Prohibido olvidar
Por Gina Montaner /
Angel Carromero pudo dormir tranquilo a su regreso a España. Es cierto que el dirigente de Nuevas Generaciones del Partido Popular ingresó en una cárcel de Segovia, pero ahora está bajo la protección de un Estado de Derecho y no sujeto a las arbitrariedades de una dictadura como la de los hermanos Castro. Carromero, que cuenta con el apoyo de la Presidenta del Partido Popular de Madrid Esperanza Aguirre –una incansable defensora de las libertades en Cuba– es consciente de que sólo le queda el tramo final de un calvario que comenzó el 22 de julio en una desvencijada carretera de la isla. Aquel día el coche que conducía, acompañado del sueco Jens Aron Modig y los disidentes Oswaldo Payá y Harold Cepero, aparentemente se estrelló contra un árbol. En el percance fallecieron Payá y Cepero. Lo que sucedió es otro oscuro episodio de cómo el régimen castrista manipula la información.
Lo más probable es que Carromero, acogiéndose a un tercer grado, podrá cumplir una condena de cuatro años por homicidio imprudente bajo un régimen abierto. Incluso podría ser indultado. No obstante, difícilmente se recuperará del trauma que ha sufrido. Aguirre, que ha tenido la oportunidad de hablar con el reo, asegura que lo mantuvieron sedado durante más de dos semanas y en la prisión cubana lo sometieron a vejaciones de las que tal vez nunca quiera hablar públicamente.
Tristemente, las familias de Payá y Cepero no han tenido la oportunidad de esclarecer lo que sucedió en la carretera a Bayamo. Ofelia Acevedo, la viuda de Payá, nunca pudo reunirse con Carromero. Tampoco los hijos del más importante opositor cubano pudieron asistir a un juicio al que se les negó la entrada. Ni siquiera Modig habló con los medios a su llegada a Suecia. Ni el propio abogado de Carromero tuvo acceso a las pruebas de una investigación que manejaron las autoridades cubanas.
Ante la avalancha de irregularidades es lógico que el entorno de las víctimas, así como los miembros del Movimiento Cristiano de Liberación que dirigía Payá, continúen exigiendo respuestas porque es evidente que a los familiares se les han negado los más mínimos derechos. Y si alguien sabe bien de lo que es capaz el castrismo es la disidencia, habituada a las amenazas y los chantajes constantes.
Hoy más que nunca conviene recordar que Carlos Payá, un hermano que vive en Madrid, ha insistido en que la noche de la tragedia habló con personas del círculo de Nuevas Generaciones del PP y del partido democristiano sueco en el que Aron Modig milita, que le aseguraron haber recibido SMS alertando de que un coche Lada los perseguía. Es preciso puntualizar que Carromero y Modig viajaron a Cuba con conocimiento de algunos miembros de sus respectivos partidos y con la misión de establecer contacto con la oposición. Prueba de ello es que se encaminaban con Payá y Cepero hacia la zona más castigada por una epidemia de dengue cuyo alcance el gobierno quería ocultar a la comunidad internacional. Y es indudable que, por la naturaleza del viaje, la policía política los vigilaba. Es importante señalar que los dos supervivientes nunca han negado lo que muchos sospechan. Sencillamente han dicho que no recuerdan nada.
Recalco que conviene recordar estos detalles porque en la premura por dar carpetazo al incidente se puede enterrar la verdad de las circunstancias, que es la intención última del totalitarismo. Prestarse a ello sería ultrajar aún más la memoria de Oswaldo Payá y Harold Cepero. Prohibido olvidar. Esa es la consigna.