Emigrantes cubanos estafados en Ecuador
Por Juan Carlos Linares Balmaseda / LA HABANA, Cuba
Luis Alberto Martínez Herrera abordó en La Habana un avión de la aerolínea TAME, con destino a Quito. Luego de aterrizar en el aeropuerto Mariscal Sucre, este cubano de 29 años, licenciado en enfermería, fue confinado a una hermética habitación, junto a otros diez cubanos que viajaban a Ecuador por primera vez. En total, dos mujeres y nueve hombres. En la puerta de la referida habitación-calabozo, un anuncio sostenía la palabra Inadmitidos.
Tres días permanecieron en absoluto confinamiento, hasta que siete de los once retenidos fueron subidos por la fuerza a un avión que los retornó a Cuba. La operación incluyó amenazas con perros adiestrados, forcejeos e insultos de: “No queremos gente como ustedes aquí”. Incluso, uno de los cubanos inadmitidos terminó con heridas en un brazo.
Durante el confinamiento, les interrogó un funcionario con preguntas sobre los planes que tenían cada uno de ellos en tierra ecuatoriana, y les hizo la oferta de que si pagaban 3 mil dólares no serían retornados a Cuba. Tres cubanos cumplieron el ofrecimiento y, en cuanto pagaron, quedaron en libertad. Pero la suma era muy alta, e imposible de saldar para los siete restantes.
Dos de los funcionarios ecuatorianos -con seguridad, miembros de una pandilla que trafica con cubanos novatos- tenían en sus respectivas credenciales los nombres de Juan Carlos y Cristian. Los demás funcionarios, integrantes de la misma pandilla, ocultaban sus credenciales para evitar ser identificados.
El funcionario que los interrogó, les dijo: ¨Nosotros sabemos que ustedes (los cubanos) vienen a Ecuador a brincar fronteras, o a comprar ropa para revenderla en Cuba. También sabemos que trafican con dinero, consiguiendo euros aquí y revendiéndolos en Cuba, mientras que desde allá vienen con dólares para revenderlos acá. Además, traen medicamentos (tabletas de PPG, viagras…), y así se enriquecen sacando provecho de nosotros”.
Para Luis Alberto, la efímera visita significó desperdiciar unos 3 mil dólares en gastos de pasaje y otros trámites reglamentarios, sin contar las tres botellas de ron Havana Club y varias cajetillas de cigarros que le ocupó la pandilla de funcionarios “temporalmente”, con la falsa promesa de que se las devolverían al montar en el avión que los trajo de regreso a La Habana.
Para colmo, se apareció por allí un supuesto abogado que se autodenominaba defensor de los derechos humanos, ofreciendo sus servicios por un costo de mil dólares, cuya mitad debían pagar por adelantado.
Ya en La Habana, el trato llegó a ser bueno, aunque sin faltar el sermoncito oficialista, echado por uno de los aduaneros que los atendió dentro del aeropuerto José Martí, quien los aleccionó al decirles: “Esto les sucede por irse para a un país extraño”.
Para Luis Alberto, la aventura comenzó una semana antes, cuando en Cuba conoció a un cubano-ecuatoriano, quien le pidió 1500 dólares por formalizar una invitación para visitar Ecuador, utilizando el nombre de un ciudadano ecuatoriano.
Con la finalidad de conocer ese país latinoamericano, a Luis Alberto le agradó la idea, aunque no descartaba aprovechar la oportunidad para abandonar Cuba, si encontraba allí condiciones atractivas. Sin embargo, ahora recién acaba de darse cuenta de que la amistad entre Cuba y Ecuador, de la que se fanfarronea tanto, es un negocio entre ambos gobiernos, más que un sentimiento de pueblo a pueblo.