la Reina del Bolero.
 
Agregó: Los jóvenes de entonces, para los que Jean Paul Sartre reclamó, “Fidel, no sacrifiques esta generación”, aún suspiran por las canciones que les tocó vivir. Paradoja de la memoria, la historia de Los Meme y su fanaticada resumen la inútil prisa por construir el hombre nuevo, la represión y el desencanto de la última revolución.
 
También recordó Armando López que el 9 de abril de 1958, la huelga general no logró paralizar la capital. Sarita Montiel repletaba el teatro Blanquita, Nat King Cole desbordaba Tropicana. Frank Domínguez despertaba raras pasiones en La Gruta; José Antonio Méndez (ídolo en México) cantaba y bebía en el Saint John’s. Los night clubs del Vedado querían estrellas. Para el recién llegado no era fácil.
 
Sería Fernando Albuerne quien lo pegaría en las noches habaneras. “Ponle una nota a mi pianista —le diría a un periodista— para que se empiece a conocer”. Pero fue Gaspar Pumarejo, el fundador de la televisión en Cuba, el que pensó que José Manuel no era un nombre artístico y, como una hermanita le decía Meme, sentenció: “¡Meme, ese será tu nombre!”.
 
El rebautizado Meme llegaría al popular Club 21, del Vedado, de la mano del dueño, Raúl González Jerez; semanas después acompañaba a Elena Burke en el Casino del Habana Hilton y Guillermo Álvarez Guedes, en su sello Gema, les grabaría el antológico LP La Burke canta. Su primer disco y decepción. En la carátula sólo aparecía la foto de Elena.
 
Y finalmente para que la historia no fuera mal contada reseño:
 
“El 31 de diciembre de 1958, la consigna revolucionaria de las 03C: cero club, cero cine, cero cabaret, no daría resultado. La indolente capital del espectáculo despedía el año. Meme descargaba en el 7 Eleven del Hilton con La Señora Sentimiento, cuando Batista escapó en tres DC4, y el populacho se despachaba con los casinos. Máquinas tragamonedas, mesas de póker, ruleta y bacará arderían en las calles.
 
Una Habana sin Celia Cruz ni La Guillot, nacidas de la vieja Corte Suprema del Arte, pero también sin Freddy, ni La Lupe, consagradas después de 1959. Una Habana donde se instalaban cañones en el Malecón, donde se cavaban trincheras para una guerra imaginaria.
 
En lo adelante el régimen distorsionaría la historia y sacrificaría la tradición musical cubana para imponer un nuevo tipo de música: la nueva trova, decretando inútilmente la muerte de nuestro “burgués y decadente” bolero.
 
Pensé que quizás el aparente luto de este digno cubano era por la historia de nuestra musica, al oirlo decir: “Pretendí ser arquitecto, fui farandulero. Parrandeando caí en la editorial de libros. Quise ser escritor y acabé en la revista opina. Adoro La Habana y vivo en New York. Me encanta el boniatillo y vivir la vida a ritmo de guaracha”.
 
Muchos de los presentes derramaron lagrimas; él también debió secar sus párpados. Al concluir la conferencia, me le acerqué y le extendí la mano. Me di cuenta de que estaba ante un verdadero artista, encargado de cuidar nuestra memoria y la historia de nuestro bolero. Pensé que todos los cubanos debemos agradecimiento a Armando López.
 




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