La soledad
Por Camilo Ernesto Olivera Peidro | Desde La Habana Cuba | Cubanet | Noticias y Prensa Independiente desde Cuba Siempre que llega el fin de semana en la derruida capital de Cuba, las opciones recreativas son numerosas pero inalcanzables para la mayoría. Sin embargo, los sitios donde se presentan artistas bendecidos por la denominada “farándula del dinero”, se llenan.
Por otra parte, la Avenida de los Presidentes, también llamada “Calle G”, se repleta con el ir y venir de cientos de adolescentes de los más diversos estratos sociales. En la esquina de G y 23 se ubica una pequeña cafetería llamada “Las Bulerías”, con ventas en CUC, la moneda dura que todos quieren mucho y pocos tienen suficiente. Allí recalan desde jóvenes estudiantes extranjeros hasta nacionales con una sentido de la realidad.
En este entorno también se mueven los cazadores y cazadoras de fortuna, la cual puede consistir en el “ligue” con alguno de los estudiantes extranjeros. Igual tienen probabilidades de éxito los cubanos que anden mostrando su poder adquisitivo. Sin embargo, llegado el momento del diálogo entre chica y chico, cerveza incluida, anda cerca otro personaje. Si está sobre aviso, la presencia de éste no pasa por alto para el chico, por mucho que ella intente evitarlo. Seguramente ese personaje es el novio de ella, que viene jugando el papel de “cafisho”, y se ubica a cierta distancia para vigilar su mercancía.
En La Habana de 2013 las apariencias engañan. La jinetera “clásica” es localizable hasta en sitios de internet. Pero una chica con aires de intelecto y conversación interesante, que podrías encontrar en cualquier esquina, en una cafetería, o en una fiesta, puede estar buscando exactamente lo mismo: dinero.
Hace mucho tiempo que el amor y el dólar hicieron pacto de sangre en esta isla. Cada joven sin recursos es una posible combinación de El Gran Gastby con Florentino Ariza. En un país donde el dinero escasea y el cólera renace cada día en una zona distinta, hay pocas opciones para una relación de pareja seria y estable, y muchas para la soledad, si no estás dispuesto a pagar la tarifa.
A propósito del tema, en una de esas noches de sábado, conversamos varios amigos. Entre nosotros se encontraba un recién llegado de Miami, quien se encargó de que no faltara la cerveza. Al poco rato, un variado elenco de chicas daba vueltas alrededor de nuestra mesa, como tiburones alrededor de una balsa. Era difícil no mirarlas, había bellezas. Dije para mis adentros, con profundo pesar: “Que triste espectáculo, de qué manera nos han arrebatado la dulzura de nuestro azúcar y el orgullo de nuestras mujeres”.
Uno de los amigos en la mesa nos puso al tanto de su reciente divorcio. El conoció a la que fue su esposa en la Escuela de Hotelería y Turismo. Al graduarse, lograron montarse en la cresta de la ola, él cómo barman en un hotel de Varadero, y ella como capitana de restaurante en el mismo hotel. El amor entre ambos era inmenso y azul como el mar. Pero la cosa se enmarañó. Los turoperadores europeos comenzaron a ser golpeados por la crisis y disminuyó la llegada de huéspedes. La pareja fue enviada a la denominada “bolsa de empleo”, especie de reserva de fuerza laboral en espera de reubicación en el ramo. Comenzó a escasear el dinero, y en el matrimonio los días de sol se trocaron en noches de tormenta. La separación fue traumática pero inevitable.
El amigo concluyó diciéndonos que ahora está más tranquilo, pero prefiere estar solo por el momento. Logró colocarse a trabajar en un hostal, en la parte antigua de la ciudad. Su ex, cuando se enteró, lo visitó e intentó echarle el anzuelo de la reconciliación. “Tener dinero te resuelve varios problemas –nos expresó- pero también te crea otros: ¿Cómo saber si van a estar contigo por amor o por interés, dónde termina una cosa y empieza la otra?”
Todos quedamos en silencio, mientras nuestra mesa, llena de latas de cerveza, permanecía bajo asedio.
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