Geográficamente nos separan 90 millas. Territorialmente es una ciudad de Estados Unidos. Pero en la práctica, Miami es un distrito habanero al otro lado del Estrecho.
Circula un chiste en la ciudad. ¿Cuáles son las dos únicas naciones del mundo que tienen dos sistemas, comunismo y capitalismo, dentro del mismo país? China y Hong Kong. Cuba y Estados Unidos, con Miami, una provincia rica que solo falta oficializarla por decreto estatal.
Las nuevas tecnologías de la comunicación cada día nos unen más a La Florida. Hace unos años, el músico cubano Manolín, el médico de la salsa, pedía en una de sus canciones construir un puente grande para transitar desde La Habana a Miami. Bueno, no hay un puente de asfalto y concreto.
Pero debido al medio millón de cubanoamericanos que aterrizan en Cuba con sus equipajes sobrecargados y las billeteras repletas de dólares, dispuestos a gastarlos alegremente en saraos, Miami se ha convertido en una demarcación que ya en Cuba la tienen como un municipio más de su provincia.
Sin exagerar: los programas televisivos de Alexis Valdés, Oscar Haza o Jorge Ramos, tienen tanto rating en Cuba como en La Florida. No siempre sus emisiones se siguen en vivo. Aunque unos cuantos los ven en directo.
Recuerden que en La Habana una gran cantidad de personas, por 10 pesos convertibles (cuc) mensuales, están conectados a la ilegal antena de cable. Cada dueño de un equipo satelital clandestino sigue la programación de Univisión y Telemundo o partidos del Miami Heat de LeBron James.
Otros prefieren pagar un paquete de 50 cuc (2 dólares) donde vienen incluidos los culebrones que ahora mismo pasan en La Florida, juegos de la NBA, noticias sobre Cuba que la prensa oficial no informa y filmes como Argo, ganador de la última edición de los Oscar.
Julio, 47 años, amante de los deportes, sigue los juegos de las Grandes Ligas. Por el fútbol no tiene que preocuparse. Los medios del gobierno de Castro II, difunden noticias y partidos de las ligas europeas y sudamericanas.
Los dos últimos Clásicos entre el Real Madrid y el Barcelona se han trasmitido en vivo. Y desde diciembre de 2012, los comentaristas deportivos cubanos recibieron luz verde para dar información del béisbol profesional de Estados Unidos. Los domingos se televisan juegos de pelota de los circuitos del Caribe y la NBA.
Pero Julio, un hincha furibundo del Miami Heat, prefiere ver en vivo los encuentros de su quinteto favorito. Una hora antes de que LeBron James, Dwyane Wade o Cris Bosh comiencen a calentar en el tabloncillo del American Airline Arena, Julio y un grupo de amigos, locos por el baloncesto, sentados en un sofá de vinil en la barriada de Víbora Park, compran una botella de ron y entre discusiones y estadísticas ven el juego.
No sucede igual con el béisbol de la MLB. Los Marlins de Miami tienen pegada. Aunque siguen a remolque de los mediáticos Yankee de Nueva York o los Tigres de Detroit, donde juega el venezolano Miguel Cabrera, ídolo en la isla.
Con la música sucede otro tanto. Cuando un número de Pitbull o Willy Chirino sale al mercado, a las pocas horas, los vendedores de discos piratas ya lo están ofertando. Los medios de Miami son una fuente de información para el cubano sediento de noticias sobre el mundo y su propio país. La aburrida prensa estatal no pública sobre los conciertos de Paquito D’Rivera y Arturo Sandoval.
Tampoco se sabe del desempeño de los peloteros cubanos en Grandes Ligas. Y del acoso a la disidencia, los actos de repudio a las Damas de Blanco, el encuentro de Rosa María Payá con Angel Carromero o la gira por varios países de la bloguera Yoani Sánchez, la gente se entera por los canales miamenses.
De Miami llegan también los billetes verdes, que hacen más soportable la vida de miles de cubanos. Según fuentes foráneas, en 2012, 2 mil millones de dólares por concepto de remesas familiares engrosaron las desinfladas arcas del Estado verde olivo. Gracias a los casi dos millones de compatriotas que trabajan duro en Estados Unidos, sus parientes en Cuba pueden pasar cuatro noches en un hotel de Varadero, tener un iPhone, un ordenador HP o reparar sus casas.
El trasiego de mercaderías y pacotillas desde Miami es impresionante. Osvaldo, 51 años, economista, considera que cada año, solo en mercancías, se mueven alrededor de 2 mil millones de dólares. Y dice que es una cifra conservadora.
El gobierno del General Raúl Castro ha montado una formidable industria alrededor de las remesas que se envían a la isla. En Hialeah y otras zonas, agencias que trasiegan con dinero y paquetes, si no son socios del régimen de La Habana, cuentan con su visto bueno.
En Cuba, las cadenas de turismo y tiendas por divisas están controladas por empresarios militares. No es solo un suculento negocio para los Castro. También es una manera de vivir de algunos cubanos residentes en Miami.
A pesar de residir hace dos décadas en Miami, Paula, 62 años, solo chapurrea algunas palabras en el spanglish de la Calle 8. Vive de su jubilación y de su oficio como ‘mula’. Por lo menos 7 veces al año viaja a La Habana, cargada de bolsos repletos de pacotilla. Con las ganancias, paga el alquiler de un pequeño piso.
Los cubanos residentes en Estados Unidos están muy bien valorados por el personal que trabaja en hoteles, centros turísticos o choferes de taxis. “Suelen dejar buenas propinas, son mejores clientes que los españoles y canadienses” dice el cantinero de un bar que prepara mojitos y cubalibres en la parte antigua de la ciudad. Incluso, se sabe que varios negocios boyantes de trabajadores por cuenta propia se sufragan con dinero procedente de la otra orilla.
Anselmo ha montado una hamburguesería en una céntrica avenida habanera. Una hamburguesas de cerdo cuesta un peso convertible. Marcha a vela desplegada. Su socio es un primo que reside en Coral Gable. Cada mes, él compra dólares en el mercado subterráneo y le hace llegar su parte al primo.
Algunos dueños de paladares exitosas compraban carnes de res, muslos de pollo o pavo en Miami. Pero a partir de septiembre de 2012, las nuevas regulaciones de la Aduana Nacional de la República, cortaron ese trasiego de alimentos.
La Cuba del futuro es vista por muchos ciudadanos como una nación inundada de negocios de empresarios cubanoamericanos, al estilo de Carlos Saladrigas o Bacardí. Todo apunta a ello. Tal vez, dentro de un par de años, los programas de televisión de La Florida tengan más audiencia en La Habana que en Miami. No lo dudo.