A cualquier hora, la esquina
habanera de Neptuno y Consulado muestra un elevado índice de calentura social.
Forma parte del barrio Colón, una de las zonas con sitios marginales y conflictivos del municipio Centro Habana.
Por Polina Martínez Shvietsova / La Habana Cuba
Antes del triunfo de la revolución, a este cruce se le denominó La esquina de la Puntilla, ya que era una zona de prostitución, a la vez que era muy céntrica y muy concurrida, rodeada de cabarets y teatros. En la actualidad, la firma Habaguanex se ha apoderado del lugar. Allí se ha creado un complejo de tiendas especializadas a las que denominan Fornos, y que está integrado por una carnicería, una pescadería, una charcutería, boutiques, perfumería y otros mercados mixtos. Los productos que venden tienen precios exorbitantes para la casi totalidad de los cubanos, incluyendo a profesionales, que ganan menos de un dolar diario. El queso parmesano cuesta alrededor de 50 dólares por kg; el bacalao, cerca de 60; las colas de langosta, 20; la carne de res, 11… Precios que podrían parecer normales en Estados Unidos o Francia, pero son una broma de mal gusto en Cuba.
Abunda también la prostitución en Neptuno y Consulado. Las jovencitas comienzan a ejercerla desde que tienen 12 ó 13 años. Estas niñas desean vestirse, comer, vivir una vida sin tantas carencias. El barrio de Colón vive sumido en la penuria y la marginalidad. En hay cada vez más ancianos carentes de suficiente subsidio, hundidos en la mayor pobreza. Abundan las familias disfuncionales, y los discapacitados físicos y mentales.
“Tiros” de cocaína
En la zona predomina, como hábito extendido, el alcoholismo. Un gran número de pacientes infestados por el VIH/SIDA residen allí. Hay “tiros” de cocaína y prolifera el tráfico de marihuana. Además, crecen la violencia imperante en las calles, y los índices de suicidios. Por aquella zona anduvo el estrangulador que se hacía pasar por inspector de Salud Pública. También hay juego ilícito, con las esquinas repletas de banqueros, numeradores y recogedores. Para toda esta gente sumida en la miseria y la deseperanza, jugar a “la bolita” sirve de entretenimiento, a la vez que constituye la única esperanza para mejorar.
Con las “reformas” del gobierno, han surgido muchos cuentapropistas, y se han abierto las casas de alquiler, salones de belleza, cafeterías, bares y restaurantes. Entre estos últimos, cabe destacar uno llamado Mango Habana, ubicado en las calles Industria y San Miguel, donde se puede comer un filete de res por 13 dólares, osea, casi medio mes de sueldo de un médico.
La mayoría de los edificios del barrio está en mal estado. Cuando se comenzaron a remodelar lo que serían las tiendas del Complejo Fornos, Habaguanex solo se ocupó de locales de su interés. Al resto, si acaso, les retocaron fachadas. Fornos recauda una buena suma de dólares cada día par alas arcas del gobierno, pero nada les toca a los vecinos del barrio; los beneficios del negocio se sienten en Miramar y El Laguito. La gente del barrio debe contentarse con mirar las vidrieras, parar ver las delicias que jamás han probado y no tienen esperanza de probar.