Primer patatús de Fidel Castro
Por Alberto Méndez Castelló / Cuba
Era un campeón, por algo le decíamos El Caballo, El Uno, pero ese día me dije: este es el principio del fin. Y ya usted ve cómo andan las cosas, de mal en peor”. Así recuerda un viejo fidelista de Puerto Padre el primer patatús de Fidel Castro, ocurrido el sábado 23 de junio de 2001, en el barrio habanero del Cotorro.
Castro estaba por cumplir 75 años cuando sufrió aquella primera caída en público, mientras pronunciaba un discurso de tres horas, transmitido en directo por la televisión nacional. Ocho horas después del incidente, reaparecía en la pantalla para dar su versión de lo sucedido, comentando jocoso: “Era un ensayo. Se puede decir que me hice el muerto para ver qué entierro se me haría.”
Pero el “ensayo” se repetiría tres años después, al dar un traspié en la ciudad de Santa Clara, el miércoles 20 de octubre de 2004, esta vez con un costo agravado para el ensayista: la rótula de la rodilla izquierda fragmentada en ocho pedazos y una fisura en el húmero del brazo derecho.
En “Carta del compañero Fidel a sus compatriotas,” publicada por la prensa oficial, el viernes 22 de octubre, expresándose en tercera persona, el Dr. Castro Ruz decía sobre aquel suceso:
“El paciente les solicitó a los médicos no le aplicaran ningún sedante y utilizaran anestesia por vía raquídea. (…) Les explicó que dadas las circunstancias actuales, era necesario evitar la anestesia general para estar en condiciones de atender numerosos asuntos importantes. Por ello, durante las horas mencionadas que duró el proceso, mantuvo el contacto con su jefe de despacho, también en las proximidades del salón de operaciones y vestido con la ropa estéril de los cirujanos. Así, todo el tiempo, continuó recibiendo informaciones y dando instrucciones sobre el manejo de la situación creada con el imprevisto accidente.”
Antes de transcurrir dos años de… “la situación creada con el imprevisto accidente”, presumiblemente luego de cambiada la vestimenta estéril del quirófano, a las 9:15 PM del lunes 31 de julio, de 2006, cortada la programación habitual, quien aparecía en la televisión nacional no era el Comandante, como cuando el desvanecimiento, sino su ayudante: el Dr. Castro Ruz había enfermado repentinamente y hacía delegación provisional de sus responsabilidades.
“Mi estado de salud se convierte en un secreto de Estado que no puede estar divulgándose constantemente”, decía el “Mensaje del Comandante en Jefe al pueblo de Cuba y a los amigos del mundo”, fechado a las 5:30 PM del 1ro de agosto, de 2006.
No se necesita ser especialista en criminología, ni en siquiatría o sicología forense, para, al interpretar las palabras citadas en este artículo, escritas por un mortal en ocasión de ocurrirle tres sucesos comunes en la vida de cualquier ser humano, tales como desvanecerse, dar un traspiés o enfermarse, para comprender las características de personalidad de su autor, y, de paso, entender el oportunismo de los allegados al castrismo durante más de medio siglo, quienes, al sepultar en el estatismo un sistema socioeconómico con defectos pero perfectible, por odio hicieron de este país una nación de miopes cuando no de menesterosos políticamente hablando.
Precisamente al cumplirse 12 años del desmayo que, según algunos, marca el fin del castrismo, el vicepresidente Miguel Díaz-Canel y el general Leonardo Andollo están de visita en Vietnam. Buscan experiencias industriales, agropecuarias y de arquitectura social, para mantener vivo el comunismo en Cuba.
Bien pudieron ahorrarse el viaje. Más les hubiera valido darse una vuelta por mi casa. Les hubiera mostrado un obsequio de mi suegra, residente en Tampa, que es todo un poema. Dice de cómo quienes se dispararon a la cabeza, hoy trabajan para protegerse del sol.
Resulta que antes de que, por odio, me prohibieran ir de caza, y los policías se llevaran mi escopeta, mi suegra me envió de Estados Unidos, para que fuera de montería, una gorra color desierto y caracteres de enmascaramiento. Con muy buen gusto, bordaron las palabras MARINE por el frente, U.S. MARINE en la visera, y en un costado el monograma de ese cuerpo donde se lee UNITED STATES MARINE. En el interior campea la etiqueta del fabricante: Made in Vietnam.
¿Acaso el vicepresidente Díaz-Canel y el general Andollo se proponen llevar a la práctica la técnica con que los vietnamitas fabrican productos con genuinos valores estadounidenses? Ojala, pero lo dudo, es demasiado para ellos: los cubanos no son los vietnamitas, por una razón de fondo: Cuba está a sólo noventa millas de Estados Unidos, y abierto el contacto pueblo a pueblo, los cubanos terminarán por sacarse al comandante que por más de cincuenta años llevan dentro. Ese sería el desvanecimiento total, el patatús definitivo. Esa es también la razón por las que en lugar de abrirse a América, para que América se abra a Cuba, se van a Vietnam.