Por Miriam Celaya / LA HABANA, Cuba
De Ecuador tengo una imagen que ha sufrido varias transfiguraciones en mi conciencia. Siendo muy pequeña, mi padre me mostraba un viejo globo terráqueo en el que Cuba era apenas un dibujo diminuto y alargado que flotaba sobre lo que, según me decía, era el mar. Ecuador sería quizás solo una manchita más sobre una esfera de multicolor, atravesada por una línea horizontal que cruzaba todo el planeta. Mis nociones de geografía eran difusas y fantasiosas.
Después supe que Ecuador era, además, un remoto lugar de donde habían venido aquellos grandes galápagos que antaño andaban en libertad por el hermoso parque zoológico de la avenida 26, en mi natal Habana. Con el tiempo se me fueron añadiendo otras nociones ecuatorianas, no muchas, casi todas relacionadas con su naturaleza (gracias al barón Von Humbolt), que formaron mi exiguo conocimiento general del Ecuador, de su condición como nación pobre, de su geografía andina, y algunas referencias elementales de su cultura y de su historia. Nada más. Ecuador era apenas una referencia que giraba en otra órbita de interés, así que nunca tuvo una especial significación para mí ni, hasta donde sé, para la media de los cubanos.
Y así fue de irrelevante hasta los últimos años, cuando repentinamente Ecuador se convirtió en el destino de miles de cubanos gracias a otra de sus particularidades: el ingreso al país no requería de visado. Así, de remota geografía Ecuador pasó a ser un foco de interés político para nosotros. El impetuoso torrente de cubanos en fuga avanzó sobre Quito, en la búsqueda de un lugar más promisorio que esta ruinosa hacienda, y tomó a Ecuador como base –casi siempre trampolín–, para desde allí buscar la vía que los llevara a un puerto más ventajoso, preferiblemente los Estados Unidos.
En el último quinquenio se estableció un flujo constante de aventureros que probaban fortuna, ya fuera como comerciantes que invertían algún pequeño capital en la compra de prendas de vestir, calzado y otras chucherías que adquirían en zona libre de impuestos y después traían a la Isla para revenderlas de contrabando; o asumiendo los riesgos de la larga travesía cruzando montañas, selvas y fronteras como parte de la indetenible cadena de tráfico humano con destino USA. Los episodios de fuga incluían a especialistas que cumplían las misiones internacionalistas de los programas del gobierno.
De esta manera el usualmente ignorado país suramericano comenzó a formar parte de las conversaciones entre cubanos y se incluyó en los mapas de emigrantes. Miles de ojos cubanos se volvieron hacia ese país.
Finalmente el trasiego de cubanos vía Ecuador se tornó escandaloso y en los últimos tiempos centenares de ellos han sido deportados a la Isla después de ser detenidos en algún punto fronterizo, o atrapados en territorios de Panamá, Colombia o México. Otros han logrado alcanzar el sueño de llegar felizmente a Estados Unidos para acogerse, transcurrido un año, a la Ley de Ajuste Cubano. De cualquier manera, la avalancha de cubanos desde la Isla hacia Ecuador se ha mantenido de forma regular hasta fechas recientes, cuando el gobierno de ese país ha dictado una medida migratoria especial divulgada en una nota informativa de la Embajada de Ecuador en La Habana y publicada con fecha 30 de enero de 2013 por los medios oficiales aquí: “a partir del 21 de enero del 2013 es necesaria la presentación previa de una nueva carta de invitación a los ciudadanos de nacionalidad cubana para su ingreso al país a través de los aeropuertos internacionales o pasos admitidos de frontera”.
Añade la información que la invitación deberá ser cursada por algún ecuatoriano –o residente permanente en ese país– que demuestre ante las autoridades competentes la suficiente solvencia económica (mediante declaración del impuesto a la Renta) como para asumir todos los gastos en que incurrirá el “invitado”, una sola persona cada vez en un período de 12 meses para una permanencia máxima de 90 días en el país. La carta deberá ser legalizada ante el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio e Integración del Ecuador. Cumplidos todos los requisitos, quien invita deberá enviar el documento al invitado, y éste deberá presentarlo en frontera al ingresar a ese país.
Días atrás, los medios fuera de Cuba ya conocían y comentaban el tema. El Presidente de la Asamblea Nacional Cubana, Ricardo Alarcón, y otros funcionarios del gobierno de la Isla, manifestaron su apoyo a la medida, calificándola como “un derecho del gobierno de Ecuador”, obviando el hecho de que convierte a los cubanos en parias, indeseables, excluidos; términos éstos que suelen aplicarse desde los propios medios oficiales de la Isla para condenar las prácticas discriminatorias y xenófobas en materia migratoria por parte de los países de la Unión Europea o de los Estados Unidos. Ecuador tiene el derecho de proteger sus intereses regulando la entrada de inmigrantes. Europa y Estados Unidos no.
Así también, mientras el gobierno de la Isla condena una ley estadounidense que protege a los cubanos a su llegada a ese país ofreciéndoles la seguridad y el apoyo del que no goza ningún otro inmigrante, e incluso se permite calificar dicha ley –y no la crisis general de la nación– como la causa directa del éxodo creciente y continuo de cubanos hacia los Estados Unidos, da su aprobación entusiasta a una medida que desde un país “amigo” de Cuba –miembro de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe– establece una exclusión tajante contra los cubanos.
Sin embargo, algo me dice que esta nueva medida tomada por el gobierno de Ecuador no supondrá un freno. Me atrevería a especular que quizás hasta se convierta en una nueva fuente de ingreso para los ecuatorianos, quienes podrían ahora establecer un precio a los cubanos aspirantes a la fuga para cursarles la carta invitación. Siempre aparecerán los desesperados que opten por incurrir en ese gasto, con el apoyo de algunos familiares del extranjero o a través de la venta de sus casas o autos. En materia de escape los cubanos hemos escrito numerosas páginas, no siempre muy honorables, en las que no ha faltado la compra de matrimonios y hasta la venta de hijos al ex cónyuge que desea emigrar. Hasta donde sé, también en Ecuador hay más pobreza que galápagos, así que el terreno se presenta fértil para las negociaciones en este orden. En cuanto a mí, sin ánimo de ofender los sentimientos nacionalistas de ese pueblo, nunca me he sentido particularmente atraída por Ecuador. A partir de ahora, muchísimo menos.