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General: Asesinan cotorra como acto de represión política
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet20  (Mensaje original) Enviado: 01/01/2013 21:10
 
Asesinan cotorra como acto de represión política
 
Por David Canela Piña / LA HABANA CUBA/ Cubanet
No sé cuándo despertó a la conciencia de que vivía en una dictadura, pero sin dudas, desde que lo manifestó, Carlos Álvarez Ajuria no ha dejado de tener problemas con la policía.
 
La última represalia que tomaron contra él fue detenerlo el 5 de diciembre pasado, conducirlo a la Unidad de Policía de Dragones y Zulueta, en Centro Habana, y allí quitarle a golpes su cotorra y asesinarla. En la discusión previa al arresto, Carlos les dijo a los policías que eran unos “violadores de derechos humanos”, y acusó al gobierno cubano de haber provocado el accidente en el que murieron Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero.
 
En la Unidad de Dragones permaneció hasta el día siguiente. Entonces, la teniente coronel Ofelia ordenó quitarle el animal, y ante la negativa de su dueño, éste fue golpeado por al menos tres agentes del Ministerio del Interior, que se apoderaron de la cotorra, y la mataron. Esa misma oficial, el 9 de marzo del 2009, ordenó también que le usurparan otra cotorra. Y como resultado de la orden, Carlos fue golpeado por cuatro policías (delante de ella) para arrebatarle su ave, y ésta finalmente fue asesinada, y botada en un tanque de basura.
 
Carlos Álvarez tiene 51 años. Es vecino de Centro Habana. Vive en un apartamento donde se filtra la lluvia, padece de sacrolumbalgia crónica, y, debido a que hace más de 15 años le quebraron una pierna en la prisión, debe apoyarse en una muleta para caminar.También ha padecido tuberculosis. Para sobrellevar la pobreza, desde hace años amaestra algunas cotorras. Así se gana la vida, mostrándoselas a los turistas, que, a cambio de tomarse unas fotos, le dan propina.
 
Carlos no es bien visto por la policía.
 
El 13 de febrero del 2010 realizó una protesta pública en la calle Obispo. Fue condenado, bajo cargos de resistencia y desobediencia, a un año de prisión, y lo cumplió en el reclusorio 1580 de La Habana.
 
Carlos se reconoce como la única persona de su cuadra que está abiertamente en contra del gobierno. Por eso, Juan Carlos Acosta, el Jefe de Sector (jefe de policía de un área urbana), que según Álvarez, es uno de los represores más temidos del barrio de Colón, lo ha amenazado con enviarlo a la cárcel, invocando la ley de peligrosidad. Por esta ley se condena preventivamente a los que se supone pueden llegar a cometer algún delito.
 
Carlos es uno de los miles de cubanos que están atrapados entre las enfermedades y la pobreza, por un lado, y la policía por el otro; que huyen, simultáneamente, del hambre y de la represión.
 
Este régimen, que supuestamente es el paraíso de los trabajadores, en realidad es su infierno. A diferencia de los países democráticos, en donde los ricos pagan impuestos para subsidiar a los más pobres, aquí los pobres, en el límite de la indigencia, tienen la obligación legal de subsidiar a los ricos, es decir, a los gobernantes.
 
Carlos denuncia que “en la tenebrosa Unidad de Dragones arrestan a las personas sin cometer delito, los provocan allí, y los acusan… de atentado, desacato, resistencia”. Dice que algunas personas, incluso enfermas, son detenidas arbitrariamente (o sea, por vender cuatro naderías en la calle) y “cuando protestan mucho le dan una brutal golpiza, y si es muy brutal, ellos (los policías) lo acusan de atentado, desacato, desobediencia, y lo meten injustamente en la cárcel.”
 
Con mucha lucidez, expone que “a los comunistas lo que les duele es ver cómo las personas honradas, y que no les hacen daño a nadie, se pueden ganar la vida”. Luego añade que a “las personas que tratan de ganarse la vida”, que “se las ingenian” para “ganarse la vida honradamente, y sanamente, ellos (los comunistas) los atacan; los atacan sin ningún tipo de compasión, aunque les falte una pierna, sean ciegos o diabéticos”.
 
Ingenuamente, dice que ellos “no quieren que nadie mantenga relación de amistad ni fraternidad con los turistas”. En un momento de la entrevista, Carlos, a punto de llorar, dice:
 
“Los hermanos Castro no pueden seguir gobernando. Esto no puede seguir sucediendo. Yo les digo esto porque ya a mí me da lo mismo hasta perder la vida; no me interesa. Por tratar de que este país viva en libertad y en democracia, es por lo único que vale la pena ya perder la vida aquí; porque los comunistas van acabando con todas las personas.”
 
