Por Miguel Saludes La sorpresiva visita de Beyonce a La Habana junto a su esposo, el rapero Jay Z y varios familiares corrió como pólvora en los medios internacionales luego de que la famosa artista fuera captada en cámara recorriendo las calles del casco histórico habanero y almorzando en un restaurante célebre del lugar. El mismo lugar donde fuera filmada la película Fresa y chocolate.
La capital cubana ha sido el sitio escogido por la popular cantante norteamericana para disfrutar su quinto aniversario de bodas. No es la única famosa en escoger la isla caribeña como parte de una gira privada de descanso y placer. Cuba es un sitio favorable para quienes quieren pasar desapercibidos, si así lo decidieran. Para ello cuentan con varios factores que ayudan al anonimato. Uno es el control informativo vigente que impide a los medios, aún si estos se llegaran a enterarse, romper la privacidad de los huéspedes foráneos. Otro es la desconexión de la población local, ajena a la publicidad intensa que en el exterior permite seguir de cerca la vida de los artistas reconocidos y con lo cual resulta difícil que estos logren esquivarse de sus fans o siquiera pasar inadvertidos con la normalidad de un ciudadano común.
Paul McCartney estuvo en la isla junto a uno de sus hijos mientras superaba un momento doloroso y solo nos enteramos cuando ya el ex Beatle se hallaba lejos del territorio cubano. Pocos afortunados han logrado saludar a estrellas del cine tras reconocerlas en la soledad de un ascensor o en discreta estancia en un centro turístico, visitando un sitio de interés o simplemente caminando por las calles. En resumen, Cuba todavía puede ser considerada un paraíso para aquellos que quieren evitar el menor ruido a su paso. De ser preferible ninguno.
Por eso me llamó la atención el video pasado por el Noticiero 24 Horas de Radio Televisión Española con las imágenes de la bella cantante pop y su esposo rodeados de una multitud que les aclamaba. El cortejo estaba convenientemente flanqueado por agentes, presumiblemente miembros de la Seguridad del Estado, camuflados en su vestimenta de sport. Los prudentes protectores apenas pueden distinguirse dentro del grupo. Tal vez por la estatura o complexión pero sobre todo por la diligencia con que aparecen en diferentes lugares- tan pronto en la parte posterior, a un lado, al frente o como curiosos espectadores en primera fila a las puertas de La Guarida. Su empeño por mantener un anillo invisible les distingue de manera particular. Entre ellos la risueña Beyonce caminaba saludando a la gente; acompañada del fondo sonoro de tumbadoras y el rítmico contoneo de las bailarinas que dan el toque típico a la Plaza de la Catedral.
Me pregunto si ciertamente el descubrimiento de los visitantes se produjo de forma tan espontánea como se dice o a ello ayudó cierta indiscreción de los que debían mantener en la reserva este paseo. Sinceramente dudo que muchos de los que se cruzaron con la comitiva hayan podido identificar de un primer golpe a Beyonce y su marido. Que estos fueran tomados por una partida turística o una delegación de las tantas que visitan esa parte de La Habana encaja mejor en la realidad. Menos probable resulta que la mirada de algún caminante haya logrado identificar a Beyonce en la belleza escultural de la exótica mulata.
Lo que para los paparazis hubiera sido una oportunidad para obtener una exclusiva, atosigar a la pareja con preguntas irritantes y de paso colar un chisme, para los anfitriones cubanos significó ocasión excepcional para la propaganda. En definitiva no se afectó la tranquilidad de los visitantes, que solo tuvieron que sacrificar saludos y sonrisas. Más bien debió ser una agradable experiencia recibir el cariño sin morbos de un pueblo que todavía algunos quieren identificar como anti yanqui. El golpe de efecto ha sido tremendo y de ahí mis sospechas sobre una espontaneidad algo forzada.
No puede pasar por alto el cuadro de la acogida a la artista norteamericana y sus acompañantes teniendo como telón de fondo el ondear de las banderas de Cuba y de Estados Unidos en la fachada del hotel Inglaterra. Tampoco la afabilidad sincera de los cubanos en un sentimiento cercano hacia los norteños a los que llaman “yumas”, un apelativo que no tiene nada que ver con el uso peyorativo de yanquis o gringos, con que se les señala en otras partes del continente. No es casual encontrar en varios niños nacidos dentro de la llamada generación Y nombres compuestos a partir de ese vocablo. Yumisleydis o Yumaisi por citar algunos.
La imagen de la diva norteamericana que apoyó a Obama en su reelección, que estuvo presente en los actos de la asunción presidencial, no deja de ser un filón atractivo al que conviene sacarle partido. Beyonce aclamada de corazón por los cubanos, rodeada de pioneros y la Colmenita representando especialmente para la visitante la versión de La cenicienta según los Beatles – detalle que ella misma pidió- conforma un conjunto simpático con un mensaje que no puede caer en el vacío. Gestos que pueden ayudar de manera imperceptible en la reconstrucción de los nexos deteriorados por décadas entre los dos países.
El grito de un joven cubano que al paso de la cantante dio un Vivas a Beyonce quedó recogido en las imágenes televisadas. Una muestra elocuente del cariño espontáneo de los cubanos que puede interpretarse en dos sentidos positivos. Uno de carácter más oficial interesada en mostrar el ánimo favorable con que son recibidos en Cuba los viajeros que vienen del Norte. El otro muestra el verdadero sentimiento de los cubanos sencillos hacia la otra orilla y los que allí viven, sean norteamericanos o cubanos emigrados. En este contexto viva Beyonce puede significar por igual dar un viva a los Yumas. Los que gobiernan lo saben pero lejos de reprimir el eufórico explaye optan por dejarlo fluir bajo cierto control. Esto puede ser el preludio, o al menos el intento, para que Cuba sea en un futuro no lejano el destino escogido por millones de norteamericanos para pasar sus ratos de ocio. Con fama o sin ella no dejan de ser una fuente nada desdeñable de divisas que por ahora la isla se está perdiendo.