La ‘otra embajada’ cubana en Madrid
Un grupo de ex presos políticos cubanos y sus familiares durante una protesta contra el gobierno español en Madrid.
Alejandro Bolivar /
Madrid tiene dos embajadas cubanas. Una es la representante oficial del gobierno comunista de la isla. La otra carece de edificio, es la Embajada Cubana en el Exilo, como sus miembros la llaman, una organización no oficial de 23 exiliados cubanos que protestan cerca de la Plaza Mayor. Ahora residentes legales en España, están demandando lo que ellos dicen que el gobierno español les prometió inicialmente pero que después ignoró.
“No cumplieron en modo alguno”, dijo José Miguel Fernández Torné, uno de los miembros del grupo.
En julio del 2010, la Iglesia Católica y el gobierno de Raúl Castro negociaron la liberación de varios presos políticos cubanos, lo que les permitió salir del país. La administración anterior de España, encabezada por el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), accedió a admitirlos. A través del acuerdo, a los cubanos se les prometió atención médica, ayuda psicológica, vivienda y empleo. En suma, un total de 115 reclusos fueron trasladados desde Cuba a España. Treinta y siete de los cubanos y sus familiares salieron de La Habana el 8 de abril del 2011 a las 4:06 p.m., en un vuelo de Air Europa fletado por España con destino a Madrid.
Ahora la mayoría de esos refugiados insiste en que España, que enfrenta una crisis económica devastadora, se ha olvidado de ellos, diciendo que les revocaron sus beneficios después de sólo 11 meses. Culpan al PSOE por no prever de manera cuidadosa la manera de integrar a los exiliados en la sociedad. También le piden al Partido Popular, actualmente en poder, que le dé seguimiento a las promesas de la administración anterior.
Algunos fueron alojados por el gobierno durante casi un año, pero la mayoría no pudo establecerse por sus propios medios. En lugar de asentarse en una nueva vida, los refugiados tuvieron dificultades adicionales, como el desempleo, la falta de vivienda y la falta de alimentos y medicinas. Ganarse la vida ha sido difícil, no sólo por la tasa de desempleo en España, de un 25 por ciento, sino también porque los títulos académicos y profesionales que habían obtenido en Cuba no les fueron reconocidos.
“Aquí, yo ni siquiera tengo mi título: Soy un cero a la izquierda”, dijo Osbiel Valle Hernández, líder del grupo.
Frustrados, salieron a las calles para dar a conocer al público su situación en España y las experiencias que vivieron en Cuba. Cada mes, los miembros realizan dos protestas contra la embajada oficial de Cuba en Madrid. Han transformado su campamento en una escuela para denunciar las fechorías del régimen de Castro, agregó Valle Hernández.
Han enviado una carta al presidente del gobierno español, y algunos incluso iniciaron una huelga de hambre de 48 días que comenzó el 13 de abril del 2012, apenas un año después de haber aterrizado en Madrid.
Los refugiados se sintieron decepcionados por la respuesta oficial del gobierno, que recibieron a través de una carta del director del Gabinete del Presidente, Jorge Moragas. La carta fue escrita el 26 de julio del 2012, un hecho que un miembro del grupo, Carlos Rodríguez Clavijo, consideró irónico, dado que fue la misma fecha del fracasado asalto de 1953 al Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, que dio su nombre al movimiento revolucionario de Fidel Castro. La carta de Moragas explicaba que, tras un período de 12 meses, los beneficios de los miembros habían expirado, y que sólo se renovarían si ellos demostraran estar en una situación de vulnerabilidad.
“Por otra parte, en el caso de que a una persona no se le prorrogue la condición de beneficiario, le recordamos que él / ella tiene el mismo acceso al mercado laboral o, en el caso de ustedes, al sistema general de protección, como cualquier ciudadano español que viva en España”, escribió Moragas.
Con el paso del tiempo, los refugiados siguen sintiéndose escépticos sobre el compromiso del gobierno español con ellos.
“Sólo queremos salir; España ha sido amarga para nosotros”, dijo Valle Hernández.
La “Embajada” se encuentra a una cuadra de la Plaza Mayor, en un pequeño parque llamado Plaza de la Provincia, frente al Ministerio de Asuntos Exteriores, en la calle de Atocha. Hay carteles que proclaman la misión del grupo. Uno tiene una cita del papa Juan Pablo II que condena el comunismo. La presencia de unas cuantas sillas invita a los transeúntes a detenerse para participar en las discusiones.
Este campamento no es sólo la oficina de los refugiados, sino también su casa. Por la noche, los cubanos duermen debajo de un pórtico, mientras un miembro del grupo permanece de guardia para proteger a los demás. Los manifestantes dependen de las sobras de alimentos donadas por restaurantes de la zona; guardan las verduras en un gavetero de plástico, y los productos secos, como el arroz, en un recipiente de espuma de poliestireno.
Tanto Cuba como España tenían algo que ganar en la operación que trajo a los refugiados aquí, explicó Valle Hernández, que la calificó como “un acuerdo macabro en que comercializaron mercancía humana”. Cuba podría aliviar la presión sobre su sobrecargado sistema penitenciario, mientras que España se ganaría el favor de países de tendencia socialista como Bolivia y Argentina, que recientemente habían nacionalizado activos españoles en sus territorios.
“Esta es la protección internacional que nos dieron”, dijo Valle Hernández, señalando la carpa de plástico transparente que protege a los manifestantes de los elementos naturales.