¿Capital de los cubanos? Miles de ciudadanos de otras provincias
son capturados y deportados de La Habana cada año.
Miriam Celaya | La Habana |  Un cartel cercano a la entrada del túnel reza así: "Bienvenidos a La Habana, capital de todos los cubanos". Miente. Son muchos los cubanos de otras provincias que durante años han sido literalmente capturados y deportados de la capital a sus lugares de origen, como si de una indeseable plaga se tratase.
"Que La Habana no aguanta más…", era el estribillo de una canción popularizada en los ya lejanos años 80 por Los Van Van, cuyos textos, frecuentemente chabacanos, han sido una especie de crónica sobre lo que oficialmente es aprobado divulgar.
Los Van Van no solo son tolerados por las autoridades, sino que pertenecen al selecto club de voceros "artísticos" del Gobierno. De hecho, la cancioncilla de marras daba un espaldarazo cómplice a la segregacionista política gubernamental de expulsar de la capital a los provincianos.
Así sigue siendo, en buena medida. Los cubanos "del interior" no son realmente bienvenidos en La Habana, gracias al apartheid oficial, que incluso tiene una legislación sobre el asunto: el controvertido Decreto 217, que regula el "permiso" de residencia en esta ciudad a los provincianos.
De estos, aquellos cuya estancia ha sido aprobada por motivos de trabajo o por razones "debidamente justificadas" deben portar un documento de identidad "transitorio" que les permite circular por las calles sin riesgo de ser atrapados por la policía (que paradójicamente se nutre casi en su totalidad con nativos traídos "del interior") y enviados por la fuerza a su localidad natal. Por cierto, en los años 50 se estableció en China una regulación para detener el éxodo hacia las ciudades, en virtud de la cual un trabajador rural (mingong), cuando se trasladaba a la ciudad, estaba obligado a solicitar un permiso de residencia urbano (hukou); lo que demuestra que en el sistema cubano nada es realmente novedoso.
De cualquier manera, por lo general los cubanos expulsados retornan nuevamente a la capital en solo cuestión de horas. La ciudad, pese a la miseria, ofrece más opciones de supervivencia que los espacios de las provincias. Se trata de un ciclo interminable que trae a la realidad aquel juego infantil de "policías y ladrones".
Cosas del Orinoco
Sin embargo, rumiando sobre lo que acontece por estos días en Cuba, se siente la impresión de estar asistiendo a un filme del absurdo con numerosas tramas secundarias. Resulta contradictorio que mientras se han comenzado a aplicar ciertas modificaciones —por limitadas, ambiguas e insuficientes que sean— al movimiento migratorio de cubanos hacia y desde el exterior, se mantenga un férreo control sobre la migración interna hacia la capital. Y esto no parece importarle a nadie.
El pretexto de la escasez del fondo habitacional en la ciudad y de la sobreexplotación de los servicios, debido al constante éxodo desde el interior, no justifica debidamente la discriminación de cubanos por su región de nacimiento, ya que cuando se ha tratado de los intereses de los programas gubernamentales —sean los referentes a cubrir las plazas necesarias en los cuerpos represivos, en los contingentes de la construcción o de maestros emergentes ("maestros instantáneos", como se les conoce), etc.—, el origen regional no supone un obstáculo. De hecho, no han sido pocos los nacidos en provincias que se han acogido a dichos programas con el único fin de fijar residencia en la capital. Tampoco la política de segregación se ha acompañado con planes de desarrollo en las provincias que resulten lo suficientemente atractivos como para retener allí la fuerza de trabajo.
Más aún: La Habana no es, de hecho, la capital de todos los cubanos, sino que en los últimos tiempos se está convirtiendo en la capital de Venezuela, habida cuenta que es en esta ciudad donde se está reuniendo regularmente la plana mayor del país vecino y donde —según algunos analistas suspicaces y por lo que sugieren las evidencias— se están tomando las decisiones de su gobierno bajo el monitoreo político del gobierno cubano. Diríase que el pasaje de avión Caracas-La Habana es menos gravoso que el del tren Santiago-La Habana, asumiendo la frecuencia con la que viajan los miembros del ejecutivo venezolano.
Así, mientras el mismísimo Hugo Chávez tuvo que pedir permiso a la Asamblea Nacional de su país para venir a Cuba a tratar su grave problema de salud, y mientras los cubanos de provincias deben solicitar autorización a las Oficinas del Registro de Dirección (del MININT) para permanecer en la capital, el Vicepresidente venezolano, así como el Presidente del parlamento y otros funcionarios gubernamentales de esa nación parecen entrar y salir de la capital cubana con entera libertad varias veces por semana.
Como solían decir los muchachos de secundaria años atrás: "Son cosas del Orinoco… que tú no entiendes ni yo tampoco".
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