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General: LA OTRA ARGENTINA DEL NUEVO PAPA
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: cubanet201  (Mensaje original) Enviado: 18/03/2013 23:03
La otra Argentina
Cristina Fernández y los kirchneristas ven en el Papa a una figura peligrosa,
que puede levantar los ánimos de la oposición.
Cristina Fernández de Kircher y el actual Papa, en 2008. (ABC)
 
Si la cara es el reflejo del alma, como dice el viejo refrán convalidado por los psicólogos, entonces no puede haber dos personalidades más distintas que la presidenta argentina y el nuevo papa. Y lo mismo puede decirse de sus seguidores respectivos: los católicos argentinos no se habían repuesto aún de la grata sorpresa de la elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, para suceder a Benedicto XVI, cuando las huestes de Cristina Fernández de Kirchner se lanzaron a disparar a mansalva contra el flamante Sumo Pontífice.

Los dos argentinos más señalados en estos días —con excepción, claro, de Messi y Maradona— no comparten la misma visión del mundo y han tenido varias desavenencias públicas en los últimos años. Los debates sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y sobre la despenalización del aborto dieron lugar a intercambios vigorosos entre ambas partes. El entonces cardenal Bergoglio movilizó a sus fieles contra los proyectos de ley, y la presidenta Kirchner le acusó de usar argumentos de los "tiempos medievales y de la Inquisición". El Parlamento adoptó en 2010 la ley del "matrimonio igualitario", que reconoce legalmente las parejas del mismo sexo, pero la mandataria reculó en el caso del aborto.

Lo sorprendente hubiera sido que la Iglesia argentina apoyara esas reformas o hiciera la vista gorda. No hay un solo país donde la jerarquía católica no haya intentado pararlas, especialmente en España, donde fueron aprobadas, y en Francia, donde se está debatiendo actualmente el proyecto de matrimonio homosexual. Sin embargo, los kirchneristas interpretaron esa defensa de los valores fundamentales de la doctrina cristiana como la prueba de que los obispos se habían convertido en el principal partido de oposición.

El aumento alarmante de la pobreza fue también un motivo de polémica. El futuro papa Francisco denunció en 2009 las "estructuras económicas injustas que originan grandes desigualdades" y una pobreza "inmoral, injusta e ilegítima". La crítica iba dirigida tanto al Gobierno como a los sectores acomodados de la sociedad argentina. Cinco años antes, cuando gobernaba aún Néstor Kirchner, el arzobispo había criticado "el exhibicionismo y los anuncios estridentes", en una alusión transparente al revisionismo histórico alentado desde la jefatura del Estado con la reanudación de los juicios contra los responsables de los crímenes cometidos durante la dictadura militar (1976-1983).

Por eso no sorprende que la elección del arzobispo de Buenos Aires no haya sido "una grata noticia para Cristina", como lo señalaba un columnista de Clarín, el principal diario de oposición. Fue tal el desconcierto en la Casa Rosada que la presidenta tardó en reaccionar y, cuando lo hizo, fue con bastante frialdad, sobre todo si se compara con las palabras entusiastas pronunciadas por dos mandatarios cercanos al Gobierno argentino. El ecuatoriano Rafael Correa afirmó que tenía "mucha fe en el papa Francisco" y el venezolano Nicolás Maduro llegó a decir que el difunto Hugo Chávez, "frente a frente a Cristo", había tenido algo que ver en la elección del cardenal argentino.

Las imágenes retrasmitidas desde Roma han amplificado el contraste entre el recién designado papa Francisco y la presidenta Kirchner. Vimos a un hombre sencillo y sereno, tal y como lo describen sus amigos y los que lo conocen bien. En cambio, en la Casa Rosada, reinan la crispación y la arrogancia, como siempre. Y para rematar el cuadro, la vestimenta negra de la viuda realza aún más el blanco impoluto de la sotana del obispo de Roma.

Y sin embargo, según las redes sociales copadas por los kirchneristas, las apariencias son engañosas. En realidad, Cristina es la que lucha por el bien común, mientras el papa Francisco fue en su vida anterior un horrible delator que entregó a dos sacerdotes rebeldes a los esbirros de la dictadura militar. Hizo incluso algo peor: colaboró en la entrega a familias de militares de bebés robados a las mujeres detenidas en cárceles clandestinas. "Robaniños", le dicen. Nada les detiene en su campaña de difamación, que ilustran con fotomontajes burdos donde juntan al dictador Jorge Videla con el entonces sacerdote jesuita. Ni los desmentidos aportados por dos personalidades vinculadas a la izquierda —el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y brasileño Leonardo Boff, uno de los fundadores de la teología de la liberación— han logrado frenarlos.

Ese alud de disparates revela la preocupación del kirchnerismo y de sus socios ante una figura que puede contribuir a levantar el ánimo de la oposición argentina, como ocurrió en la Europa comunista hace treinta años —guardando las proporciones—, cuando el polaco Karol Wojtyła se convirtió en Juan Pablo II. No hay ninguna "conspiración del imperio", solo un deseo natural de una parte importante de la sociedad argentina de buscar una alternancia política al peronismo, que lleva más de medio siglo en el poder, con unas pocas interrupciones.
 
 


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