Nota: El testimonio de Carlos Álvarez Ajuria fue recogido por la Agencia Social de Periodistas Independientes de Cuba (ASPIC)
 
 
 
 
Asesinan cotorra como acto de represión política
 
Por David Canela Piña / LA HABANA CUBA/ Cubanet
No sé cuándo despertó a la conciencia de que vivía en una dictadura, pero sin dudas, desde que lo manifestó, Carlos Álvarez Ajuria no ha dejado de tener problemas con la policía.
 
La última represalia que tomaron contra él fue detenerlo el 5 de diciembre pasado, conducirlo a la Unidad de Policía de Dragones y Zulueta, en Centro Habana, y allí quitarle a golpes su cotorra y asesinarla. En la discusión previa al arresto, Carlos les dijo a los policías que eran unos “violadores de derechos humanos”, y acusó al gobierno cubano de haber provocado el accidente en el que murieron Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero.
 
En la Unidad de Dragones permaneció hasta el día siguiente. Entonces, la teniente coronel Ofelia ordenó quitarle el animal, y ante la negativa de su dueño, éste fue golpeado por al menos tres agentes del Ministerio del Interior, que se apoderaron de la cotorra, y la mataron. Esa misma oficial, el 9 de marzo del 2009, ordenó también que le usurparan otra cotorra. Y como resultado de la orden, Carlos fue golpeado por cuatro policías (delante de ella) para arrebatarle su ave, y ésta finalmente fue asesinada, y botada en un tanque de basura.
 
Carlos Álvarez tiene 51 años. Es vecino de Centro Habana. Vive en un apartamento donde se filtra la lluvia, padece de sacrolumbalgia crónica, y, debido a que hace más de 15 años le quebraron una pierna en la prisión, debe apoyarse en una muleta para caminar.También ha padecido tuberculosis. Para sobrellevar la pobreza, desde hace años amaestra algunas cotorras. Así se gana la vida, mostrándoselas a los turistas, que, a cambio de tomarse unas fotos, le dan propina.
 
Carlos no es bien visto por la policía.
 
El 13 de febrero del 2010 realizó una protesta pública en la calle Obispo. Fue condenado, bajo cargos de resistencia y desobediencia, a un año de prisión, y lo cumplió en el reclusorio 1580 de La Habana.
 
Carlos se reconoce como la única persona de su cuadra que está abiertamente en contra del gobierno. Por eso, Juan Carlos Acosta, el Jefe de Sector (jefe de policía de un área urbana), que según Álvarez, es uno de los represores más temidos del barrio de Colón, lo ha amenazado con enviarlo a la cárcel, invocando la ley de peligrosidad. Por esta ley se condena preventivamente a los que se supone pueden llegar a cometer algún delito.
 
Carlos es uno de los miles de cubanos que están atrapados entre las enfermedades y la pobreza, por un lado, y la policía por el otro; que huyen, simultáneamente, del hambre y de la represión.
 
Este régimen, que supuestamente es el paraíso de los trabajadores, en realidad es su infierno. A diferencia de los países democráticos, en donde los ricos pagan impuestos para subsidiar a los más pobres, aquí los pobres, en el límite de la indigencia, tienen la obligación legal de subsidiar a los ricos, es decir, a los gobernantes.
 
Carlos denuncia que “en la tenebrosa Unidad de Dragones arrestan a las personas sin cometer delito, los provocan allí, y los acusan… de atentado, desacato, resistencia”. Dice que algunas personas, incluso enfermas, son detenidas arbitrariamente (o sea, por vender cuatro naderías en la calle) y “cuando protestan mucho le dan una brutal golpiza, y si es muy brutal, ellos (los policías) lo acusan de atentado, desacato, desobediencia, y lo meten injustamente en la cárcel.”
 
Con mucha lucidez, expone que “a los comunistas lo que les duele es ver cómo las personas honradas, y que no les hacen daño a nadie, se pueden ganar la vida”. Luego añade que a “las personas que tratan de ganarse la vida”, que “se las ingenian” para “ganarse la vida honradamente, y sanamente, ellos (los comunistas) los atacan; los atacan sin ningún tipo de compasión, aunque les falte una pierna, sean ciegos o diabéticos”.
 
Ingenuamente, dice que ellos “no quieren que nadie mantenga relación de amistad ni fraternidad con los turistas”. En un momento de la entrevista, Carlos, a punto de llorar, dice:
 
“Los hermanos Castro no pueden seguir gobernando. Esto no puede seguir sucediendo. Yo les digo esto porque ya a mí me da lo mismo hasta perder la vida; no me interesa. Por tratar de que este país viva en libertad y en democracia, es por lo único que vale la pena ya perder la vida aquí; porque los comunistas van acabando con todas las personas.”
 
Nota: El testimonio de Carlos Álvarez Ajuria fue recogido por la Agencia Social de Periodistas Independientes de Cuba (ASPIC)
 
 
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