Muerte a la Cuba nocturna
Por Camilo Ernesto Olivera Peidro
Ana Lasalle y varios entusiastas pandilleros “comecandelas”, asolaban El Vedado. La actriz y furibunda comunista, empuñaba sus tijeras contra melenas y minifaldas. Jóvenes a los que denominaban “enfermitos” caminaban en La Rampa bajo riesgo. La tormenta depuradora que se desató en los centros estudiantiles, entre 1964 y 1965, tenía presencia cíclica y las temibles UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) estaban en pleno apogeo. “Que no se crean esos pepillitos que las calles de La Habana son las de Miami”, había tronado Fidel Castro en su discurso en la Escalinata Universitaria, el 13 de marzo de 1963.
También un 13 de Marzo, pero de 1968, Castro daba el pistoletazo de arrancada para la denominada Ofensiva General Revolucionaria, con la cual propinó el tiro de gracia al pequeño y mediano negocio privado y, además, mató la vida nocturna en la capital y en todo el país.
Durante meses, solamente funcionaron el Club El Gato Tuerto y el Cabaret Tropicana. La reapertura de los clubs y cabarets iba a producirse de manera gradual, con horarios modificados. Pero durante las siguientes décadas, la vida cultural y nocturna concluiría a la medianoche. De acuerdo con la lógica del régimen, “el pueblo estudiante y trabajador tenía que levantarse temprano en la mañana”. La recreación “no podía estar reñida con la obligación de cumplir las innumerables tareas que implicaban la construcción de la nueva sociedad socialista”.
En muchos cabarets, cuya programación variaba diariamente, el segundo show comenzaba a la medianoche, o a la 1 de la madrugada. Con las nuevas circunstancias, este segundo show fue modificado o eliminado entre semana. Ello afectó seriamente las oportunidades de trabajo para los artistas, agravadas aún más por el reforzamiento del control sobre las empresas estatales de contratación para tales lugares.
Vale añadir que este golpe definitorio había sido precedido por otros. Entre 1959 y 1961 fueron acalladas o eliminadas numerosas victrolas en pequeños clubes, bares o cafeterías. Ya en junio de 1959, Guillermo Álvarez Guedes expresaba su preocupación a la revista Bohemia. Su empresa de discos Gema estaba teniendo problemas, como consecuencia del acallamiento de las victrolas en varios lugares y establecimientos públicos de la capital. Y decía Guedes al respecto: “No creo que la revolución se haya hecho para convertir cada bar de esquina en un cementerio”. Pero así fue.
Y por esta causa, en los años siguientes, decidieron emigrar muchos artistas cuya vida profesional giraba alrededor de la vida nocturna habanera. Entre una extensa relación de auténticas luminarias de nuestra música popular, se cuentan Celia Cruz, Olga Guillot, La Lupe, Luisa María Güell… La denominada Ofensiva General Revolucionaria cerró un ciclo y fue el preámbulo de otros cierres y ostracismos.
En los meses posteriores a marzo de 1968, el público habitual de los centros nocturnos, ya clausurados, deambulaba Rampa arriba y Rampa abajo, intentando matar el tedio. Dar la vuelta a la torre central de la Heladería Coppelia se combinaba con la terraza del El Carmelo de 23, cerca de la intersección de esta Calle y Avenida de los Presidentes. Otros lugares eran la terraza de la (hoy) cafetería de N y 21, que da a la calle N, a un costado del Hotel Capri, o los concurridos jardines del Hotel Nacional y el área donde estaba ubicada, en esa época, la Casa de la Cultura Checoslovaca, en 23 y O.
En las capitales provinciales, el acatamiento de las directivas oficiales fue igualmente radical. Cada ciudad del interior reprodujo el esquema de las pequeñas poblaciones. La vida social quedó restringida a darle la vuelta una y otra vez al parque principal, o a la espera de algún evento o festividad como las célebres fiestas de quinceañeras.
Según los testimonios de quienes vivieron ese periodo, la vida cultural y espiritual de la nación no ha vuelto nunca a ser la misma, a partir de aquella ofensiva que mató a la Cuba nocturna.
Imagen de La habana antes del 1959, fecha en que llego el coma-andante y paraliso a Cuba